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Confía en tu intuición

Cuando haces un balance de tu vida, descubres que los mejores momentos casi nunca son planeados. De hecho, puede que algunas sorpresas te incomoden al principio, pero si sigues tu voz interior el final resulta muy favorable a tus designios

 

Autor:

Mileyda Menéndez Dávila

El humor, el sexo y el pensamiento son actividades en las que todos se saben competentes.

Edward de Bono

«El hombre que sea completamente lógico —totalmente cuerdo, siempre cuerdo, sin que nunca se permita nada ilógico en su vida— es un loco». Así opinaba Osho, filósofo de origen hindú cuyas valoraciones de la esencia humana se hicieron muy populares en Occidente a mediados del siglo XX.

«La cordura necesita ser equilibrada con un toque de locura porque la armonía surge en ese encuentro de opuestos: quien trata de ser solo racional vive de forma irracional y va a perderse muchas cosas», asevera: Especialmente la belleza inesperada que da sentido a la naturaleza, la exterior y la interior de cada ser humano, capaz de amar lo insólito tanto como lo rutinario, e incluso lo aparentemente tedioso, si es nutritivo para el alma y el cuerpo.

Cuando haces un balance de tu vida, descubres que los mejores momentos casi nunca son planeados. De hecho, puede que algunas sorpresas te incomoden al principio, pero si sigues tu voz interior el final resulta muy favorable a tus designios, y si te escuchas con honestidad es posible crecer hasta en medio de la rabia más grande, y refrenar la euforia ante una señal de juiciosa autocontención.

Esa sabiduría intuitiva es superior a los instintos básicos que nos compulsan a alimentarnos, huir, pelear o tener sexo para sobrevivir como individuos y especie. Es un refinado mecanismo de la conciencia, y más aún de su amplísimo bagaje inconsciente, imprescindible para trascender el curso mundano de las relaciones y hacer de cada encuentro humano una obra de arte, especialmente si involucra emociones tan potentes como el amor, la admiración y la empatía, tan necesarias para justificar ese modo aleatorio en que un «algo» inexplicable nos agrupa o aleja.

Don de elección

No es posible describir los recursos de la intuición solo desde la Bioquímica o la Sicología. La Antropología y otras ciencias también se acercan con respeto a ese don humano, y hasta la Cibernética intenta desentrañarlo para dotar a las máquinas de cierta capacidad de sentir, analizar y crear al mismo tiempo, y sobre todo de escoger a cada instante entre cientos de opciones, no la más conveniente por racional o satisfactoria a corto plazo, sino la más adecuada para ti y los seres que te importan, incluso si no han nacido o ya no están, pero eliges honrarlos con tus decisiones.

Y no es que nos avergoncemos del estrato animal que nos sustenta o que ese don sentipensante nos coloque por encima de las otras especies: si acaso nos hace responsables por ese equilibrio que supuestamente entendemos a mayor escala, porque el instinto «te hace hacer cosas, te fuerza a hacer cosas incluso contra tu deseo, y el intelecto te ayuda a encontrar el camino para hacer o no hacer tales cosas».

Ambos son parte de ti y la naturaleza nunca concede nada sin una razón, reflexiona Osho, más interesado en construir ahora mismo una conciencia libre que un hipotético paraíso, al que llegaríamos culpables de reprimir esa voz en nombre de algunas convenciones racionales que no garantizan la paz ni siquiera para sus más estrictos defensores.

La intuición es ese salto cuántico que te hace ver las cosas como son, no como alguien más las diseñó para ti (o para otros hace milenios); incluso las intangibles, como el amor, la esperanza, los derechos o la razón.

«El día en que te enamoras no hay distancia. Solo sorpresa, encanto, excitación, éxtasis… pero no hay conocimiento, por tanto, no hay nada que separe o divida», explica Osho.

Bastan unas horas para crear un pasado y dejar huellas que borren el misterio, o para registrar patrones que pueden ser peligrosos, porque tu intelecto sabe a dónde conducen, tu instinto sugiere correr y solo tu intuición invita a quedar en calma, observar, ser flexible y darte permiso para ser feliz y transformar el único punto en común de todas las historias, que es tu propia manera de reaccionar ante las cosas que no puedes controlar, ¡y hay tanto de eso fuera de tu cerebro!

No importan la edad, el contexto o los recursos de vida. En asuntos del alma hay algo más que hormonas inundando tus células y restricción social vibrando en el ambiente: inteligencia emocional, corazonada, intuición, inspiración divina… Llámala como quieras, pero escucha esa voz, aunque no luzca cuerda, porque será la única en acompañarte siempre, cualesquiera sean las consecuencias de tus actos.

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