Singulares incendios registrados en Reino Unido alimentados por teorías de la conspiración evidencian la importancia de verificar hechos y mantener el sentido común frente a la pandemia provocada por el SARS-CoV-2
Las teorías de la conspiración son fenómenos generalmente inofensivos que se apuntalan en cuestiones circunstanciales para generar preguntas que, muchas veces, no tienen respuesta. Así, siembran la duda en torno a un tema y generan debates que, en esta era de internet en todos lados, se hacen interminables.
Sin embargo, cuando una de estas teorías provoca consecuencias en el tejido social, ya puede calificarse de peligrosa. Esto es lo que sucede ahora mismo en Reino Unido, donde varios mástiles con transmisores 5G han sido quemados en algunas ciudades, hechos que se vinculan a un maligno rumor que se extiende como la pólvora en las redes, aprovechando la histeria social generada por el SARS-CoV-2.
Según los «conspirólogos», el despliegue de la quinta generación de tecnología de transmisión de datos móviles, o 5G, está vinculado a la pandemia de la COVID-19, lo cual ha desembocado en la quema de transmisores, una muestra del pánico motivado por la epidemia.
Los rumores y las teorías de conspiración sobre un vínculo entre el lanzamiento de la 5G y la propagación del coronavirus se han extendido principalmente a través de las redes sociales. Existen grupos en Facebook y Nextdoor, en los que miles de miembros repiten afirmaciones falsas y engañosas de que la 5G es supuestamente perjudicial.
La teoría afirma que el nuevo coronavirus se originó en Wuhan porque la ciudad china había lanzado recientemente la 5G. Supuestamente ahora se ha extendido a otras ciudades que también usan esta tecnología.
Es el bulo de moda en las redes sociales por estos días, luego de que fuera desmontado otro, mediante el cual se afirmaba que el virus SARS-CoV-2 había sido creado con oscuros fines geopolíticos. En este último caso la teoría se desmorona con un estudio titulado El origen proximal del coronavirus, publicado en la revista Nature Medicine.
La investigación compara la secuencia de ácido ribonucleico de este microrganismo con el de otros coronavirus como el SARS y el MERS, y basa sus conclusiones en las características de una proteína llamada spike (espiga en español). Dicha espiga se encuentra en el envoltorio externo del virus y posee una suerte de garfio mediante el cual se acopla a las células humanas. Esta «habilidad» del patógeno es esencial en su capacidad para infectar a las personas, una de sus características más perjudiciales. Y es tan perfecta, según el estudio, que «lo más probable es que sea producto de la selección natural (...) una robusta evidencia de que el SARS-CoV-2 no es producto de una manipulación interesada». En el mismo sentido, e incluso más categórico, se pronunció en La Repubblica, publicación italiana, el investigador Kristian Andersen, del Scripps Research Institute, en Florida, Estados Unidos: «Confrontando los datos genéricos disponibles hoy de los diversos tipos de coronavirus, podemos afirmar resueltamente que el SARS-CoV-2 es resultado de procesos naturales».
En el caso de la teoría que vincula a la 5G con el nuevo coronavirus, no hay más que investigar las propiedades de esta nueva tecnología, llamada así porque es la quinta generación de redes de telefonía móvil, pensada para multiplicar por diez la velocidad de conexión de nuestros dispositivos portátiles.
Quienes defienden la teoría afirman que la 5G debilita el sistema inmunológico, emitiendo radiación dañina y, por tanto, facilitando la entrada del coronavirus en el organismo. Agregan, asimismo, que los virus utilizan las ondas de radio para comunicarse.
El primer «argumento» se derrumba cuando miramos al espectro radioeléctrico. En su extremo de baja frecuencia encontramos las citadas ondas de radio que emplea la 5G. Por tanto, esta tecnología no produce radiación ionizante y no daña el ADN humano, lo que en cambio sí hacen otras frecuencias como los rayos X o la luz ultravioleta, responsabilizadas de causar enfermedades como el cáncer.
De acuerdo con el diario AS, «la radiación emitida por las ondas de radio está a un nivel similar a la que producen los televisores y la luz natural. Cierto es que esta nueva generación está un poco por encima de sus predecesoras en este tipo de emisiones. Como también es cierto que, según Ofcom —el regulador de las telecomunicaciones en Reino Unido—, el máximo que puede llegar a generar está 66 veces por debajo del límite de seguridad.
El Departamento de Salud de Inglaterra añade que la 5G «no debería tener consecuencias para la salud pública» y la Organización Mundial de la Salud ha incluido la 5G en el epígrafe 2B de carcinógenos. Es decir, entre los que no está probado que puedan producir cáncer. Según esa clasificación, sería tan potencialmente cancerígena como el café.
El segundo argumento es pura fantasía, en tanto que no hay ningún estudio que apunte en esa dirección. Sí los hay, en cambio, que admiten que esa comunicación a través de ondas de radio podría darse entre bacterias (en ningún caso entre distintos virus). Por ejemplo, existe un estudio elaborado por un grupo al mando de Allan Widom en la Northeastern University, en Boston, Estados Unidos, cuyas conclusiones han sido discutidas por el prestigioso Instituto Tecnológico de Massachusetts.
A pesar de toda la evidencia que desmonta esta burda teoría conspirativa que relaciona la 5G con el SARS-CoV-2, territorios de Reino Unido como Birmingham, Liverpool y Melling han sido escenario de incendios en torres celulares durante los últimos días.
El Departamento de Digital, Cultura, Medios y Deporte de Reino Unido tuiteó que «no hay absolutamente ninguna evidencia creíble» de un vínculo para lo que plantea la teoría conspirativa, mientras que el organismo comercial Mobile UK dijo que tales rumores y teorías de conspiración eran «preocupantes».
Los operadores de telecomunicaciones de Reino Unido ahora creen que los ataques socavan la seguridad de la nación. De acuerdo con un tuit del director ejecutivo de Vodafone en ese país, «esto es ahora una cuestión de seguridad nacional. La policía y las autoridades antiterroristas están investigando».
Se han registrado hechos, incluso, de acoso a trabajadores de operadoras de telecomunicaciones mientras desplegaban cables de fibra óptica, tal y como lo atestigua un video difundido también en Twitter por un reportero de la BBC.
Lo cierto es que Irán, por ejemplo, se encuentra entre las naciones más afectadas por el nuevo coronavirus, y allí no existe una sola torre 5G. Muchas son las evidencias que desmontan esta teoría engañosa, pero la fragilidad emocional comienza a hacer mella. La 5G no es un factor de propagación. La globalización sí. Y una vez que el virus entra a circular en algún territorio, el aislamiento social es la medida más efectiva para evitar su extensión.
Para nuestros lectores, que hoy contribuyen a la gran batalla global contra el SARS-CoV-2 al quedarse en casa, llegue este consejo: siga solo las informaciones oficiales de las autoridades en torno a la pandemia y no contribuya a las cadenas que expanden el alcance de las noticias falsas. Ya vemos lo dañino y peligroso que puede ser alimentarse de hechos no verificados, especialmente cuando la situación que vivimos requiere de aplomo y mucho sentido común.