Poco antes del aniversario 40 del primer viaje del hombre a la Luna, concluyó un experimento que pretende ser un primer paso para que los humanos pisen el planeta Marte
Los enamorados sueñan con ella. Los poetas le dedican estrofas. Perros y lobos le aúllan. Y los gatos, aunque uno no lo crea, le dedican sus mejores ronroneos. El hombre, en cambio, desde la antigüedad se pregunta que habrá allí.
La Luna, el único satélite de la Tierra, nuestro cuerpo estelar más cercano, ha sido desde hace milenios un misterio insondable. Al menos así lo era hasta el 16 de julio de 1969, cuando tres astronautas norteamericanos a bordo del Apolo XI lograron «alunizar» por primera vez en la historia.
Controvertido y polémico el viaje, muchos se cuestionan si en realidad fue o no fue, y algunos sugieren que cuando la bandera norteamericana se izó en el hermano asteroide, en realidad se trataba de un bien logrado montaje escenográfico en medio de la escalada de la Guerra Fría.
Si lo soviéticos pusieron al primer hombre en el cosmos en 1961, los norteamericanos estaban deseosos de ser ellos los primeros en llegar a la Luna, como lo ordenó el presidente John F. Kennedy, aunque su sueño no lo viera cumplido por culpa de las balas que segaron su vida en Dallas.
Lo cierto es que 40 años después de aquel «pequeño gran paso» para la Humanidad, se intenta «volver» al satélite terrícola, objetivo que pretenden por igual ahora norteamericanos, europeos y chinos, cada cual por su lado o coordinadamente, pero que los expertos vaticinan que demorará al menos hasta 2020.
Sin embargo, hay quienes piensan más ambiciosamente y pretenden ir más allá de la Luna y develar, si es posible, otro gran misterio cósmico: saber si el mito de los marcianos es verdad.
Coincidiendo con el día en que se produjo el primer alunizaje, en Internet se recreó en tiempo real la histórica peripecia espacial de los astronautas norteamericanos Neil Armstrong, Edwin Aldrin y Michael Collins a bordo del Apolo XI.
Si aquel 16 de julio de 1969 millones de personas de todo el mundo estuvieron pendientes del histórico acontecimiento alrededor de radios y aparatos de televisión en blanco y negro, ahora se vio en la red de redes, donde se habilitó la página web We Choose the Moon (Elegimos la Luna), para conmemorar el hecho.
Unos 90 minutos antes de la hora del despegue virtual, la web recreó en tiempo real la peripecia del Apolo XI, y los internautas pudieron ver animaciones de algunos momentos claves de la misión, como el despegue del cohete, la entrada en la órbita de la Luna o el momento en que el módulo lunar se separa de la nave principal.
Fue una manera de recrear el hecho histórico, que volvió a intentarse unos años más tarde a bordo del Apolo XIII, en un viaje agónico y lleno de insuficiencias técnicas, que casi costó la vida a los astronautas y hubo de abortarse antes de conseguir su objetivo de «alunizar».
No han faltado los intentos de volver a repetir la experiencia, si bien esta presupone un costo millonario que no es fácil de asumir, máxime cuando en los años subsiguientes los recursos se destinaron no a investigar, sino a hipotéticas batallas galácticas, como lo evidenció el programa de la Guerra de las Galaxias.
Así, el ambicioso proyecto de Estados Unidos de volver a enviar astronautas a la Luna, como preludio de misiones a Marte, podría verse bloqueado por limitaciones presupuestarias, como asegura un despacho de la agencia AFP, fechado a propósito del aniversario lunar.
Según la fuente, después de la catástrofe del transbordador Columbia, en 2003, el entonces presidente estadounidense, George W. Bush, había decidido suspender los vuelos de tres orbitadores en 2010 y dar al país objetivos espaciales ambiciosos, como el programa Constellation, que comprendía el retorno a la Luna hacia 2020, seguido por vuelos tripulados a Marte.
En cambio, y en medio de una acuciante crisis económica que le ha obligado a poner los pies en la Tierra antes de soñar con volverse marciano, el actual mandatario norteamericano, Barack Obama, nombró hace poco una comisión de expertos que debe presentar antes de que termine este agosto sus recomendaciones sobre la viabilidad del sueño bushiano.
La empresa, seguro, no es nada fácil. Los transbordadores espaciales, hasta ahora los más exitosos, incluso con sus descalabros, no fueron diseñados para llegar a la Luna o a Marte, sino para transportar equipamiento voluminoso, lo cual permitió la construcción de la Estación Espacial Internacional (ISS). Ir más allá es otra cosa.
Todo indica que ahora Estados Unidos, que mantuvo durante mucho tiempo un «perfil bajo» en los proyectos espaciales, corre ante la fortaleza que han tomado las proyecciones de China en este campo.
«Creo que deberíamos volver a la Luna (...) Eso nos permitiría prepararnos para un vuelo de varios meses hacia Marte», explicó a la prensa en su momento Michael Griffin, ex director de la NASA, quien no tuvo reparo alguno en develar el verdadero propósito de la Casa Blanca: «El objetivo final es establecer colonias humanas en el Sistema Solar».
Así, el supersecreto capítulo de la Guerra de las Galaxias que preveía asentamientos, primeramente militares, más allá de las fronteras de nuestra atmósfera, vuelve a retomarse bajo una nueva cara, en estos momentos con el incentivo para las grandes compañías de encontrar grandes yacimientos minerales y de combustible nuclear, agotados o en vías de extinción en nuestro maltratado planeta.
Como dice el refrán, del dicho al hecho hay un buen trecho, y antes deben superarse los dos mayores obstáculos: llevar la cantidad de material necesario para sobrevivir largo tiempo en el espacio, y lograr que los cosmonautas pioneros no mueran en el empeño.
Yuri Záitsev, asesor de la Academia de Ingeniería de Rusia, en varios artículos dedicados al tema explica que, incluso si se opta por una trayectoria «eficiente» para ir de aquí a Marte, el viaje más corto llevaría al menos 350 días de ida, otros tantos de regreso, y 20 o 30 días más que necesitarían los cosmonautas para permanecer en la superficie marciana.
¿Cómo hacer que sobrevivan durante tanto tiempo los emprendedores? ¿Lograrán soportar tanto tiempo encerrados en una cápsula? ¿Cómo resistirán la presión sicológica y el agotamiento físico que ese esfuerzo supone? ¿Qué van a comer? ¿Qué agua van a tomar? ¿Qué combustible utilizarán? Si llegan... ¿cómo van a regresar?
Estas son apenas algunas de las muchas preguntas sin respuestas, las cuales se han intentado buscar, o al menos acercarse a las mismas, con un curioso experimento patrocinado por la Agencia Espacial Europea, en coordinación con su similar rusa.
Ambas, luego de una rigurosa selección que involucró a miles de candidatos de múltiples países, aislaron a seis supuestos «astronautas» que viajarían a Marte durante 105 días.
A bordo de una cápsula ubicada en un instituto de investigaciones de Moscú, los rusos Sergei Ryazansky y Oleg Artemyev (cosmonautas), Alexei Baranov (médico), Alexei Shpakov (fisiólogo deportivo), Oliver Knickel (ingeniero mecánico del ejército alemán) y Cyrille Fournier (piloto francés) estuvieron totalmente separados del mundo real durante todo el experimento.
Para ello la Mars 500, como se le denominó a la cápsula, se revistió completamente por dentro de roble y se tapiaron todas sus ventanas, mientras que la comunicación se efectuaba con mensajes que tardaban hasta 20 minutos en llegar, lo que se supone sería el tiempo que demorarían del planeta rojo a la base de operaciones terrícola.
Los astronautas no tuvieron acceso a televisión ni Internet, y su única comunicación fue con los coordinadores del experimento, que también los vigilaban mediante cámaras de video.
De esta manera los expertos pretendieron acercarse al menos al estudio de lo que sería el comportamiento humano durante un largo confinamiento en el espacio, aunque los críticos de la iniciativa sugieren que no tiene total validez, ya que al final los seis sabían que estaban con los pies bien en Tierra.
Igual se pretende realizar en el futuro próximo un nuevo aislamiento, esta vez mucho mayor, por 520 días, en el que los organizadores han sugerido que hasta pudiera haber mujeres... lo cual añadiría más verosimilitud, pero también un elemento más de presión sicológica sobre el resto de la tripulación.
Mientras, los ingenieros de varias latitudes trabajan juntos o en competencia para crear modelos de naves espaciales que al final puedan llevar nuevamente al hombre a la deseada Luna... y quién sabe si más allá.