Para que una pareja pueda disfrutar tanto como es capaz, ha de aceptar un tiempo de búsqueda, complicidades, mejores y peores caricias
M.E.: Estoy teniendo mi primer noviazgo con una chica como yo. No tengo duda sobre mi elección sexual. Sin embargo, me cuesta mucho sentir un orgasmo con ella. Mis amistades creen que entre las mujeres eso no pasa. Siento que quiero mucho a mi novia y quisiera que nos fuera bien en todo.
El deseo de que la respuesta sexual ofrezca pruebas de amor puede poner mayores barreras al accidentado camino del encuentro erótico. En ese recorrido, es preciso pasar por la otra persona hasta tropezar con ese placer tan íntimo que late en las fibras de nuestra experiencia privada.
Para que una pareja pueda disfrutar tanto como es capaz, ha de aceptar un tiempo de búsqueda, complicidades, mejores y peores caricias… y continuar andando sin imponerse un resultado o un estilo, que se irá forjando. Incluso si hubiese orgasmos es posible seguir jugando en esa interacción con lo ajeno que trae esa otra persona.
En esta época se dificulta consentir lo inesperado del encuentro cómplice, subjetivo y erótico, con tantos «conocimientos» legados por la pornografía, la masturbación o los libros de autoayuda. Toca defenderse contra la vulnerabilidad del amor, la confusión entre la gimnasia sexual y el sincero despertar del deseo al ritmo de besos, palabras y caricias… giros, fantasías y disposición para realizarlas.
Nunca faltan tropiezos, caídas, desvíos. La invitación a continuar la ofrecen los sutiles condimentos que van aderezando el vínculo. Si nada de esto resulta palpable, tal vez se pueda revaluar el lazo y asistir a terapia si lo creen necesario.
Mariela Rodríguez Méndez, máster en Sicología clínica