El éxito de la serie fue en ascenso a partir de las 15 nominaciones a los Premios Emmy de 2005
La desesperación y el desconcierto que domina a las cinco protagonistas de la serie tragicómica Desperate Housewives se traslada al televidente cubano cada vez que supone que va a disfrutar del producto íntegro, en un espacio fijo, y nuevamente sale al aire troceado por censores mojigatos, en horarios impropios, en completo desorden las temporadas, y, para colmo, tanto en versión doblada como subtitulada. Así, solo se pueden vislumbrar, a medias, los notables méritos de esta continuidad creada por Marc Cherry, y producida por los estudios de ABC entre 2004 y 2011.
Fenómeno cultural, sociológico, sicológico y de reflexión para millones de personas, Esposas desesperadas, incluso en las discontinuas e incoherentes versiones que ha exhibido nuestra televisión, propone una reflexión sobre el matrimonio, y sobre los millones de mujeres que creyeron encontrar la dicha suprema en la vida hogareña, como amas de casa, y de pronto, un mal día, se descubren sombrías, irrealizadas y capaces de incurrir en cualquier disparate con tal de resolver las monumentales insatisfacciones que las dominan. Tan al extremo han sido llevadas sus frustraciones y aspiraciones, que estas cinco mujeres han sido criticadas por grupos religiosos en tanto suelen prescindir de los códigos morales tradicionales.
El éxito de la serie fue en ascenso a partir de las 15 nominaciones a los Premios Emmy de 2005, y algunos críticos la consideraron un fuerte testimonio crítico sobre la doble moral de cierta clase media a partir del contraste remarcado entre esencia y apariencia de cinco familias, sus amigos y vecinos, en la zona residencial, o suburbio, de Wisteria Lane, situada en la imaginaria ciudad de Fairview, Eagle State. El tono y estilo combinan drama, comedia, misterio, suspenso criminal, telenovelas y sátira, a lo largo de ocho populares temporadas, pues en la primavera de 2011, ABC comunicó a la prensa que Esposas desesperadas contaría con una última integrada por 25 capítulos.
Luego del éxito en HBO de Sex in the City, la ABC estaba preparada para explotar el filón de los seriales con protagonistas femeninas, en una multitrama ambientada en el entorno de las casas señoriales de dos o tres plantas, rodeadas por un césped perfectamente podado, garaje y hasta piscina. Pero por detrás de esta superficie pulida y confortable, abundan los matrimonios en crisis y las familias disfuncionales, adulterios y mentiras, suicidios y asesinatos, intrigas e ignominias de casi todos los tipos imaginables, que serán descritos por el guionista y el editor con muy acertado sentido del ritmo narrativo.
Susan Mayer (Teri Hatcher) es la divorciada que trabaja en su hogar, independiente, curiosa, sensual, susceptible, torpe, un tanto irresponsable, y la menos aburguesada de las cuatro protagonistas. Su vecina inmediata es Lynette Scavo (Felicity Huffman, una de las mejores actrices de la serie), ama de casa feliz con su esposo, pero frustrada en tanto no pudo continuar una exitosa carrera como mujer de negocios, por dedicarse a la crianza de cuatro exigentes criaturas, de modo que se ha tornado amargada y quejosa, entrometida y monotemática, sabelotodo y demandante.
Muy cerca, al final de la calle central, habita Gabrielle Solís (Eva Longoria), una exmodelo de origen mexicano, concupiscente, egoísta, tramposa, materialista, práctica y escaladora, pero cada uno de esos «defectos» se verán combinados con rachas de generosidad, responsabilidad, sacrificio y espíritu solidario. Y está Bree Van de Kamp (excelente Marcia Cross) con su gusto por la apariencia perfecta y el hogar impecable, pero dentro de un matrimonio que se desmorona sin remedio, por incompatibilidad sexual y de caracteres. Bree tiene una voluntad de hierro, sobre todo para mantener las apariencias; es vengativa, exigente, gélida, impenetrable, resuelta y despótica, pero tampoco le faltan numerosos instantes cuando se devela infinitamente desdichada, tierna, vulnerable, necesitada de libertad, comunicación y desahogo.
Tales son los cuatro sujetos femeninos, y destinos principales, sobre los cuales descansaron las tres primeras y mejores temporadas de esta teleserie (2004-2005, 2005-2006, y 2006-2007) cuyo principal acierto consista, tal vez, en la narración marcada por un muy alto nivel de intriga. Y este sentido del suspenso se verifica desde el primer capítulo, cuando se presenta, en secuencias muy cortas, el suicidio de la que será una de las cinco «esposas desesperadas», un personaje ausente-presente, pues su voz acompañará toda la serie, como comentadora y prologuista de cada capítulo. Además, la causa del suicidio constituye la intriga principal para los primeros 25 o 50 capítulos. Las cuatro amigas de la suicida, verdaderas protagonistas de la serie, serán presentadas mediante diálogos ingeniosos, y acciones extremas, porque ellas siempre intentarán ocultar un secreto, o revelarlo, para conseguir lo que se desea o conservar lo que se posee.
Es cierto que luego de la tercera o cuarta temporada, las protagonistas ya fueron presentadas en tanto gente real, común, de carne y hueso, y entonces el guionista se divierte introduciendo, cada vez en mayor medida, pistas falsas y actos equívocos, en su empeño por mantener muy en alto el interés del espectador. En este empeño delirante por sostener el interés mediante tramas policiacas y criminales, y acciones más o menos espectaculares, suele traicionarse el diseño esencial de algunos personajes principales.
Dicho de otra manera: los elementos policiaco-criminales, a veces diluyen la nitidez del retrato sicológico e incluso borran la crítica de costumbres, pues se carga demasiado la mano en secretos, escándalos y tendencias delictivas hasta el punto de desfigurar las características inherentes a los personajes originarios. Porque las protagonistas son capaces, súbitamente, de hacer cualquier disparate, acto heroico, admirable o detestable, sin idealizaciones ni fetichismos, con tal de resolver las monumentales insatisfacciones que las dominan, ya sea al nivel de los tacones y la ropa de noche, o de las chancletas y la bata de dormir.
Debe recordarse que Esposas desesperadas juega a la crudeza y el criticismo, pero lo que más le interesa al guionista, y a todos los implicados en el proyecto, tiene que ver con la cresta de la popularidad y el máximo rating, además de realizar otro buen producto, profesional y bien empacado, que se añada a la muy larga saga de pasatiempos que aporta la televisión norteamericana al por mayor, estilo producción industrial. Es cierto que en este camino se sacrifica la coherencia dramatúrgica, o el perfil sicológico de un personaje, y al final toda explicación se vincula a la desesperación de la rutina y la histeria de la insatisfacción. Mi lector deberá ver la serie, íntegra y ordenada, para estar de acuerdo o no con tales afirmaciones.
La actriz Kathryn Joosten, que interpretaba a la señora McCluskey, tuvo que grabar su muerte en el desenlace de la serie, donde fallecía víctima de un cáncer. Unas semanas después murió en la vida real por las mismas circunstancias. Precisamente fue la misma actriz quien sugirió a los guionistas que incluyeran su enfermedad dentro de las tramas.
Las actrices Lily Tomlin (izquierda) y Kathryn Joosten en la serie.
Brenda Strong.
«Me llamo Mary Alice Young, cuando lean el periódico de hoy puede que vean un artículo sobre el día tan raro que tuve la semana pasada». Así arrancó el episodio piloto de esta serie (fue rechazado por todos los canales, incluso, por los del cable norteamericano como HBO y Lifetime) que contó con algunas diferencias respecto al primer capítulo que se emitió en ABC. El personaje de Mary Alice Young, en torno al cual gira la primera temporada, fue interpretado por Sheryl Lee, sin embargo, finalmente optaron por Brenda Strong, por lo cual hubo que volver a rodar sus secuencias que incluyeron algunos cambios.