Los miembros de la Guardia Nacional, que juntos a otros cuerpos federales en una Fuerza de Tarea Conjunta han ocupado la capital de Estados Unidos, comienzan a portar armas desde el domingo, según lo ordenado por el secretario de Defensa, Pete Hegseth, quien anteriormente dijo que solo lo harían si era requerido por circunstancias justificantes.
También está a punto de comenzar el nuevo curso escolar, y cuando todos los alumnos debieran estar preparándose para asistir a clases, en un importante segmento de los residentes en Washington D.C. no se alistan sus «armas» de la enseñanza: libros, lápices, libretas… Una discordancia que da mucho que pensar.
La militarización de la ciudad forma parte de la operación contra el crimen del presidente Donald Trump, quien amenaza con extenderla a otras ciudades —por cierto, todas bajo la administración de alcaldes demócratas—, y que ha recibido el repudio de la mayoría de su población, la cual husmea un segundo y verdadero propósito en la agenda presidencial: no se trata de la delincuencia, sino de intensificar la cacería de inmigrantes y su deportación, y de paso desprestigiar a los oponentes políticos y tender velo sobre otros problemas como el aumento de precios provocado por sus tarifazos a las importaciones.
Una encuesta del Washington Post-Schar School, entre los residentes en Washington, arrojó que el 79 por ciento se opone a la toma de la ciudad.
Por supuesto, las cifras generales de la delincuencia en Washington son altas, como en prácticamente todas las ciudades de Estados Unidos, pero estaban decreciendo en esa urbe según estadísticas oficiales, y en este 2025 se mostraban menores a los registros de 2024, pero el mandatario intervino el 12 de agosto el Departamento de la Policía Metropolitana.
Y no solo movilizó a la Guardia Nacional del Distrito de Columbia, también ha recibido ya a más de 1 900 efectivos de las Guardias Nacionales de Virginia Occi-
dental, Carolina del Sur, Misisipi, Ohio, Louisiana y Tennessee, que se unen a las fuerzas federales de ICE (siglas en inglés del Servicio de Control de Inmigración y Aduanas) y del FBI.
Adicionalmente a esta campaña contra la delincuencia, también han sido desalojados campamentos de personas sin casa en una «limpieza» de homeless, y el vicepresidente J.D. Vance, el jueves pasado se negó a decir a dónde los están enviando…
Podemos, incluso, hablar de otro daño colateral de la ocupación militar de Washington: cuesta un millón de dólares diarios, según un análisis de Hanna
Homestead, del Proyecto de Prioridades Nacionales, lo que sería peccata minuta en el increíblemente enorme presupuesto del Pentágono.
En cuanto a los inmigrantes, los resultados sí han sido satisfactorios para el ICE, con más de 300 arrestos, un aumento de diez veces respecto a su cifra típica de detenciones, según un análisis de CNN.
Ahí parece estar la esencia de la toma de control de Washington D.C. por parte de Trump, y con ella está intimidando a padres inmigrantes y disuadiendo a sus hijos de regresar a la escuela.
Lo informaba The Intercept que, tras una indagación entre inmigrantes, aseveró, «se enfrenta un régimen de terror», porque los agentes de ICE han inundado sus barrios y «en lugar de preocuparse por tener los cuadernos adecuados para el año escolar, muchas familias ahora temen ser detenidas por ICE al dejar y recoger a sus hijos en la escuela».
The Intercept recuerda que, en enero, al asumir la presidencia, Trump revocó el memorando sobre zonas sensibles que impedía a ICE operar en escuelas, hospitales e iglesias.
Según el censo de 2020, el 11,26 por ciento de la población de Washington D.C. es de origen latino y el 4,81 por ciento asiática, y en estos momentos, no solo los indocumentados, sino también quienes tienen solicitudes de asilo pendientes y permisos de trabajo y, por ley, no deberían ser detenidas, pueden ser objetivos de ICE.
El jueves pasado, el Gobierno de Trump anunció que está revisando a más de 55 millones de personas con visas estadounidenses válidas para detectar cualquier violación que pudiera llevar a la deportación. Según el Departamento de Seguridad Nacional, el año pasado había 12,8 millones de titulares de tarjetas de residencia y 3,6 millones de personas en Estados Unidos con visas temporales, los que también estarían en zona roja…
«No estamos jugando», ha dicho Trump a las fuerzas militares que patrullan Washington. Eso se percibe sin que él lo haga explícito. Ya están amenazadas Chica-
go y Atlanta. El fascismo va tomando cuerpo en EE. UU. No quiere mendigos, no quiere extranjeros. Sin embargo, no aumenta la seguridad, lo que crece es la preocupación y el miedo ciudadano.