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Galanteos: el primer paso

El cortejo es una de las «misiones» más difíciles de la pubertad. Aún pesan estereotipos, pero se observan cambios en los roles de varones y muchachas

Autor:

Mileyda Menéndez Dávila

Reinier, 15 años: «Antes era más fácil enamorar a las chicas. Mi abuelo dice que uno podía organizar la conquista a su antojo mientras ella esperaba. Si acaso te daba pistas con la mirada, el abanico o cosas así… Ahora ellas toman la iniciativa y si te pones bobo te dicen a la cara: “Tú me gustas; ¿podemos estar?”. A algunos hombres les encanta eso, pero a mí me criaron a la antigua y si ella no se hace ‘la dura’ pierdo el interés».

Maydel, 17 años: «Ya he tenido varios pretendientes y solo a uno se le ocurrió regalarme una flor. Lo peor es que mis amigas del preuniversitario se burlaron de su romanticismo. Para ellas la cosa no sirve si no hay una invitación a comer o bailar, o si no ofrece algún regalo… No todas son así, pero mucha gente de más edad nos dice que si te haces de azúcar te comen las hormigas, sobre todo en esta época en que las parejas procuran tener sexo al poco tiempo de estar juntos. Ellos aprenden a galantear con promesas materiales y una ve raro lo demás, pero a la vez lo extraña… ¡Se ve tan bonito en las novelas!».

Leysel, 14 años: ¿Enamorar a una muchacha? ¡Qué va, si yo soy supertímido! Lo que me salva es que no soy tan feo y tengo mi gracia para hacer cuentos: las chiquitas se interesan por mí y los amigos me ayudan haciendo de Cupidos modernos. Prefiero que ellas tomen la iniciativa, para ir al seguro y no pasar pena. Se ven lindas así, coquetas y seguras de sí mismas, pero cuando ya las amarraste no quieres ni que se rían con otros. Y la verdad es que no me duran las novias, porque no soy fresco: aunque digan no querer sexo muy pronto están todo el tiempo esperando que se lo pidas. ¡Quién las entiende!».

Roles más flexibles

A pesar de los avances, el galanteo entre púberes no escapa a la desigualdad de género, asegura la licenciada Keytel García Rodríguez, autora de una investigación en la que se muestran las actuales contradicciones entre el imaginario popular sobre el cortejo (que asigna a los varones el rol activo y protagónico del asunto) y una realidad más variopinta.

Las nuevas hornadas de adolescentes no son tan rígidas en sus roles: cada género desarrolla estrategias propias para el cortejo, aún signadas por estereotipos, pero más flexibles.

Con ella coinciden varios entrevistados de Sexo Sentido: la mayoría de las muchachas seducen con la mirada, insinúan espacios de acercamiento, pero sus mensajes son a veces ambiguos. Cuando ellos se lanzan no siempre son aceptados y eso los confunde. Los límites entre amistad y relación son más difusos.

Otra conclusión de la investigadora es que las muchachas se involucran más en el flirteo mientras los varones tienden a resguardarse emocionalmente, a mantener distancia, a pesar de exigir valores asignados tradicionalmente a la relación como la exclusividad femenina en el noviazgo.

No son mirlos blancos

Carla, 13 años: «Hoy es difícil saber quién te quiere para algo serio y quién solo pretende “descargar”. Mi hermano es seis años mayor que yo y me aconseja que no acepte promesas de desconocidos ni me deje envolver en las fiestas: si alguien quiere ser mi novio, que me busque de día para conocerlo bien. A él y a su familia», insiste.

«Mi tía dice que soy “un mirlo blanco”, pero conozco a muchas como yo, y también a varones que se dan a respetar. Ni creo en eso de hacer “el papel de hombre” ni en que la mujer tiene que darse a rogar por gusto. Es verdad que en estos tiempos somos más libres sexualmente, pero si se nos enseña bien sabremos usar mejor esa libertad».

Danger, 18 años: «¿Si me gusta alguien…? No se lo digo abiertamente para que no me crea un atrevido o que le estoy faltando el respeto. Siempre hay códigos, modos de saber si esa persona está dispuesta a vivir una experiencia contigo y a llegar hasta donde se quiera llegar.

«Prefiero el galanteo discreto, y además no busco siempre sexo, porque a nuestra edad puede gustarnos mucha gente, mayor o menor, pero no con todas hay que probar suerte.

«La sociedad es más comprensiva ahora, pero siempre hay prejuicios. Es curioso, pero tengo amigos que se burlan; dicen que el hombre debe ser atrevido, cualquiera que sea su orientación sexual, pero yo prefiero crear un lazo emocional primero. No me interesan los cuerpos vacíos: no me dan placer».

Alejandro, 19 años: «Quien diga que no sabe cómo son los adolescentes es porque no ve las series televisivas, tanto cubanas como extranjeras. Es verdad que de ahí copiamos modas y formas de hablar no siempre correctas, pero también reflexionamos sobre lo que les pasa a sus protagonistas y aprendemos valores propios de nuestra edad que luego llevamos a la práctica.

«Los malos ejemplos ayudan a saber lo que no queremos para nuestra vida. No he enamorado a ninguna muchacha todavía, porque no tengo apuro. Ahora tengo otras prioridades. Estoy esperando la que de verdad me interese para no arrepentirme luego por lo que dejé de hacer».

Yoan, 16 años: «Si la mujer que me gusta da el primer paso, para mí está bien. Yo creo en el amor, aunque suene fuera de moda, y no me interesa competir con nadie por ver quién acumula más novias en corto tiempo. Eso no es maduro. Además, no van lejos los de alante si los demás enamoran bien. Lo que importa al final es sentirse a gusto, ¿no es cierto?».

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