En el mundo actual ya no solo se conectan las personas a la red de redes, sino también los objetos, como parte de un proceso de desarrollo tecnológico al cual es un imperativo incorporarse
Algunos cálculos hechos por científicos sociales indican que los seres humanos comunes estamos rodeados por entre mil y 1 500 objetos, los que forman parte de nuestra vida cotidiana. De ellos, apenas están automatizados si acaso un cinco por ciento, incluso en las naciones desarrolladas.
Eso significa que, como se prevé en un futuro, el hombre y la mujer estarán rodeados de «objetos inteligentes» que les harán mucho más fácil la vida, especialmente por estar interconectados entre sí, en el llamado proceso de creación del «Internet de las cosas».
La IoT (por sus siglas en inglés) es un concepto propuesto por el investigador norteamericano Kevin Ashton, para referirse a la interconexión digital de objetos cotidianos por Internet.
No se trata solo de crear equipos como refrigeradores, cocinas e incluso casas completas que tengan incorporados sistemas informáticos, sino también de «etiquetar» a los objetos con chips inteligentes capaces de proporcionar información sobre ellos.
Para eso, por supuesto, se requerirá de una alta capacidad de interconexión, no solo a nivel de una región o zona de un país, sino de naciones enteras e incluso de todo el planeta.
El sueño de que desde un dispositivo móvil pueda una persona ordenarle a su cocina que le prepare la cena, saber cuánto le queda de alimentos en la despensa o el refrigerador, o lograr que estos —de acuerdo con el crédito que exista en su tarjeta— puedan hacer las compras por sí mismos, quizá no esté tan lejos como se piensa.
La Internet de las cosas parece estar dando pasos agigantados en el mundo entero, y es una tendencia tecnológica irreversible, a la que quizá podamos temer por las películas de Ciencia Ficción que auguran las guerras entre humanos y robots, pero que es imprescindible para el desarrollo de la Humanidad.
Leyendo sobre el desarrollo de esta nueva tendencia mundial, encontré en la enciclopedia virtual Wikipedia una interesante reflexión al respecto:
«Si los libros, termostatos, refrigeradores, la paquetería, lámparas, botiquines, partes automotrices, etc., estuvieran conectados a Internet y equipados con dispositivos de identificación, no existirían, en teoría, cosas fuera de stock o medicinas faltantes o caducadas, sabríamos exactamente la ubicación y cómo se consumen y compran productos en todo el mundo; el extravío sería cosa del pasado y sabríamos qué está encendido o apagado en todo momento».
Parece cosa de Ciencia Ficción o algo muy lejano en el futuro, pero es que las «cosas» ya han comenzado a hablar por sí mismas, como lo demuestra la existencia de una serie de gadgets u objetos tecnológicos que actualmente suministran información sobre ellos.
El campo más avanzado en este sentido es quizá la Medicina, donde existen múltiples dispositivos, incluidos «relojes inteligentes», que transmiten a los médicos datos básicos de sus pacientes, como la presión arterial o el estado de la glucosa en sangre en el caso de los diabéticos.
Otros equipos ya han sido lanzados al mercado, como parte de los resultados concretos de trabajo de una coalición formada por varias empresas de alta tecnología, las cuales tratan de darles voz propia a los objetos.
En este empeño, quizá la más conocida sea la llamada alianza AllJoyn, compuesta por 20 firmas líderes en tecnología a nivel mundial, entre ellas algunas tan conocidas como Intel. Todas ellas trabajan actualmente en el llamado CCF o Common Connectivity Framework, que en español significa Marco de Conectividad Común.
Se trata de crear un protocolo unificado que permita a los objetos interconectarse entre sí, para que sus datos puedan ser «leídos» por computadoras y servidores, y así saber su estado.
Otra línea —posiblemente la que más resultados prácticos ha tenido— es la de la integración de los objetos al mundo de los móviles, creando para eso diferentes aplicaciones, como las que permiten controlar a distancia un televisor o computadora con el celular, abrir las puertas de una casa o garaje, e incluso están en proceso de experimentación las de manipular aparatos más complejos como una cocina o los sistemas de aire acondicionado, por solo poner dos ejemplos.
La diferencia de muchos de estos proyectos es que pretenden poder usar en el futuro, en lugar de las conexiones Wifi o las de Bluetooth, señales de radio de baja frecuencia, las cuales tienen mayor alcance y cobertura, además de consumir mucha menos energía.
Así, se pretende superar otra de las grandes barreras impuestas por el propio desarrollo de Internet, la cual se había pensado para que sus datos fueran «entrados» por los humanos a partir del acto de teclear, y no para «leerlos» por sí misma.
Con casi cien petabytes —unidad de medida de información digitalizada que equivale a 1 024 terabytes—, Internet almacena hoy buena parte del conocimiento mundial, al conectar fundamentalmente equipos que precisan del ser humano para ser operados.
Si como avizora la consultora Gartner, en 2020 habrá en el mundo aproximadamente 26 000 millones de dispositivos con un sistema de adaptación al Internet de las cosas, la red de redes podría ser en pocos años muy distinta a la que conocemos hoy.
El punto de viraje en este desarrollo sería la conjunción de los procesos de conectividad de los objetos, con el largo camino en la automatización de producciones y servicios, que se viene ejecutando en casi todas las esferas de trabajo, y donde por el momento el papel de las computadoras es principalmente el de receptoras de información de los sensores, sin que tengan mucha «autonomía» para tomar sus propias decisiones.
No obstante, la lógica indica que con decenas de miles de millones de objetos interconectados habrá que soltarles la mano a los propios sistemas para que interactúen, «piensen» y «ejecuten» ellos solos acciones necesarias para controlarlos.
Quizá en ese momento los humanos perdamos un poco de control sobre las cosas, pero también viviremos de forma más cómoda.
En la vida práctica, sin que parezca Ciencia Ficción, bien valdría entonces en un país como Cuba acelerar los proyectos de automatización que se ejecutan y a la vez de control de las cosas, como los de sistemas eléctricos, de abasto de agua, telefónicos, e incluso poder concretar los llamados «edificios inteligentes» que alguna vez se diseñaron.
Es real que se trata de procesos costosos, pero también se impone cambiar definitivamente la mentalidad de quienes lo ven solo como un costo, sin sopesar quizá el ahorro que propician y los beneficios de todo tipo que generan, pagan al final con creces cualquier dinero invertido.