Esta semana la red social más popular del mundo cumplió una década, convertida en un imperio de las comunicaciones modernas
Tras diez años en el ciberespacio, la red social Facebook ha cambiado la forma en que muchos interactúan a través de Internet, e incluso ha protagonizado no pocas historias curiosas de amores, encuentros y desencuentros, y hasta de nacimientos y muertes.
La idea, aparentemente sencilla, que se le ocurrió a un chico universitario de crear una red mediante la cual podría buscar información de otros amigos, especialmente de muchachas, es hoy un negocio valorado en miles de millones de dólares, cuyas acciones se cotizan en bolsa a un promedio de 60 dólares cada una, y ha hecho a su autor, Mark Zuckerberg, uno de los hombres más ricos del planeta.
Facebook enlaza a más de 1 200 millones de personas en todo el mundo, aproximadamente uno de cada siete habitantes, con lo cual posee más «pobladores» que la mayoría de los países que existen, y se traduce casi en tantos idiomas como los que se pueden hablar en las Naciones Unidas.
Facebook es, sin duda, uno de los imperios modernos. Le disputa el lugar de sitio más visitado en Internet a Google. Conecta a la gente, pero a la vez vende sus datos al mejor postor. Y aunque suscita odios y rencores, casi es inevitable vivir sin él.
La historia de la red social más popular del mundo está plagada de muchos momentos oscuros. Creada en 2004 por el alumno de Harvard, Mark Zuckerberg, junto a Eduardo Saverin, Chris Hughes y Dustin Moskovitz, mucho se ha debatido si en realidad fue una idea robada a los hermanos Cameron y Taylor Winklevoss, quienes sostuvieron una larga batalla judicial por el tema, hasta que en 2008 Facebook acordó pagarles 65 millones de dólares a manera de indemnización, lo cual confirmaba que algo turbio había en la historia.
Aunque originalmente solo conectaba a estudiantes de la Universidad de Harvard, muy pronto comenzó a extenderse su popularidad a otros centros de altos estudios, con miles de alumnos sumados con entusiasmo a la idea de compartir sus datos unos con otros.
En menos de un año de creada, la red social recibió una importante inversión de 500 millones por el empresario Peter Thiel, cofundador del sistema de pagos online PayPal, y en marzo de 2006 le ofrecieron a Zuckerberg vender su proyecto por 750 millones, lo cual declinó.
A mediados de 2007 se presentaron las versiones de la web en francés, alemán y español, traducidas por usuarios de manera no remunerada, ya que una de las claves de esta megainiciativa ha sido desde el principio abrir las puertas a colaboraciones gratuitas y desarrolladores de aplicaciones para el sitio.
En mayo de 2012 Facebook ingresó a cotizar en la Bolsa de Valores, y solo por eso la compañía consiguió una valoración de 100 000 millones de dólares.
Aunque su «vida» financiera ha sido accidentada, lo cierto es que sus acciones se cotizan bastante bien, y aunque algunos arriesgados perdieron dinero cuando las compraron inicialmente hasta ofreciendo cien dólares por cada una, hoy se mantienen saludablemente en torno a los 60 dólares.
Los escándalos, no obstante, no han dejado de acechar a Mark, el chico prodigio.
Mucho se le ha acusado de violar la privacidad de los usuarios vendiendo sus datos, desde que en junio de 2006 se hizo público un acuerdo con la tienda de música por la red, iTunes Store, para que esta identificara los gustos musicales de los usuarios y ofrecer así un enlace de descarga en su propio sitio.
El más sonado de todos salpicó tanto a la red como a los otros más populares sitios del ciberespacio, cuando un ex contratista de la Agencia Nacional de Seguridad de Estados Unidos, Edward Snowden, reveló cómo estos monopolios brindaban todo tipo de información personal a los organismos de espionaje vinculados a la Casa Blanca.
Aun así la gente sigue exponiéndose en Facebook, poniendo sus fotos íntimas, revelando sus gustos, descubriendo su pasado, su presente... hipotecando en muchos casos su futuro.
Aunque se trata del modelo más exitoso y difundido de la red social, Facebook no fue la primera de su tipo, pues ya el concepto y hasta su materialización existían en Internet cuando Zuckerberg ideó esta especie de diario virtual en que se ha convertido el sitio para muchos hoy.
La misma posibilidad de comunicarse y compartir ideas, vivencias, fotos, videos, y de encontrar amigos y conocidos, algunos de los cuales quizá hace años que no vemos, ya se vislumbraba en espacios como Hi-5 o My Space, y después le siguieron otras nuevas, como Twitter o Instagram, esta última comprada por Facebook para incorporarla a su égida.
Lo atractivo de su modelo es haber agregado innovaciones como el botón Me gusta, y múltiples aplicaciones que van desde la posibilidad de enviar y recibir mensajes, chatear con otros usuarios, hacer «regalos», inmiscuirse en diversos juegos de roles o convertir la página personal en una plataforma de negocios, migrándola hacia una de compañía o fabricando otra nueva.
No por gusto casi toda empresa comercial medianamente importante se apresura a presentar, junto a su sitio web, su página en la red social, pues sabe que, de ejecutar una estrategia de promoción correcta, tendrá rápidamente garantizados potenciales clientes para sus productos o servicios.
Es por ello que, si bien es preciso adquirir una cultura para emplearlas adecuadamente, negar las redes sociales y en especial a Facebook es un grave error, pues se corre el riesgo de aislarse en un planeta cada vez más interconectado.
Otro aspecto que no se puede perder de vista —y en el cual los chicos de Zuckerberg también han sido pioneros— es el universo de los dispositivos móviles, especialmente los teléfonos celulares de tercera generación, entre los cuales tiene a más de la mitad de sus usuarios y que han sido en gran parte responsables de su enorme popularidad y extensión.
Poder compartir en todo momento lo que vemos y sentimos es un atractivo enorme, pero también abre muchas posibilidades de comunicación, incluso para defender causas justas y hasta en caso de situaciones difíciles, como lo demostró el uso de esta plataforma en circunstancias extremas, por ejemplo con el tsunami en Sumatra en 2004 o el terremoto en Haití en enero de 2010.
Muchos países, universidades y hasta instituciones han ideado sus propias redes sociales. Ese es el caso de la incipiente La Tendedera, una red social cubana que lamentablemente todavía se limita a los Joven Club de Computación y Electrónica.
Lo cierto es que, a diez años de creada, Facebook ha demostrado que conectar y compartir son signos de la comunicación contemporánea a través de las redes informáticas, a los cuales no se les puede dar la espalda.