La exposición Sex in the city, abierta al público en la galería habanera La Acacia, propone un acercamiento a la visión que destacados artistas de la plástica de diversas especialidades, tendencias, géneros y generaciones tienen acerca del homoerotismo
En los museos y galerías suelen verse jóvenes de vez en vez, sobre todo universitarios vinculados a carreras de arte, artistas que aprecian el trabajo de sus colegas y aficionados. Sin embargo dista de ser, lamentablemente, una práctica mayoritaria.
Por eso resulta una ilustre excepción la acogida que ha dado un público de los más diversos estratos, niveles culturales, preferencias eróticas y otros índices a la exposición Sex in the city, que desde hace unas semanas mantiene en perenne flujo la galería La Acacia, sita en San José no. 114, en Centro Habana.
La noche inaugural pensé que junto a aquel recinto habían situado una discoteca o algo parecido: la multitud inundaba la calle, y tras abrirse las puertas se hizo apenas posible no ya valorar la exposición, sino incluso transitar por sus pasillos, de modo que tuve que volver al otro día.
Curada por el crítico de arte Píter Ortega, Sex in… responde a la visión que destacados artistas de la plástica de diversas especialidades, tendencias, géneros y generaciones tienen acerca del homoerotismo:
«Escogí autores que habitualmente abordan dicho universo erótico, y a otros que nunca habían incursionado en él les presenté el tópico a modo de provocación. Como era de suponer no todos accedieron. Algunos alegaron que, al ser heterosexuales, no se sentían con el derecho de hablar por los “otros” o que les parecía un tema demasiado delicado.
«Otra exigencia curatorial se encaminó a explorar esa zona vaga e imprecisa en que lo erótico y lo porno casi se funden, sehibridan, tienden a desdibujar sus fronteras. Quizá porque, al ser un tema tan pletórico de tabúes y recelos en la recepción, creíque la operatoria más efectiva era irle de frente al espectador, sin miedo.
«En ese aspecto las respuestas de los creadores fueron también muy disímiles: unos presentaron trabajos desde una explicitud sexual bien descarnada; otros no se atrevieron a tanto y apostaron por la sutileza, la elipsis, pero siempre desde obras de marcada calidad y consistencia».
Roberto Fabelo, Rocío García, Humberto García, René Peña, Tai Ma Campos, Lancelot Alonso, Stainless, Carlos Ernesto García y William Acosta son algunos de los que respondieron afirmativamente. Hoy sus obras diseñan las paredes de La Acacia, donde fotografías, pinturas, videos, instalaciones y performances «asaltan» a los —muchas veces— asombrados visitantes, como el acto de aquellas dos muchachas que la primera noche yacían en el piso envueltas en nylon, clara metáfora performativa sobre los prejuicios que ahogan (o lo intentan) esa manera de amar.
Los villaclareños Fabián del Campo y Loida Grandall, de 26 y 21 años, fueron de los primeros entusiastas en visitar la exposición. Aprovecharon un viaje a la capital y, avisados por unos amigos, se llegaron a la galería: «No conocía profundamente estos temas de los que se habla tanto hoy», dice él, recién graduado en Telecomunicaciones.
«Me parece excelente que el arte cubano los refleje desde firmas respetables. Hay cosas que me gustan más que otras, pero el hecho de que exista una exposición así me parece no solo valiente sino necesario; sobre todo para las nuevas generaciones, donde hay mucho prejuicio y desconocimiento».
Su novia, estudiante de Socioculturales, matiza: «Me parece que el panorama carga la mano sobre todo en lo explícito, directo y hasta burdo. Tengo amigos y colegas homosexuales que siempre insisten —y lo aprecio yo misma— en que ellos también se enamoran y son capaces de los más hermosos gestos, lo cual, sinceramente, echo de menos aquí».
El crítico y dramaturgo Norge Espinosa, uno de los más antiguos activistas del tema dentro del imaginario cultural cubano, comentó para JR: «Como una muestra de lo que hay, lo que se deja ver y también lo que falta en nuestras artes plásticas alrededor del tema siempre controvertido del sexo, y aún más del homoerotismo, Sex in the city funciona como un acto de provocación, un golpe de efecto. El visitante avisado logrará penetrar más allá de esa primera impresión, y saldrá con una renovada agenda de preguntas».
Ese es el principal valor de este arco en el que Píter Ortega combina cuerpos, deseos, anhelos y una geografía —más o menos— secreta de la capital. Alguna vez Abilio Estévez nos dijo que «La Habana son los cuerpos», y de eso habla Sex in the city, reinventando una ciudad y un país desde la imagen del deseo que mira en cuerpos semejantes.
«Cuando pase el tiempo, recordaremos que en esta galería se exhibieron obras atrevidas, sutiles, desafiantes, más felices unas que otras, alrededor de ese núcleo de seducción que será siempre el cuerpo y su reto a cualquier noción estrecha de pasión, cruce o libertades».
Liudmila del Valle, estudiante de Arte y fotógrafa aficionada, cree que la importancia y utilidad de una exposición como esta es incuestionable, pero tiene sus reservas: «Predomina una mirada enfáticamente masculina; yo diría que falocéntrica (también literalmente). Te aseguro que pudo estar mucho más presente la mujer, en tanto sujeto y objeto. Por mucho que se trate de la diversidad sexual, con tales enfoques sigue arrastrándose una concepción machista e incluso tradicional de estos asuntos».
Para Lázaro Jesús González, estudiante de Periodismo, la exposición resulta «muy oportuna en tanto logra visualizar distintas miradas sobre el fenómeno en todas sus facetas y marca la importancia del componente erótico en cualquier relación, temáticas que lógicamente resultan novedosas».
El fotógrafo, profesor y curador Ramón Cabrales expresa: «Es una exposición que seguramente chocará a algunas personas, pero el arte está hecho para todos, y quienes estén más relacionados con lo posmoderno no se asustarán ante estas imágenes provocadoras e intolerantes… o tolerantes, llenas de lo que hasta hace poco fue tabú; esa mezcla de géneros, estilos y soportes tradicionales con otros que no lo son…
«El homoerotismo, no olvidemos, estuvo presente en el arte desde la antigüedad, y ha sido, afortunadamente, rescatado. Vivimos momentos de cambios económicos, políticos y sociales, y el curador sabe que una manera de corroborar esos cambios está en el arte. Hay que comenzar a ver la homosexualidad como parte del mundo, y no solo como otra preferencia sexual, sino como un complejo espacio de sentimientos, cariño y comprensión entre dos personas. Cuando la sociedad logre interiorizar eso, entonces ese marco de promiscuidad al que han sido condenados desaparecerá, para el bien de todos», enfatizó.