A.O.: Hace tres años conocí a un muchacho con quien establecí una relación por poco más de un mes. Fue suficiente para enamorarme. Siempre fue sincero: se iba a casar. Para mí fue algo insoportable. No sé cuánto pude interesarle. Después jamás me llamó y yo tampoco hice el intento; pero comprendí que quedé detenida en el tiempo aunque el mundo no se detuvo. Mientras más trato de olvidarlo más lo recuerdo. Después de eso no he tenido ninguna relación por falta de oportunidades y de intereses afines. Él fue lo más cercano a lo que siempre soñé. Tengo 23 años.
El análisis de esta experiencia, casi onírica para ti, puede ayudarte a entender qué te sucede en la vida de pareja. No hay que olvidar lo soñado al despertar, como tampoco hay que renunciar a soñar. Los sueños son metáforas de nuestros deseos, tanto como de nuestro comportamiento ante los mismos.
Son pocos los datos que ofreces de la relación, de modo que solo tú (si lo prefieres, en compañía de un psicólogo) podrías analizarla. Debes tratar de entender cuáles fueron los intereses afines, sus cualidades y el modo de relacionarse que tanto te estremecieron. Aquí están implícitas condiciones que te resultan esenciales para amar.
Llama la atención que aceptaste sin reclamar aunque te dijo que se casaría con otra y no te declaró amor ni otra razón por la cual unirse a ti o llamarte luego. Aquí se expresa un modo de relacionarte con otros que tal vez condicionó este vuelo de alas cortas.
En ocasiones, lo que nos hace soñar también nos mortifica. Es, entonces, tiempo de despertar, analizar, reencontrarnos y tomar decisiones. ¿Qué crees tú?
Mariela Rodríguez Méndez, máster en Psicología Clínica, consejera en ITS y VIH/sida, psicoanalista
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