Acuse de recibo
El pasado 14 de diciembre, y desde el municipio habanero de Plaza de la Revolución, Karina González Domínguez evocaba aquí su asombro y molestia cuando en noviembre de 2017 le llegó el reporte de consumo eléctrico del mes transcurrido por valor de ¡203.40 pesos!
No era para menos, porque su familia no tiene nuevos equipos electrodomésticos y no puede permitirse, por sus bajos ingresos, exceso alguno. Sus gastos en electricidad en sucesivos meses precedentes eran de 63.20; 67.75 y 57.20 pesos.
Así y todo, cumplieron con el pago primero para después reclamar. Pero la Empresa Eléctrica, denunciaba ella, sí que no había cumplido con ellos, que se habían personado en cuatro ocasiones en las oficinas comerciales de Plaza y no habían recibido una respuesta satisfactoria. Solicitaron una inspección, y de allí nadie se había portado por su hogar.
«Luego de lidiar con un cúmulo de personas para reclamar en la puerta de la oficina —refería—, sin una recepcionista que oriente a los clientes, nos atendió una persona insensible, que trata de justificar el consumo excesivo con explicaciones inconsistentes, como que los equipos apagados consumen, el reloj nuevo gasta más, o hay que revisar los equipos por si alguno está haciendo tierra».
Y para colmo, quien hizo la lectura del metro a fines de noviembre, les dijo que ya estaban cerca de los ¡400 pesos!
Al respecto responde el ingeniero Jesús Samón Leyva, director general de la Empresa Eléctrica de La Habana, que el director de la UEB Plaza-Cerro comprobó, junto al inspector actuante, que el metrocontador no tenía señales de fraude ni resbalamiento. Funcionaba al ciento por ciento en la primera y segunda fase. Se hizo la lectura y era correcta, pero en la primera instalación hacía tierra.
Se comprobó que existen cargas balanceadas y la clienta no tiene equipos con 220 voltios. Y se concluyó que procede el ajuste a la facturación, a favor de Karina, por tener «tierra» en la instalación. Y dicho ajuste se realizó teniendo en cuenta la carga de los equipos en la vivienda de Karina.
En cuanto a la mala atención en la oficina por un funcionario, afirma que no hay evidencias de lo descrito por la clienta.
Agradezco la respuesta y la solución del caso a favor de Karina, pero lamento que se haya hecho justicia después de lo publicado en esta columna, y no antes, cuando la ciudadana reclamó.
No se responde por qué, a pesar de ella haber ido cuatro veces a la oficina comercial, no se había presentado en su hogar un inspector con la misma rapidez con que la Empresa Eléctrica exige aquello de pagar primero —aun cuando sea evidente el exceso— y reclamar después.
No se explica tampoco la causa de que, en una oficina con tanta afluencia de público para diversas gestiones, no hubiera alguien en la recepción para orientar a los clientes. Y en cuanto a la mala atención del funcionario, como no se pudo identificar, ojalá que no esté deshaciéndose una vez más en justificaciones ante el clamor y el ruego de cualquier otro consumidor.
Falta muchas veces «cable a tierra» en muchos servicios para invertir los términos: La gestión de la entidad debe estar primeramente en función del cliente, y no supeditar a este a las presunciones de la entidad. O por lo menos, tan siquiera las entidades de servicio deben ser todo lo ágiles y eficaces que demandan en el consumidor, cuando este reclama por justicia de pago.