No hay señales, augurios o preceptos ajenos que digan cuándo hacerlo y cuándo no; debes escuchar a tu propio cuerpo y a tus sentimientos
Te miraré cada día como se
mira el mar por primera vez.
Nerea Delgado
Hacerlo o no hacerlo… esa ya no es la cuestión. Para las nuevas generaciones no hay frenos tan elevados como esperar al matrimonio o a la mayoría de edad, ni siquiera el permiso paterno o el enamoramiento se consideran imprescindibles.
De pronto, sumar el sexo a sus actividades cotidianas es como dejar de usar muñecas o afeitarse: un paso más de crecimiento y desmarque de la niñez. Una «aventura» para probar límites o tener tema de conversación en las redes sociales.
Rara vez se detienen a pensar que, si una relación empieza por el final, no les da tiempo a descubrir la emoción real de compartir fluidos con otro ser o ir más allá de acoplar un cuerpo al suyo. Tampoco llegan a aprender nada de sí o de los demás, y mucho menos de la magia del erotismo, inspiradora de todas las artes y motivo incluso de demasiadas guerras.
«¿El sexo es solo descarga? ¿No hay más? Mis amigas hablan de posturas y cosquillas, o de dónde lo hicieron y la ropa que usaron para tirarla. No hay suspiros ni más emociones que el miedo, antes y después», cuenta una lectora de 16 años, estudiante de Informática y fiel seguidora de nuestro sitio web, por tradición heredada de su abuela y su padre, que coleccionaban las páginas cada sábado y hoy las buscan los miércoles en la versión digital.
Según sus coetáneas, esta chica es una «quedada» porque no eligió a cualquiera de los candidatos a desflorarla en vulgar ceremonia asociada al umbral de los 15 años. «Mis padres son jóvenes y creen en el amor, o al menos en una atracción auténtica antes de hacer algo así, y yo creo en ellos, así que no quise contrariarlos solo por complacer a mis amiguitas… además, muchas historias de la primera vez no me inspiran a hacer algo tan estúpido como “salir de eso”.
«Tampoco me interesa fumar o probar el alcohol, ni hacerme un tatuaje por rebeldía o usar un piercing que me deforme la lengua… Todas han pasado un montón de sustos y disgustos con eso, ¡y yo soy la rara!», escribió en nuestro chat hace pocos días.
Ella no pide un consejo personal, sino una reflexión para compartir en el aula: un pretexto para llevar el tema y ayudar a las demás que tampoco están interesadas en «el salto», pero soportan mal la presión cultural del grupo.
Una vez más, Sexo sentido se enorgullece de esa complicidad, un privilegio mediático para ayudar a pensarnos como seres sexuados y deconstruir barreras en el camino hacia la felicidad, la autonomía y el placer, sin saltar etapas.
Lo primero sería recordar que no vivimos en época de hetairas y geishas, y la virginidad no es joya para vender al mejor postor o cazar fortunas, pero tampoco un sobrante anatómico, un estorbo del que te debas deshacer a prisa para «crecer».
Una ventaja de las adolescentes del siglo XXI es que esa «pieza» dejó de definir nuestra moral y valor de uso como mujeres en la casa o la calle. Pero no es delito conservarla hasta tanto te sientas lista para comenzar. Si le das más valor a no tener himen que a la persona con la que darás el paso, o lo que puedes aprender de ti en ese momento, es que entendiste todo mal respecto a esa conquista femenina.
Mientras no quieras empezar tu vida sexual activa, no lo hagas. No importa la edad que tengas. Y olvídate del asunto de la «prueba de amor», porque tener sexo sin desearlo para satisfacer la duda o el ego ajeno es un rezago cultural y una prueba de inmadurez, no de unión consolidada. Así sí duele y avergüenza, porque estás yendo contra tu natural intuición.
Si ya lo hiciste, bajo presión o por deseo propio, no significa que lo hagas de nuevo con la misma persona o en las siguientes relaciones si no te motiva hacerlo. Cada inicio es una primera vez, y tú eliges cuando estás lista para dar el siguiente paso.
No hay señales, augurios o preceptos ajenos que digan cuándo hacerlo y cuándo no: tienes que escuchar a tu propio cuerpo y tus sentimientos como un todo. El sexo es para todos, pero no es un proceso estándar, y por tanto no necesita semáforos para regular lo que te toca hacer de manera individual.
No pocas veces las mismas chicas que te impulsan a actuar de manera precipitada guardan una historia mediocre de su primera experiencia, y solo están buscando una prueba de que la fantasía existe: una validación ajena de ese cuento de hadas que no les funcionó.
O, en el peor de los casos, ya le perdieron interés al placer físico como una conquista propia y comenzaron a verlo como camino empedrado para lograr otras metas sociales. En casos así, la vida se encarga más adelante de probarles su error y dar nuevas oportunidades para experimentar el susto delicioso de enamorarse y compenetrarse con otro ser al ritmo adecuado. Pero esa será su historia. La tuya puede ser, desde el principio, más agradable y muy diferente.