El avance en materia política, social y económica, así como en términos de igualdad y equidad de derechos de las mujeres con los hombres, descalifica al machismo explícito. Así surge esta corriente, caracterizada por el miedo velado a la equidad y el cuestionamiento burlón a los postulados feministas
La condena de valores machistas y de quienes los practican ha provocado la aparición de argumentos e ideas que, si bien son diferentes en la forma, mantienen la misma lógica patriarcal: fomentar la subordinación de la mujer por medios más sutiles. A esta postura ideológica se le llama neomachismo, y en ella incurren hombres y mujeres.
El avance en materia política, social y económica, así como en términos de igualdad y equidad de derechos de las mujeres con los hombres, descalifica al machismo explícito. Así surge esta corriente, caracterizada por el miedo velado a la equidad y el cuestionamiento burlón a los postulados feministas.
Frases que identifican a los neomachistas son, por ejemplo: «Yo no soy feminista ni machista, yo creo en la igualdad», «También hay violencia de género contra los hombres», «El lenguaje inclusivo es una tontería», «Las feministas confunden el piropo con acoso», «Ya no quedan derechos por conquistar porque se los hemos dado todos» y «Ellas tienen una sensibilidad de la que desgraciadamente los hombres carecen».
El neomachismo suele reaccionar ante el uso de la palabra feminismo; a pesar de ser un pensamiento liberador, lo ve como un ataque producto del desconocimiento y lo equipara con el machismo para acabar concluyendo que defiende la igualdad real.