La energía limpia e inagotable es una utopía que cambiaría la faz de nuestra situación mundial de un tirón. Por eso, acariciar el umbral de ese sueño es el hecho del momento
Aquello de que los científicos exclaman «Eureka» cuando logran un hallazgo es cosa del imaginario estereotípico. Ya sabemos, como ellos lo confirman, que suelen usar las mismas «malas palabras» de casi todo el mundo. Pero el asunto es que con palabras obscenas o elegantes, uno quisiera estar ahí cuando un gran salto científico ocurre.
Muchos desearíamos haber estado hace poco, cuando en la Instalación Nacional de Ignición (NIF por sus siglas en inglés) en California, Estados Unidos, lograron una cantidad histórica de energía conseguida a través de la fusión nuclear. De seguro, las palabras que se oyeron, fueran las que fuesen, sonaron bien alto. Y con razón. La energía limpia e inagotable es una utopía que cambiaría la faz de nuestra situación mundial de un tirón. Por eso, acariciar el umbral de ese sueño es el hecho del momento.
Vale, ya sabemos que ahí hay algo que nos asusta, todavía no hemos hablado de los posibles peros, y por otro lado, ¿leímos «fusión nuclear»? Sí, fusión nuclear es lo que dice, pero es un procedimiento muy distinto de la fisión nuclear y, además, una vez que se entiende un poco nos damos cuenta de que esta podría ser la antesala de un avance verdaderamente histórico.
El experimento, que tuvo lugar el 8 de agosto en la mencionada instalación pública de California, fue posible gracias a la concentración de la luz de láseres —no menos de 192— «en un objetivo del tamaño de un perdigón» de caza, explica un comunicado de prensa publicado por los protagonistas.
O sea, en un proceso llamado fusión nuclear por confinamiento inercial, 192 rayos láser de la instalación NIF se dirigen hacia una cápsula del tamaño de un grano de pimienta. El resultado del ejercicio fue «un punto caliente del diámetro de un cabello, generando más de diez trillones de vatios por fusión, durante cien billonésimas de segundo».
Este procedimiento comprime el combustible a cien veces la densidad del plomo y lo calienta a cien millones de grados Celsius, más caliente que el centro del sol. Son condiciones que ayudan a impulsar la fusión termonuclear.
Si no comprendió la magnitud de lo sucedido, no se preocupe, le ilustramos: se trata de ocho veces más energía que durante los últimos experimentos llevados a cabo en la primavera boreal.
Eso por un lado. Y por el otro, no es solo el hito de alcanzar esa producción de energía tan considerable, también es destacadísimo que se haya conseguido precisamente por fusión nuclear.
Este tipo de procesos es considerado por sus defensores la energía del mañana, sobre todo porque genera pocos residuos y cero gases de efecto invernadero.
Y contrario a lo que muchos temen, es muy diferente de la fisión, técnica utilizada actualmente en las centrales nucleares que consiste en romper los enlaces de núcleos atómicos pesados para recuperar la energía.
Obtener un rendimiento de fusión mayor al alcanzado por los láseres que se usaron en el proceso significaría el alcance de la ignición, de ahí que se siga repitiendo que este experimento llegó al anhelado umbral de ignición. Por ello es lógico que se haya preferido liberar a la prensa un comunicado con los resultados, incluso, antes de publicar en una revista especializada. Además, es de entender la euforia de los protagonistas.
«Este es un avance enorme para la fusión nuclear y para toda la comunidad (científica)», dijo a BBC Debbie Callahan, física del Laboratorio Nacional Lawrence Livermore, que alberga el NIF.
Por su parte, Kim Budil, director del Laboratorio Nacional Lawrence Livermore, del cual depende el NIF, expresó a EFE: «Este resultado es un avance histórico para la investigación de la fusión por confinamiento inercial».
Mientras, el profesor Steven Rose, codirector del centro de investigación en esta área de la universidad Imperial College London, tampoco se mostraba tímido al calificar el hito: «Este es el avance más significativo en la fusión inercial desde sus inicios en 1972».
No obstante, repetir el logro y, más aún, llevarlo a transformar el concepto en una fuente de energía eléctrica renovable será probablemente un proceso largo que debe superar muchos retos de varios tipos.
Preamplificadores de la Instalación Nacional de Ignición que multiplican la energía de los láseres. Foto: Tomada de 20 minutos
Se habla de energía limpia y renovable como una urgencia crítica para el planeta, pues debido al cambio climático que vivimos son necesarias fuentes de energía que no dejen una huella de gases nocivos, pero que sean lo suficientemente baratas y rápidas a la vez.
El crecimiento de las energías renovables es imparable, como reflejan las estadísticas aportadas anualmente por la Agencia Internacional de la Energía (AIE). Según las previsiones de la entidad, la participación de las renovables en el suministro eléctrico global pasará del 26 por ciento que tuvo en 2018 al 44 por ciento en 2040, y proporcionarán dos tercios del incremento de demanda eléctrica registrado en ese período, principalmente a través de las tecnologías eólica y fotovoltaica.
Pero esto debe responder a una necesidad de más cantidad de ella. De acuerdo con la AIE, la demanda mundial de electricidad aumentará hasta un 70 por ciento en 2040, elevando su participación en el uso de energía final del 18 por ciento al 24 por ciento en el mismo período. Por ello, en el escenario en que vivimos hoy, en palabras claras, es una urgencia por conseguir una fuente de energía renovable o inagotable que a la vez sea competitiva y limpia. Una verdadera utopía.
Para esclarecer un poco los conceptos, si lo hemos olvidado, la energía renovable es aquella que se obtiene a partir de una fuente que no se acaba y la energía limpia es aquella que durante su producción contamina menos en comparación con otras.
Existen tipos de energía que son renovables porque provienen de un recurso inagotable y, a la vez, son limpias porque contaminan mínimamente el medio ambiente, como la eólica, por ejemplo, pero los principales problemas para producirla es que genera un gasto de inversión tan alto que suele exceder incluso el tiempo de vida del inversor antes de conseguir las ganancias, y ya sabemos que sí, mal que nos pese, para muchos se trata de dinero.
En este contexto la fusión nuclear podría lograr esa utopía, si bien este avance la coloca aún en un largo camino por andar y desentrañar para repetir con éxito el hallazgo y luego para lograr producir de modo seguro y a gran escala. Pero, sin lugar a dudas, el primer paso, el de la ciencia, está dado.