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Valores humanos, una brújula para trascender

Los valores humanos son principios, cualidades o creencias que una persona o una sociedad consideran importantes y deseables, brújulas que orientan nuestro comportamiento y nuestra forma de relacionarnos con los demás

Autor:

Mileyda Menéndez Dávila

Por mucho que sople el viento,
la montaña no se inclinará ante él. 

                                    Proverbio zen

 

LOS valores humanos son principios, cualidades o creencias que una persona o una sociedad consideran importantes y deseables, brújulas que orientan nuestro comportamiento y nuestra forma de relacionarnos con los demás, pero no son normas impuestas, sino convicciones internas sobre lo que está bien o mal en tu accionar de cada día.

Funcionan como principios jerárquicos, en tanto no tienen igual importancia para cada persona, familia o comunidad: cada quien organiza sus valores en una escala de prioridades según su contexto, y mientras alguien eleva la libertad o la justicia, otros eligen respeto, obediencia, laboriosidad…

También son dinámicos y evolutivos, pues pueden cambiar a lo largo de la vida según tus vivencias, educación, reflexión interna y conocimiento de personas cuyo ejemplo trasciende y te impresionan, de manera positiva o desagradable.

Además, son trascendentales, porque no quedan en necesidades básicas, sino que se enfocan en la realización personal o el bien común; son integradores, porque vividos con coherencia aportan armonía a la sociedad y a sus integrantes, y aunque cada cultura haga sus interpretaciones, pueden considerarse universales, como demuestran los códigos legales, religiosos y filosóficos de todos los tiempos y naciones.

¿CÓMO RECONOCERLOS? 

Las ciencias sociales clasifican como valores éticos o morales a los que rigen nuestra conducta en relación a los demás: honestidad, responsabilidad para asumir los resultados de tus actos; sentido de justicia y equidad; respeto a los derechos y opiniones ajenas y solidaridad, por ejemplo.

A la par, se consideran valores personales o de desarrollo los que guían tu crecimiento, como la integridad o coherencia entre pensar, decir y hacer; humildad para ver limitaciones propias; perseverancia para lograr metas y autodisciplina para controlar impulsos y mantener objetivos a largo plazo.

Entre los valores cívicos (destinados a una convivencia sana) se promueve la paz para evitar conflictos violentos; la tolerancia y aceptación de lo diferente; el cuidado de la vida; la cooperación por un bien común y la lealtad o fidelidad como compromiso hacia personas, grupos e ideales.

Por encima de ellos estarían los valores universales, base de los derechos humanos, como la libertad para actuar y pensar sin coacción; la igualdad ante las leyes y demás personas y la dignidad en todos los procesos de vida, e incluso después.

Estos valores se incorporan en el devenir humano, en el roce con otras personas y con la familia, fuente primaria de su formación, aunque cada sociedad procura siempre incorporar los suyos como marco de referencia al tomar cada decisión, desde las cotidianas hasta las más difíciles.

Gracias a los valores es posible coexistir, actuar de manera cohesionada y pertenecer a parejas, familias y grupos que impulsan proyectos para el bien individual o común; lo cual da sentido a la vida, nos conectan con algo superior a la sobrevivencia diaria y genera propósitos y dirección.

Los valores también fortalecen la identidad y en momentos de crisis nos recuerdan quiénes somos, en qué creemos y por cuáles vías podemos lograr metas sustentables sin renegar de la fe martiana en el mejoramiento humano ni olvidar nuestro compromiso como especie con el planeta que nos sostiene y las generaciones venideras.

En estos tiempos posmodernos, que la socióloga cubana Mayra Espina cataloga de policríticos porque la incertidumbre va más allá de lo económico, lo político, lo cultural o lo ecológico por separado y afecta a todas las naciones y todo tipo de relaciones humanas, es importante reflexionar sobre los valores que nos guían, a veces de manera inconsciente, y a qué intereses sirven las conductas que promueven.

¿Está hoy nuestra especie tan enajenada, exenta de ideales, atropellante y ambiciosa como nos hace ver la industria cultural? ¿En verdad predomina el consumismo y el caos sobre la honestidad o la solidaridad en los seres humanos?

Ciertamente, hay brechas entre lo que consideramos valioso y lo que hacemos (el lenguaje soez y la exacerbación del sexo crudo sobre el amor en la música dan muestra de ello); pero cuando conversas con las personas en su entorno más íntimo afloran ciertos valores como hilo conductor de sus actos.

Por esos se dice que también son herramientas poderosas de cambio social, como demuestran las redes virtuales: si bien hay algoritmos que promueven la banalidad o la intimidación, hay millones de reels, memes o anécdotas que tocan la fibra humana e invitan a sacar lo mejor de ti en cada momento.

Por eso, desde este diario y sus proyectos extensionistas, como Senti2Cuba, apelamos a los valores individuales y de los grupos y comunidades donde actuamos, e invitamos a vivirlos con coherencia en el día tras día para hacerlos realmente virales: una pasión contagiosa que nos define como humanidad.

Encuentros

NOVIEMBRE promete ser un mes de aprendizajes para nuestra plataforma Senti2Cuba. En la primera quincena, visitaremos la filial de la Cátedra del Adulto Mayor en Arrojo Naranjo y una escuela de la enseñanza especial de San Miguel del Padrón y, en la segunda, realizaremos un taller de Tantra y Sexualidad Sagrada, con apoyo de la comunidad de Kundalini Yoga y El Arte de Vivir, y otro sobre las técnicas y principios del BDSM, muchas veces mal entendidos, con sus practicantes y estudiosos en la capital.

Si te interesa participar, o te gustaría llevar nuestros conocimientos a tu centro de trabajo o estudio, tu comunidad o grupo de amistades, escríbenos al 52164148, o contáctanos en las redes sociales.  

En las redes

 

EL ocurrente Abelito compartió este mensaje asertivo en el grupo de Senti2Cuba y acá lo traemos para invitarte a reflexionar sobre el poder invisible de la transformación.

Imagina una barra de hierro de un kilogramo que en su estado bruto vale apenas 100 dólares. Nada extraordinario… hasta que alguien decide transformarla.

Convertida en herraduras, su valor sube a 250 dólares. Si se convierte en agujas de coser, alcanza unos 70 000. Transformada en muelles y engranajes para relojes, su valor se dispara hasta seis millones, y si el mismo hierro se refina para crear componentes láser de alta tecnología, utilizados en chips informáticos, su precio puede superar los 15 000 000 de dólares.

Nada ha cambiado en la esencia del material: solo la forma en que se utiliza el conocimiento, la precisión y la habilidad humana. 

Esta es una metáfora poderosa del valor personal: no se trata de lo que eres en bruto, sino de cómo desarrollas y aplicas tus talentos: cada aprendizaje, cada mejora, cada nueva destreza que dominas, multiplica tu valor de una manera que a menudo ni imaginabas.





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