Todas las mujeres pueden padecer algún tipo de cáncer ginecológico, y por tanto todas deben manejar sus factores predisponentes como edad, sobrepeso, ITS y antecedentes de cáncer de ovario, endometrio, seno o colon en la familia.
Un paso esencial es conocer sus parámetros normales y pedir un chequeo ante cualquier síntoma de alarma: sangrados vaginales entre períodos, muy prolongados o posmenospáusicos; dolor y/o pesadez abdominal durante o después del acto sexual; inflamación, picazón en la vulva y secreciones que cambian de textura o color.
También se deben vigilar otros cambios injustificados como anemia, pérdida de peso corporal, cansancio frecuente, dolor en la parte baja de la espalda, mayor urgencia al orinar, estreñimiento y cambios en la textura o color de lunares en la vulva.
Atrasar el diagnóstico no evita las consecuencias, sino que las empeora, así que no tiene sentido aguantar malestares por meses o años sin buscar ayuda médica. Igual es importante hacerse la prueba citológica sistemáticamente, aunque no haya molestias, porque una de cada cinco mujeres con cáncer puede no tener síntomas aparentes.