Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Dejarse llevar

El orgasmo suele ser caprichoso, y los seres humanos voluntariosos. Es usual que creamos que podemos atraerlo con algunas prácticas

Autores:

Mileyda Menéndez Dávila
Mariela Rodríguez Méndez

Condujo más allá del orgasmo, a una dimensión misteriosa donde el amor y la muerte son similares.

Isabel Allende

 

Al máximo placer que conmueve al cuerpo cuando es estimulado eróticamente solemos llamarlo orgasmo. En ese instante, ganan los movimientos involuntarios del cuerpo y el alma. Aparecen muecas, gemidos, y se cierran los ojos, entre otras sorpresas, mientras nos abandonamos a esa sensación deleitosa.

Pero el orgasmo suele ser caprichoso, y los seres humanos voluntariosos. Es usual que creamos que podemos atraerlo con algunas prácticas, como se puede ver en películas o en libros diversos sobre el tema. Sin embargo, el secreto para vivir ese placer es descubrir y continuar lo que nos gusta, por diferente que parezca respecto a esas referencias culturales.

En ocasiones suponemos que podemos acelerarlo o demorarlo a voluntad. Pero la voluntad pone barreras al disfrute. Otras veces nos espantamos al sentir el cosquilleo previo, que puede experimentarse como «raro», y no facilitamos el desenlace. Es ahí cuando vale entregarse a la rareza, a la curiosidad ante lo desconocido.

El orgasmo es un momento particular de la respuesta sexual que requiere deseo, excitación y disfrute sostenidos. En ese proceso hay que ir experimentando y dejarse llevar por lo que se siente bien y pide más: besos, caricias, palabras, olores, sabores, imaginación...

Cada quien a su manera, sin intentar parecerse a nadie, sin sucumbir a prácticas no gratas, sin querer agradar demasiado, sin mucha atención o intención, puede llegar a vivirlo repetidas veces. El hilo conductor es el placer, y si por un momento se va, se retoma en el juego sensual. Si solo nos entregamos a la experiencia, el orgasmo vendrá por nosotros y nos llevará a un viaje singular.

Cuando algo marcha mal, se recomienda volver a conectar poco a poco con lo que nos erotiza y nos gusta. En esos momentos es preciso olvidarse de que la meta es el orgasmo: llegará en el momento preciso, fruto dulce de la entrega al placer mismo.

Es muy común que las mujeres demoren en disfrutarlo al inicio de su vida sexual, o no lleguen a sentir ese clímax sin razón aparente; como es también habitual que muchos hombres precipiten su final y dejen de disfrutar el proceso.

Paulatinamente se van armando modos de acceder a la experiencia única de la sensualidad propia, siguiendo humildemente las pistas de lo que nos gusta, descubriendo cómo responde nuestro cuerpo cuando se baña de placer.

Décadas atrás se debatía si la mujer debía sentir el orgasmo por la vagina o el clítoris, o si tiene que vivirlo siempre. Hoy se sabe que puede experimentarlo por ambas vías y también por la estimulación de sus senos y otras zonas del cuerpo, o escuchando historias eróticas y hasta en el sueño, a solas o acompañada. A unas les gusta más un camino y se quedan con ese. Otras disfrutan todos. Depende de la mujer.

No siempre, no importa

No siempre el orgasmo nos visita. No para todos es importante. No todos somos iguales. No todos los días se siente lo mismo, incluso con la misma persona. Ellos logran excitarse más fácilmente y no siempre controlan sus impulsos. Muchos aprenden a esperar a su pareja y esto les resulta erótico.

Ellas suelen demorar más en excitarse a ese nivel de intensidad, y a veces no lo logran. Aun así, pueden valorar de satisfactoria la relación si hubo amor y placer. Sin embargo, en ocasiones la pareja demanda de ella ese clímax, lo reclama como tributo a su esfuerzo, y tal expectativa merma el placer femenino, que solo llega cuando quiere, no para complacer a alguien más.

También algunos hombres demoran mucho en alcanzar el orgasmo. En ciertos casos ocurre porque se acostumbran a las prácticas solitarias y necesitan ese momento de soledad, con sus rutinas y caminos trillados, para alcanzar una explosión de sensaciones físicas y emocionales.

Si quisiéramos cambiar estos resultados, habría que encontrar modos de disfrute sin las barreras que nuestra mente nos pone. Maneras de bordear los enigmas de lo erótico y arreglarnos con la sorpresa por lo diferente en nosotros mismos y en la otra persona.

Cada quien tiene su estilo, su tiempo, su sentir. Es un trabajo subjetivo entregarse al disfrute y, al mismo tiempo, dar lugar al lazo con lo inesperado en la pareja. Es preciso aceptar nuestro particular modo de gozar y dejarnos conducir por la experiencia hasta sucumbir al clímax.

No siempre resulta fácil llegar a ese acuerdo entre las sensaciones, las respuestas orgánicas, y su interpretación subjetiva como vivencia emocional e intelectual.

Por eso algunas personas pueden necesitar ir a consultas de sicología, sexología, sicoanálisis... o dialogar con un grupo multidisciplinario que le facilite entender ese proceso único.   Si es tu caso, no dudes en buscar esa ayuda profesional con alguien que te proporcione claves para el encuentro con un disfrute que sorprende y atrapa.

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