D.C.: Quiero reducir el tamaño de mi nariz y mi novio amenaza con terminar si lo hago. Otras veces he estado a punto de operarme y me he arrepentido a pesar de tener la aprobación del doctor. Mi mamá dice que soy muy acomplejada, pero solo yo sé lo que estoy pasando. Desde los 12 años me dicen narizona. Mi cabeza está a punto de estallar. Tengo el fuerte impulso de operarme, pero me falta apoyo de las personas que quiero. Tengo 20 años.
La indecisión y el arrepentimiento muestran que aún no estás preparada. Me parece imprescindible que tengas claro de qué te quieres librar. Piensa si no tienes otro modo de lograrlo. Analiza también qué pasaría si luego de operarte no logras lo que esperas. Es comprensible que tu cabeza esté a punto de estallar, si al mutilar tu nariz pones en juego el amor de las personas que más te lo proporcionan por buscar aprobación del mundo.
Cierto que es a ti a quien nombran por una nariz, como si su prominencia fuera capaz de opacar cualquier otra cualidad. Pero por grande que sea esa protuberancia nunca son la nariz, los senos o la grasa abdominal lo que sobra o falta. Esos desajustes suelen ser de orden psicológico aunque en verdad puedan asociarse a nuestro cuerpo: puede sobrar inhibición o faltar aceptación; sobrar crítica y faltar amor. Más aún, suele faltarnos aprender a vivir satisfactoriamente con nuestras «fallas» (de todos, aunque sean vistas de modos diferentes).
Es necesario entender que el médico solo puede cambiar algo en nuestro cuerpo, no la imagen del mismo. Una vez que no tengas esa nariz, puede que para algunos seas «la narizona que se operó» o te sigas sintiendo como «la narizona». ¿Qué harías? Con los equipos de cirujanos suelen trabajar psicólogos competentes que puedes consultar.
Mariela Rodríguez Méndez, máster en Psicología Clínica y psicoanalista.