El repunte de la lectura online señala un cambio en la relación con las letras en medio de la pandemia
Quien se dedique a los libros es una rara avis. Esa es una verdad que quienes estudian Literatura conocen desde el más tierno intento de especializarse en letras. El mundo posterior a los medios masivos, y a la revolución digital, no se acerca a los libros con la pasión con que un colegial del siglo XIX podía pedir dinero para comprarse una novelita de tapa dura. Las «damas» de hoy no piden a sus padres permiso para hacer tertulia cada domingo. Pero nuestra relación con los mundos ficcionales de los libros podría cambiar mucho tras esta crisis actual, y no siempre para mal.
Muchas cosas, de hecho, están cambiando sin que aún tengamos todos los datos. Las estimaciones de qué sucederá con cada mercado tras la crisis sanitaria nos inundan. Así, tenemos pronósticos muy preliminares de temas como «El comercio gastronómico tras la COVID-19», «Consecuencias idiomáticas del aislamiento» o «El rediseño de la industria televisiva», e incluso titulares que propugnan a toda voz que «Los aguacates serán más caros que la mantequilla tras la pandemia»… Por ese sendero de esbozos mentales, la sobrevida del libro no queda fuera. Repasemos brevemente las tendencias actuales sobre la lectura, y sus porqués.
Como un «duro golpe» describió Willy del Pozo, presidente de la Cámara Peruana del Libro la consecuencia de la pandemia para el mercado del libro a nivel internacional. Como él, especialistas de la rama en diversos países realizan similares valoraciones.
Las tendencias registradas desde el inicio de los aislamientos en la mayoría de los países afectados por la crisis sanitaria reportan la lógica caída de compraventa de libros en formato físico.
La industria comercializadora de libros en México, por ejemplo, una de las naciones más prestigiosas del área americana en este sentido, registra una caída de dos dígitos desde el inicio de la epidemia.
Librerías y bibliotecas desoladas, lanzamientos postergados, proyectos truncos, giras de autores canceladas, libros fuera de circulación… ese es el color de la industria del libro hoy.
Especialistas como los investigadores argentinos Alejandro Dujovne y Heber Ostroviesky ya se han lanzado a contabilizar los efectos devastadores de la crisis para la rama de la distribución editorial con datos precisos.
Pero, por otro lado, a la par de ese descalabro del mercado del libro se habla de un palpitante acercamiento a la literatura. ¿Se trata de alguna broma de mal gusto esta aparente contradicción?
No es un contrasentido. Las descargas a nivel mundial de libros en formatos como PDF o ebook son, perceptiblemente, muy superiores a tiempos prepandémicos, según anuncian medios de diversas naciones, un dato que habrá que estudiar con todo rigor pasada la situación actual.
El fenómeno se debe, lógicamente, a los efectos del aislamiento y el estrés generados por la crisis, pero también, a la apertura gratuita de «emporios» de la literatura y el conocimiento que en otros momentos permanecen cerrados a los internautas que no pueden pagar.
Como afirma un artículo del portal digital de divulgación académica Scielo, «las redes sociales están aplaudiendo la franquicia de acceso abierto a libros, capítulos de libros, datos y enciclopedias en todas las áreas de conocimiento por editores universitarios extranjeros tradicionales, bases como JSTOR y Project Muse, y de editoriales variadas».
Pero a estos publicistas de textos académicos se suman monumentales bibliotecas de Estados Unidos, España, Francia, Reino Unido, Canadá, Rusia, Japón y China que se cuentan entre las más importantes del mundo por poseer el patrimonio cultural común de la humanidad, en diferentes idiomas y ser llamadas guardianes de la memoria de la civilización.
La Biblioteca del Congreso, La Biblioteca Nacional de España, La Biblioteca Digital Mundial, y la Biblioteca Digital Europea son algunas de las que han abierto sus puertas por estos días aciagos para llevar el tesoro mundial de la literatura hasta a los menos solventes, vía online, e incluyen además imágenes, grabaciones sonoras, textos, videos, objetos 3D y exposiciones que ahora son accesibles desde sus sitios web.
Sergio Mejías, director de Bubok, una reconocida plataforma de autopublicación de España, donde el mercado del libro digital es sólido, explicó a la prensa que hasta ahora la venta de libros en papel y ebooks tenía una proporción 50/50 pero actualmente el consumo en cuanto a acceso a la plataforma se ha multiplicado por cinco, llegando a picos de 100 000 usuarios únicos diarios.
Estos registros, en diversos sitios similares, llevan a muchos especialistas a analizar si habrá un antes y un después en la relación con los libros digitales, o en general, con la lectura. Y aunque no se puede hablar en tan grandes términos, sí es posible considerar que estos niveles de lectura digital en sitios de gran prestigio son una de las noticias positivas por estos días.
Los acercamientos más recientes a los efectos neurológicos y conductivos de la lectura de ficción no son escasos. En un artículo reciente publicado de la divulgadora Annie Murphy Paul en The New York Times, se narra cómo una nueva investigación ha demostrado que las historias no solo estimulan nuestro cerebro, sino que modifican la forma en la que actuamos en nuestra vida.
El lector, explicaba el texto, no es un vulgar receptor al uso, sino que entra en un proceso que poco a poco causa efectos secundarios en su conducta, según estudio de Keith Oatley, profesor de sicología cognitiva de la Universidad de Toronto.
Además, como explica el sitio de noticias científicas Quo, a través de la lectura desarrollamos una mejor intuición y conocimiento sobre nuestro entorno, permitiendo un desarrollo de la empatía. Según George Lakoff —un lingüista de Berkely— y. Mark Johnson —un filósofo de la Universidad de Oregon—, nuestro cerebro no sólo responde a las representaciones de los olores, texturas o movimientos como si fuesen reales, sino que también siente las interacciones con personajes de ficción tan intensas como nuestros encuentros sociales en la vida real. El mundo creado en las letras tiene el poder de cambiar tu estado de ánimo, un aliciente más que positivo para quienes llevamos ya un tiempo aislados.