El corazón tiene razones que la razón no entiende
«Su novia le destrozó el corazón», dice la chica a una amiga mientras contemplan al joven sentado en una esquina con aire melancólico. «Llevaban juntos meses y todo parecía feliz, pero la familia de ella se va a otra provincia y no le dijeron nada a él: lo dejaron ilusionarse para ahora romper la relación».
Pudiera pensarse que perder un amor de adolescencia no es grave, pero no siempre es así. Hay personas muy sensibles, o muy dependientes de quienes consideran el centro de su vida, y el proceso de dejarles ir resulta doloroso en grado extremo.
Se reportan incluso casos del llamado Síndrome de Corazón Roto (SCR): una condición cardiaca transitoria que se desata, entre otras causas, por un estrés emocional muy intenso. En tal situación el dolor es realmente físico, con falta de aire o taquicardias, y es importante tomarlo en serio porque puede confundirse con un infarto u otras patologías severas.
Perder la seguridad material y espiritual que una relación reporta puede ser un tornado en la vida de cualquiera a cualquier edad. Y aunque cabría pensar que la muerte es lo peor que puede pasarle a un ser querido, hay quienes vivencian la ruptura como mucho peor, porque tendrán que reajustar su vida sin dejar de ver a esa persona (sobre todo si compartían estudios o empleo) y constatar sus momentos de felicidad o conflicto, incluso su eventual relación con alguien más.
Si no se tienen herramientas adecuadas, la experiencia puede resultar agónica y expresarse a través de malestares físicos. En alceapsicología.com se explica que este dolor sicológico estremece el organismo, pero hay claves para superarlo de forma sana, sin que el espíritu o la salud se quiebren, viéndolo como un trauma del que es necesario recuperarse.
Los estudios científicos demuestran que el malestar tras la ruptura es una sensación objetiva y física que implica potentes cambios a nivel cerebral, y sus manifestaciones se parecen a los síntomas de abstinencia asociados a detener el consumo de sustancias adictivas: angustia, ansiedad, pensamientos obsesivos, dolores reales en el cuerpo…
Al sentirnos abatidos por la separación, los pensamientos giran en torno al otro, «imaginamos lo que hace, le echamos intensamente de menos y hasta puede que tengamos tentaciones de contactarle y reavivar las esperanzas», detalla el sitio. Otras secuelas que reporta son bien conocidas: sensación de fracaso, cansancio tras haber intentado todo, desorientación…
Un elemento importante es que también sufre quien toma la decisión de romper, porque a los ojos del mundo cargará con la culpa e interiormente puede sentir dudas o arrepentimiento. De igual modo se afectan otras personas cercanas, como familiares y amistades, porque nuestro dolor genera una empatía natural en quienes amamos, y porque a veces es preciso «tomar partido» y eso impacta en sus vidas también.
Otro elemento significativo es que la vida no para, y aun en medio de esa turbulencia hay cambios estructurales, de hábito y ambiente, y decisiones importantes a tomar, incluso legales. También la identidad debe acomodarse, el modo en que nos vemos y proyectamos como «nuevamente disponibles», pues lo que se daba por hecho, como la compañía o el placer sexual, es necesario empezar a gestionarlo de otro modo.
Para incorporar esos cambios el duelo pasa por varias etapas, que no es bueno ignorar porque la herida «cierra en falso» y podemos dañarnos más, o a otras personas. Cada quien tiene un ritmo de recuperación, y por mucho que quieran ayudarnos, los demás deben respetarlo.
Las etapas generales son cuatro: shock emocional, negación, etapa emocional y recuperación. Cada una dura un tiempo diferente para cada persona y relación. La madurez influye, pero nadie está exento de vivirlas y superarlas.
El shock y la negación se explican por sí solas. En la primera puede afectarse el sueño, hay confusión, sensación de bloqueo, momentos de pánico, intentos de que todo siga como antes. En ese estado no es bueno tomar grandes decisiones sobre otras áreas de la vida, y las demás personas no deben presionarnos para salir de ahí hasta que no se asimile el golpe emocional.
En la segunda cuesta mucho contactar con emociones profundas. Hay quienes buscan señales de esperanzas o pretextos para acercarse, y quienes hacen ver que todo pasó y tratan de mantener nuevas relaciones íntimas, hasta con personas que en otras circunstancias rechazarían.
La gente alrededor se da cuenta de su negación, pero es por gusto intentar «abrirle los ojos». Esa convicción llegará por sí sola en el momento adecuado.
No se trata de un autoengaño, sino de una tregua emocional para reorganizar la cotidianidad y recuperar fuerzas para las etapas siguientes, de las que te hablaremos la semana próxima.