M.N.: Tengo una relación con un hombre casado con quien me llevo muy bien y nos entendemos, pero no logro llegar al orgasmo. En otras relaciones no he tenido ese problema, y él dice que tampoco. Probamos otras vías además del coito y no funciona. Ambos tenemos 27 años.
La falta de placer puede resolverse explicándole a la otra persona lo que necesitas en cuanto a ritmo, intensidad y foco de las caricias. Otras veces necesita una demostración de tu parte, o nuevas exploraciones juntos, con un tiempo y privacidad del que tal vez no disponen.
En ocasiones el displacer no está causado por la práctica en sí, sino por la subjetividad que la rodea. ¿Qué otros descubrimientos se desprenden para ti de esta relación? ¿Por qué es significativo para hablar de tus orgasmos que él sea casado? Sería útil valorar si hay otros aspectos que te hacen sentir en contradicción con ese estado, aunque no logres de momento reconocerlo y plantearlo abiertamente.
Lo que limita tu placer ¿está en tu cuerpo o en los permisos que te das y le das a ese hombre para penetrar en tu vida? ¿Cómo valora él esa falta de satisfacción?
Cuando entablas una relación con alguien que a su vez tiene otras prioridades y experiencias, a veces te cuestionas qué puede sentir cuando está con su esposa, qué puedes ofrecer de diferente y un sinnúmero de otros pensamientos que te distraen de ese aquí y ahora de la relación.
La anorgasmia secundaria suele indicar que algo no marcha acorde a tus expectativas, y como la cultura social indica que ese rol de «la otra» no da derecho a esperar o demandar mucho, pudieras estar cuestionando el sentido del vínculo en una dimensión más amplia y reflejar esas dudas en el momento clímax.
Aunque parezcan entenderse muy bien, de modo silencioso tu cuerpo reclama otra manera de satisfacer tus deseos, no solo en el plano de la intimidad. Sin esclarecer esos cuestionamientos, la experiencia sexual se vuelve incompleta, y puede marcar el curso de la relación.