Si difícil resulta ejercer la paternidad mientras la prole está en las primeras etapas de la vida, el reto se magnifica cuando alcanzan la adolescencia
La sabiduría
no se traspasa, se aprende.
Proverbio árabe
Si difícil resulta ejercer la paternidad mientras la prole está en las primeras etapas de la vida, el reto se magnifica cuando alcanzan la adolescencia y comienzan a cuestionarse no solo sus concepciones del mundo, sino especialmente la autoridad familiar.
Como la madre es quien más tiempo les dedica, suele ser ella quien detecta más rápido esos cambios; pero no siempre sabe cómo reaccionar ni qué rol debe desempeñar el padre en el proceso de adaptación a la nueva realidad.
En el artículo La comunicación intrafamiliar en torno a la sexualidad entre adolescentes y figuras parentales, compilado en el libro Reflexiones y miradas sobre la sexualidad en la infancia, adolescencia y juventud (editado por el Cenesex), se plantea que las discrepancias entre ambas generaciones son consecuencia de las insuficientes habilidades de la parte adulta para establecer el diálogo, sobre todo porque insisten en darles un trato infantil autoritario cuando este ya no procede.
Tradicionalmente se pone a las chicas el mayor coto, pero también a los varones se les restringe el espacio para expresar sus temores y adquirir herramientas con las cuales planificar su potencial capacidad reproductiva, por lo que no pocos devienen padres cumpliendo el mandato de «ser hombre», sin reflexionar antes sobre esa posibilidad.
Mirtha Cucco, experta argentina en educación familiar, sugiere estimular una paternidad en positivo, que entre otras cosas implica inspirar confianza mediante la escucha atenta e interpretar las demandas de los chicos en su contexto, tan distinto al vivido por ese padre décadas atrás.
Se trata de preparar a los hijos para el camino, más que el camino para los hijos, como insisten erradamente quienes inculcan miedo o justificación en lugar de responsabilidad.
Para ese cambio de paradigmas no hay que esperar grandes momentos. El quid está en salvar juntos los obstáculos cotidianos y luego instarlos a hacerlo sin nosotros y sin sentir que por eso nos están traicionando.
Desde hace dos décadas en nuestro país existen espacios de consejería sicológica, de salud y jurídica para quienes asumen esa importante tarea de ser papá. En la mayoría de los municipios se puede acceder además a materiales didácticos en las casas de Orientación a la Familia o en los Centros Comunitarios de Salud Mental.
El Cenesex tributa a este afán mediante las jornadas Maternidad y Paternidad, iguales en derechos y responsabilidades, que desde hace tres años de desarrollan entre el Día del amor y la amistad y el Día de los padres. En 2018 se sumaron a 14 organismos e instituciones para materializar más de 50 acciones de capacitación e intervención en las escuelas, los servicios de salud, los hogares maternos y las consultas de planificación familiar de todo el país.
Otras iniciativas ciudadanas, como la Red Iberoamericana y Africana de Masculinidades, y la Plataforma de Hombres por la No Violencia, apuestan por la promoción de una cultura de paz que les permita ser mejores padres, en tanto seres capaces de crecer sensibilizados con las diferencias sin sentir que estas cuestionan su masculinidad.
Ser padre no es cooperar porque la madre reclama o por sentimientos de culpa: es compartir el peso del hogar y sentirlo como propio, tanto en los buenos como en los malos momentos.
Incluso, si no viven juntos, un hombre debe abrazar y besar a menudo a sus descendientes para validarlos, arroparlos y ayudarlos a crecer seguros y confiados. De ahí el eslogan de permanente vigencia: Lo importante no es decirles a tus hijos que los quieres, es que también se lo demuestres.
La ternura es el camino expedito hacia una correcta formación del llamado instinto paternal. Un niño carente de expresiones afectivas se convierte en un adulto con baja autoestima que difícilmente aprenderá a ser un buen papá, condición que se labra con voluntad y autocuidados desde la etapa preconcepcional y luego exige mucha atención durante la convivencia para no transmitirle enfermedades y hábitos tóxicos prevenibles.