Como en un naufragio, es válido buscar balsas para sobrevivir, como valorar más la propia vida, la salud y a las personas en nuestra vida. Lograrlo se convertirá en el mejor oxígeno para que el actual contexto sea historia lo antes posible
La vida es todo lo agradable que se lo permitas.
Charles Bukowski
La espirituana Elizabet Castiñeira siente que el paso del tiempo ha cambiado su ritmo. Duerme pocas horas y ya olvidó la sensación de hacerlo a pierna suelta. Para realizar los quehaceres domésticos, prácticamente se obliga. Prefiere tirarse en el sofá y mirar desde su balcón las hojas en las copas de los árboles.
Su esposo, Heriberto Pérez, tampoco es el mismo. Incluso sentado frente a la televisión su mente se pierde. En sus escasas salidas siente como si el pecho galopara desenfrenado. Solo al regresar, bañarse y desinfectarse prácticamente todo el cuerpo con solución antibacteriana, retorna a la tranquilidad.
Ambos temen descolgar el teléfono cuando suena: demasiadas malas noticias en las últimas jornadas; familiares y amigos fallecidos, una prima por más de una semana en estado crítico, el cierre de la escalera por vecinos enfermos… Demasiado dolor los acompaña.
«La COVID-19 nos ha cambiado la vida», sentencia el Doctor en Ciencias Sicológicas Alexis Lorenzo Ruiz, quien ha seguido de cerca el comportamiento humano desde que en Cuba plantó bandera la epidemia, trastocando hábitos y conductas sociales.
«Las secuelas sicológicas ante una situación como la que vivimos no son sinónimo de enfermedad o trastorno. Son formas de manifestarse nuestros mecanismos de defensa, sobre todo nuestra capacidad de afrontar y adaptarnos a un contexto tan difícil».
Diversas como la propia vida se evidencian esas huellas, seguidas con lupa por la ciencia, tanto nacional como internacional, para que sus profesionales nos acompañen con el consejo oportuno y seamos capaces de sobreponernos a las adversidades diarias.
«La mayor secuela es la incertidumbre: no poder determinar cuándo se acabarán el confinamiento y las regulaciones. Sus expresiones pueden ser a corto, mediano y largo plazos, según la preparación previa, la edad, el contexto… Ningún ser humano es igual a otro», afirma el también presidente de la Sociedad Cubana de Sicología (SCP).
Entre las manifestaciones más comunes están la angustia y la ansiedad, asociadas a mecanismos de la sensopercepción: «Eso puede generar insomnio, terror nocturno, falta de apetito… y se refleja en las relaciones interpersonales. En la casa, donde conviven a veces varias generaciones y se está la mayor parte del tiempo desde hace más de un año, se perciben muchos cambios.
«Como las cifras de fallecidos y contagiados son más numerosas han aparecido personas con miedo exacerbado. Otras pierden con facilidad el autocontrol. Otras están tristes, deprimidas, con muestras de irritabilidad y agresividad, aunque cuando se percatan piden disculpas porque reconocen la situación generada».
Esta otra cara de la COVID-19 precisa voltearse con inmediatez. Como en un naufragio, es válido buscar balsas para sobrevivir, como valorar más la propia vida, la salud y a las personas en nuestra vida. Lograrlo se convertirá en el mejor oxígeno para que el actual contexto sea historia lo antes posible.
«Cuando sientas que el malestar es más fuerte que el bienestar, o que se pierde el control, lo primero es conversarlo con los seres más significativos. La estancia en el hogar es un buen escenario. No podemos olvidar que a las preocupaciones por la pandemia se suman otras, a las que antes prestábamos menos atención por estar centrados en los estudios o las responsabilidades laborales.
«Recomendamos leer, practicar ejercicios, realizar manualidades y aprovechar los casi extinguidos juegos de mesa, sumando a niños y niñas, grupo al que no podemos perder de vista. Si aun así no logras salir de ese malestar sicológico, tienes que buscar ayuda.
«Para la familia cubana esa acción es elemental. Aunque hoy las consultas no están funcionando, sicólogos y siquiatras del país hemos estado activos a través de la telefonía, grupos de WhatsApp y otras redes para acompañar a quienes solicitan ayuda», asevera.
En el perfil de Facebook de la SCP se publican consejos que pueden aliviar las tensiones. Una de las iniciativas más seguidas es Santiago se levanta, grupo de apoyo sicosocial para dar respuesta a las demandas de orientación y apoyo ante la pandemia.
«Tenemos más de 19 500 profesionales. Muchos están en zonas rojas, en consultas multidisciplinarias pos-COVID, en grupos comunitarios y procesos de vacunación…», detalla Lorenzo Ruiz. «En Holguín se ha puesto en práctica un protocolo de seguridad sicológica para preparar, acompañar, capacitar y supervisar el desempeño de los equipos de Salud en la atención a las personas graves. Afortunadamente se ha extendido la experiencia a otros territorios, lo cual permite al personal de Salud amortiguar las molestias y fomentar su eficacia y eficiencia», añadió.
Con cada propuesta intentan potenciar la cultura de la autoayuda y el autocuidado, una especie —como define el también profesor universitario— de vacuna sicológica para el individuo, la pareja, la familia y la sociedad.