Cada vez se vuelven más preocupantes las enfermedades generadas por las malas prácticas en el uso de equipos informáticos
Aunque en muchos lugares se exige a las personas lavarse las manos o higienizárselas con una solución de hipoclorito, pocas veces se tienen estos cuidados cuando se trata de espacios públicos donde se usan computadoras.
Es que muchos no entienden que artefactos como los teclados o los mouses de computadora pueden guardar casi tantas bacterias como un baño público, según han demostrado varios estudios realizados en disímiles países.
Las enfermedades transmitidas por los equipos informáticos no solo se circunscriben a bacterias y parásitos, sino que también pueden generar, por malas posturas y usos, problemas mucho más graves y permanentes, de algunos de los cuales solo nos percatamos cuando están en una fase muy avanzada e incluso sus efectos son irreversibles.
Las pantallas táctiles, que de los teléfonos celulares han comenzado a pasar a las computadoras, quizá logren, si no eliminar, al menos minimizar, los dolores provocados por la obstrucción del túnel metacarpiano.
Según los especialistas médicos, este síndrome se produce por la compresión del nervio mediano en su parte distal, a nivel de la muñeca, lo cual provoca dolor y adormecimiento del nervio, así como de los dedos pulgar, índice y el lado radial del mayor.
El mal, que se agrava poco a poco, puede ocasionar posteriormente un debilitamiento de la musculatura y poca fuerza en el agarre de la mano, para luego irse corriendo hacia el antebrazo y codo.
Su causa principal, según los médicos, es la tenosinovitis de flexores, o dicho en términos entendibles, la obstrucción del nervio por la inflamación de los tendones, especialmente de los flexores superficiales que están más cerca del nervio mediano.
La razón radica en la mala costumbre de mantener las manos suspendidas en el aire mientras tecleamos, es decir, no descansar estas sobre la mesa y por ende presionar nuestro antebrazo contra sus bordes, lo que ocasiona un trabajo extra del nervio o su oclusión.
No todo es culpa de la persona. Basta mirar a nuestro alrededor para darnos cuenta de que existen muy pocos conocimientos sobre ergonomía en el uso de computadoras entre quienes diseñan estos espacios de trabajo.
A veces es la economía la que prima a la hora de escoger mesas cortas e incómodas y sillas sin antebrazos. En otras, creyendo que los diseños futuristas de supuestos muebles fabricados para contener equipos informáticos son los más idóneos, se paga caro, en dinero y en salud, el desconocimiento.
Pero que terminemos con el túnel metacarpiano obstruido es apenas uno de los males. Hay otras patologías asociadas a las malas posturas, igualmente dolorosas y de efectos duraderos a largo plazo, que son también poco conocidas.
Entre ellas están, por ejemplo, las lumbalgias, que provocan un cuadro doloroso, y cuya raíz primigenia está en mantener una mala posición cuando estamos sentados, sin que la columna esté erecta, con las piernas en un ángulo de 90 grados con respecto a esta y sin que los pies descansen cómodamente en el suelo.
También son muy agresivas las tendinitis y tenosinovitis, hijas de los movimientos rápidos y repetitivos típicos en el uso de los teclados y especialmente del mouse.
En el caso de las tendinitis, un proceso inflamatorio agudo de los tendones, o de las tenosinovitis, que generan una degeneración de las superficies externas de los tendones de los flexores superficiales y profundos de muñeca y mano. La mejor manera de evitarlas es tratar de mantener una postura correcta, y sobre todo evitar el uso excesivo del teclado o el mouse en condiciones adversas.
Los humanos parecemos olvidar, cuando estamos delante de una computadora, que no por gusto somos Homo erectus, y adoptamos una posición casi simiesca cuando utilizamos las sillas como sofás y las mesas como aparadores.
De por sí, el trabajo continuo delante de una pantalla ya provoca sedentarismo, y por ende que se acentúen los malos hábitos alimentarios, con el consiguiente exceso de comida chatarra y de bebidas altas en azúcares o energizantes, como el café, y al final viene el exceso de peso.
Si a todas esas libritas de más le agregamos las malas posturas, no es nada raro que muchas personas hoy padezcan, incluso desde edades relativamente tempranas, de cervicalgias posturales.
Su manifestación más evidente es el dolor en la zona cervical, típico de tener la cabeza inclinada sobre el teclado por muchas horas, al no ubicar correctamente la pantalla, la cual debe estar en un ángulo solo relativamente inferior al de la línea recta de visión.
Esta posición servil delante de la máquina provoca una contracción sostenida de los músculos de la nuca, y en su manifestación más agresiva puede generar mareos, e incluso provocar una cervicocefalalgia aguda o, traducido al español, ese dolor intenso y casi insoportable de cabeza y cuello, que puede generar una migraña inaguantable.
Hay, incluso, problemas que pueden llegar a ser muy graves, como las cervicobraquialgias, cuando las molestias comienzan a irradiarse a los miembros superiores y a la cavidad branquial, llegando a dar la sensación de falta de aire o fuertes punzadas al respirar, que en los casos más extremos puede convertirse en una patología crónica.
Tener sillas ajustables, tanto en altura como en inclinación, es una de las medidas más eficaces, así como poseer mesas adecuadas, pero, para alejar de nosotros estos dolores, nada mejor que el conocimiento y la correcta postura que adoptemos al trabajar.
Por millones de años el hombre fue un cazador. Un dominador de fieras en selvas y llanos. Una especie animal que sobrevivió gracias a su inteligencia, su trabajo en equipo, pero también por su vista y oídos aguzados.
Mirar a lo lejos, percibir hasta los más ínfimos ruidos, hicieron posible que escaláramos hasta el primer peldaño del reino animal y domináramos a los demás en esa lucha darwiniana por la supervivencia.
Solo que hoy, cuando ya podemos llamarnos con justeza los reyes del mundo animal, estamos descuidando las facultades que nos dieron el trono, perdiendo capacidades auditivas con la estridencia de la música, y teniendo que usar espejuelos apenas rebasada la veintena de años, cuando supuestamente deberíamos estar en nuestra madurez de condiciones.
La mala iluminación de los locales, fijar la vista durante demasiado tiempo, no graduar la intensidad del brillo, los contrastes y los colores, hacen que las pantallas hoy funcionen como predadores de nuestra vista.
Y si además, como hacen muchos, le ponemos el ingrediente de la música rompedecibeles... ojalá no tengamos que volver de nuevo a la selva.