Acuse de recibo
Veinte años sí es mucho, al menos en Acuse de Recibo. Desmiento a Gardel y Le Pera, cuando hoy celebramos dos décadas de esta columna de participación ciudadana, levantada con sumo esfuerzo y no pocas incomprensiones públicas; pero cimentada en la convicción de cuánto trasunta para el ejercicio de nuestra democracia.
El 21 de diciembre de 1997 irrumpió la sección. Su gestor, Rogelio Polanco, entonces director de Juventud Rebelde, me encomendó la misión, bajo los principios de servir de puente entre el ciudadano y las instituciones, ayudar a enmendar entuertos y mover la opinión pública. Y escribí entonces: «Más bien queremos instaurar un rincón para que la gente se exprese, con todo el derecho que le asiste; y en algunos casos, dialogar con ese lector...».
Aquel Acuse de Recibo lo estrenaban cuatro remitentes:
Jesús Dueñas Becerra convocó a descubrir «cuán inagotable es el caudal de bondad, belleza, dignidad y sabiduría que hay en el alma humana»; mientras que Alberto Rosabal Socarrás recordaba a Anatoli Kobzev, condiscípulo suyo 28 años atrás en aulas universitarias de la extinta URSS, quien escribía encendidos versos y lo tildaban de loco. Un día irrumpió en una velada, y fuera del programa proclamó un poema suyo al Che, en una universidad que rechazaba la lucha armada como vía de redención.
El tercero era anónimo y escribía desde el central azucarero Camilo Cienfuegos, en Santa Cruz del Norte: se alarmaba entonces del auge que tomaba el juego de la bolita en Cuba, suprimido por la Revolución de 1959. ¿Qué diría hoy? Y el cuarto, Abelardo Forjana González, de Holguín, censuraba que la edición del libro Secretos de Generales, del periodista Luis Báez, fuera tan escasa para la demanda de los lectores.
La sección comenzó una vez a la semana, luego dos y al fin diaria. Fue aumentando la correspondencia y también complicándose el espectro de temas y problemas cada vez más controversiales, que llegaron a ser, y siguen siendo, emplazamientos a las instituciones, preguntas que esperan respuestas, inventarios de la vida cotidiana.
Una audaz premisa establecida por Polanco, que enfrentó no pocas incomprensiones desde el funcionariado, fue publicar las quejas sin pedir permiso a nadie, ni tramitarlas a los organismos para que entonces estos respondieran. La queja como hecho consumado en la opinión pública, a partir de una confianza a priori en el remitente. Y con el riesgo de que, si mentía, todo se esclarecería con la respuesta institucional, y no nos temblaría la mano para señalar al embustero.
Tal práctica ha funcionado muchísimo más a favor de la verdad que del engaño. Son contados los casos en que nos han mentido, y los hemos señalado públicamente en la sección. La vida ha confirmado que el riesgo es necesario, aun cuando requiera sensatez y responsabilidad. A fin de cuentas, esta es una sección de correspondencia. Y la verdad no es patrimonio exclusivo de nadie. A ella se llega por aproximación, con el concurso de todas las partes.
Al principio, y poco acostumbrados a cuestionamientos desde abajo, muchos funcionarios de entidades aludidas me llamaban por teléfono molestos, conminándome a sus oficinas para «aclarar». Polanco sentó las reglas del juego: Si desean discutir lo publicado, con sumo gusto los recibimos en nuestras oficinas, con la participación mía.
Eran frecuentes las reuniones para discutir lo publicado. Los señalados venían, no pocas veces, «pidiendo sangre» con el dedo acusador, molestos más por la revelación del problema y la afectación para la «imagen» de la entidad, que por el problema en sí mismo. Y al final, terminaban reconociendo, en su mayoría, la certeza de lo revelado.
Otra premisa de la sección ha sido no aceptar cartas anónimas, o esas que vienen en nombre de un colectivo. Imprescindibles nombre y dirección del remitente: un rostro detrás de la denuncia, que la sostenga hasta el final. Y siempre la exigencia del respeto, la ética y la decencia tanto por los reclamantes como por los emplazados.
Fue esencial la decisión de hacer los cortes semestrales, estampando en blanco y negro el nivel de respuestas por las instituciones y entidades, que aún era bajo. Fue, y ha sido un mecanismo compulsivo, para fortalecer la cultura de retroalimentación y atención a la ciudadanía de los señalados.
Ganados ya niveles superiores de atención a las quejas, hoy estamos inmersos en el análisis de la calidad e integralidad de las respuestas, que en muchos casos todavía arrastran el sesgo burocrático y formalista, y dejan mucho que desear, sobre todo en la profundidad y transparencia de los esclarecimientos. Y no renunciaremos al derecho que nos asiste de implicar nuestros juicios con las coletillas, siempre con altura, elegancia y respeto.
Con las mismas premisas que nació, Acuse de Recibo aplazará la celebración de su vigésimo aniversario para enero de 2018, con un taller multimodal, una suerte de tormenta de ideas entre sus propios hacedores, la representación de algunos funcionarios responsables de darnos respuestas por parte de las instituciones, colegas que atienden secciones homólogas en otros medios de prensa, un grupo de nuestros más fieles lectores y todo el que quiera comunicarse on line ese día, o previamente, con ese festejo del pensamiento.
Ya los convocamos y posteriormente les avisaremos en detalle, para hacer una reflexión colectiva de la salud y la temperatura de esta columna participativa, sin reducir ni un ápice su fuerza y alcance, ni hacer concesiones al conformismo y la complacencia.