Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

La satisfacción del viaje terminado

Autor:

Jorge Fernández Pérez

 

La guagua salió en tiempo, puntual. Cosa rara para aquellos acostumbrados a viajar, pero que siempre reconforta cuando más de diez horas te separan de tu destino. Viajar del occidente al oriente, dentro de tu propio país, muchas veces agota más que darle la vuelta el mundo.

El asiento era el 13, un número del que muchos rehúyen por sus múltiples significados. Si eres supersticioso, mejor no compres pasajes por la aplicación Viajando. No tendrás chance de escoger el puesto que más se ajuste a tu comodidad física y espiritual. Luego de insistir, solo quedaba el 13.

La guagua arrancó y acto seguido el señor del asiento de adelante se visualizó en una playa tropical, reclinado en una tumbona, y para dar rienda suelta a sus pensamientos se acostó casi hasta dejarlo encima de unas piernas victimarias que luchaban por hacerse un hueco.

Viajar en guagua no es apto para claustrofóbicos, tampoco para personas con poca paciencia. Y es que, al lento pasar de las horas que te separan de tu destino, debes sumarle la percepción de múltiples sonidos dentro del vehículo. Una representación diversa, sin dudas.

-Abuela, abuela, abuela…- repetía un niño insistentemente sin que la persona que lo acompañaba se inmutara o pensara en requerirlo debido a lo elevado del tono de voz. ¿A quién podría molestarle un niño? ¿Verdad?

Seguro ese era el pensamiento de la señora, cuyo nieto se interponía en el intento de sueño de aquellos que querían ver el tiempo pasar más rápido. A eso se sumaba la «música» que un joven del medio de la guagua compartía con todos al máximo volumen. No sé el resto, pero él amaneció «riquísimo…».

La guagua avanzaba y también lo hacia el número de personas dentro del ómnibus. Las escasas paradas previstas se multiplicaron, duplicaron, triplicaron… Todo el que hacía señas en la carretera tenía un lugar, a cambio de unos cuantos billetes de distintas denominaciones. En aquello había menos de altruismo y sí violaciones de los derechos del viajero.

Para poner más «picante» a la historia, comenzaron a proliferar otras molestias. Si bien está prohibido comer en la guagua, los choferes suelen hacerse de la vista gorda; sin embargo, los pasajeros no conformes con alimentarse, llenan de desechos su alrededor.

¿Por qué se han normalizado indisciplinas de ese tipo? ¿En qué momento se dejó de tener conciencia y sentido de pertenencia por la propiedad social que es de todos? Esos son algunos pensamientos que uno tiene mientras es casi aplastado por alguien que duerme profundamente sobre ti.

Morfeo fue invocado en busca del sueño. La guagua salió a su hora, pero las múltiples paradas retrasaron el momento de llegada previsto. Cerré los ojos y no recuerdo más nada. De pronto, me despertó un: -No se mueva nadie hasta que esto no frene-

¿Un asalto? No, era la voz amistosa del chofer que avisaba al nutrido grupo que habíamos llegado al destino. La luz se encendió en el ómnibus y me nubló los ojos, pero no importaba. Aquello había terminado. Uno nunca valora tanto llegar a Holguín como cuando concluye un viaje en ómnibus desde el occidente de Cuba.

Comparte esta noticia

Enviar por E-mail

  • Los comentarios deben basarse en el respeto a los criterios.
  • No se admitirán ofensas, frases vulgares, ni palabras obscenas.
  • Nos reservamos el derecho de no publicar los que incumplan con las normas de este sitio.