Un estudio publicado recientemente en Nature pretende desenmascarar cómo surgen las grandes etapas creativas y de éxito, y si es posible provocarlas
Las estampas tahitianas de Gauguin; The Great Gatsby de Fitzgerald; el Guernica de Picasso; el Canto General de Neruda; la Reforma de Lutero y el Space X de Elon Munsk… y ¿por qué no?... la goleada de Mbappé ante Argentina… Todos tienen algo en común.
Son «obras maestras» de un estado de gracia que supera la actuación promedio de un creador, sea cual sea su área de desempeño. Y todas han llegado en un periodo de «éxito», con todo lo polémico y relativo que pueda encerrar una palabra como esa.
Sin embargo —los científicos y esa manía de querer atrapar lo inatrapable— hay quien se ha lanzado a la búsqueda de una explicación objetiva sobre las rachas de éxito en la producción de artistas, deportistas, empresarios y cuanto creador pueble las calles del mundo de la inspiración.
Las respuestas han sido, digamos que en parte inesperadas y en parte familiares. Aunque eso más bien lo deciden los lectores.
ESTADOS DE GRACIA
En una guerra de estereotipos, a la idea de que los grandes alumbrones creativos llegan como por arte de magia, como el bombillito de los muñequitos, se ha opuesto un pensamiento de esfuerzo como el camino más socialmente aceptado.
Sin embargo, la rueda pareciera estar girando de nuevo en sentido contrario, en cierta medida, con el estudio de la carrera de 30 000 cineastas, artistas y científicos para descubrir cómo aparecen las rachas de éxito y los factores que se repiten de un creador a otro.
Según el artículo del equipo de Dashun Wang, de la Universidad de Northwestern, publicado en la revista Nature, las rachas de éxito creativo son muy reales y aparecen aleatoriamente una única vez en la carrera de artistas o emprendedores de todo tipo.
Por lo general el análisis de los datos de los creadores estudiados arrojó que entre los 30 y 40 años se suele ubicar ese período de resultados por encima del promedio.
Sin embargo, la racha de éxito se puede aplicar a todo tipo de desarrollo individual, pues el estudio toma como ejemplos más ilustrativos a las carreras más reconocidas socialmente, pero es una tendencia que todos los individuos tengan una etapa vital en que consiguen un desempeño «climático» en cualquiera que sea su proyecto de vida.
El artículo de Nature revela además que todos los creadores estudiados presentan rasgos en común, incluso cuando se trataba de campos del hacer tan alejados como los de científicos y cineastas, por poner un ejemplo.
Descubrir que «carreras tan distintas (directores, artistas, científicos) parecen más comunes de lo que pensábamos», fue de lo más inesperado para el investigador. Por ejemplo, la racha buena tiene una duración similar en los tres casos: 5,7 años para artistas, 5,2 para cineastas y 3,7 para científicos.
En todos los casos la etapa de gracia aparece de forma completamente aleatoria en el camino general de su carrera.
Pero el meollo del asunto del éxito, el descubrir factores exactos para predecir la aparición de ese momento, o incluso poder manipularlo o provocarlo, era el máximo objetivo de los estudiosos liderados por Wang.
Una vez más, los resultados fueron inesperados: la aparición del clímax creativo era simplemente impredecible.
¿LA MUSA ATRAPADA POR EL MOÑO?
«La visión convencional es que el mejor trabajo de un individuo tiende a ocurrir en sus 30 o 40 años. Y que una vez que superamos el ecuador de la carrera, las esperanzas de dar con el gran descubrimiento comienzan a disminuir», dijo Wang.
Pero los análisis indican que la racha máxima puede surgir con cualquier trabajo y en cualquier momento de la carrera.
Así que la buena noticias es que no se trata, al parecer, de un elemento de juventud o de condiciones mejores aparecidas en un solo instante. Se trataría más bien de persistir en el ritmo de producción… y del azar.
En este punto el estudio de Wang se vuelve difícil de digerir en una sociedad que ha apuntalado la imagen del esfuerzo y la comparación con los paradigmas como eje de los grandes hitos. Sin embargo, si los datos indican que un momento de máximo esplendor aparece de modo aleatorio y no hay factores que lo predigan, ¿cuál es el punto del esfuerzo?
Al parecer, estar en el lugar correcto y en el momento correcto tiene más peso de lo que nos gustaría aceptar cuando nos comparamos con grandes empresarios de las portadas de los diarios.
En palabras de Wang, solemos menospreciar el elemento de azar en la vida de estos individuos que veneramos como una especie de dioses. Y lo peor, que hasta en ocasiones solemos medir nuestros desempeños y castigarnos por no conseguir resultados similares.
EL PULSO ENTRE EL MÉRITO Y LA SUERTE
Por otro lado del planeta, pero con similares ambiciones, los físicos Alessandro Pluchino y Andrea Raspisarda, junto al economista Alessio Biondo, han investigado la repercusión del azar y el talento innato en el éxito laboral.
Lo hicieron con un modelo muy simple que simulaba la evolución de carreras profesionales: cada individuo tenía cierto «talento», pero aunque el talento lo distribuían de forma normal, el éxito acaba concentrado en unos pocos individuos.
La clave era la suerte, al insertarse en sus caminos simulados una serie de eventos positivos o negativos, el resultado no dejaba lugar a dudas: los afortunados de alcanzar una carrera sólida, además de su propio talento, contaban por lo general con una serie feliz de acontecimientos con consecuencias que se multiplicaban en cadenas positivas para sus desempeños.
Pero no se desanime, amigo lector, si usted es de los que se esfuerzan. La mirada desde la sicología sigue asegurando que una buena actitud ante los eventos vitales, y una expectativa realista según sus condiciones y potencialidades, es la clave del asunto.
Tal vez haya que añadir a estos hallazgos recientes la vieja tesis de John Maxwell: «La vida es un diez por ciento lo que me ocurre y 90 por ciento cómo reacciono a ello».
Joseph Stiglitz es un Premio Nobel de Economía que no nos suele gustar. En su libro El Precio de la desigualdad expone su concepto de meritocracia: como aquellos que nacen en condiciones de herencia de bienes tienden a morir en posesión de iguales o mejores condiciones, mientras quienes nacen en medios desfavorecidos, aunque posean y demuestren méritos suficientes para cambiar su situación, no suelen hacerlo.
Sus tesis, a diferencia de los estudios comentados antes, se basan en estudios del funcionamiento de la economía, y llegan a desmentir las ideas míticas del gran éxito repentino y el sueño americano, para demostrar cómo la desigualdad es un mal, simplemente, injusto.