Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Corazón ardiente latiendo… y guantes de seda

Autor:

Marina Menéndez Quintero

La presidenta Claudia Sheinbaum ha obtenido otro respiro de un mes, y el tratado de libre comercio con Estados Unidos y Canadá ha sobrevivido.

La decisión de Donald Trump de volver a posponer por otros 30 días la entrada en vigor de los aranceles incrementados con que ha estado amenazando a México, dio la razón a la Jefa de Estado de ese país cuando apostó a la negociación, mientras alistaba la artillería pesada de recíprocas sanciones por si el estadounidense lanzaba la andanada de impuestos a los productos que el vecino sureño vende en su país.

Aunque no se ha mencionado como moneda de cambio, el anuncio acerca del despliegue hacia la frontera de 10 000 uniformados mexicanos con la misión de seguir luchando contra el tráfico de fentanilo y la migración ilegal, así como la extradición a territorio estadounidense de una veintena de capos mexicanos detenidos por ese país, evidencian que ha habido toma y daca, sin sumisión, como ha dicho Claudia.

Es para felicitarse. Una guerra comercial entre ambas naciones perjudicará inobjetablemente a Estados Unidos, pues el intercambio comercial bilateral alcanza los casi 900 000 millones de dólares anuales. Pero será mucho más grave para México, que vende en EE. UU. el 80 por ciento de la producción nacional.

Eso, desde el punto de vista económico. En el ámbito político, una guerra comercial sería el asidero de la oposición mexicana para levantar campaña contra una Presidenta que llegó al gobierno «apapachada» por el calor del pueblo, y cuya imagen ha salido fortalecida de esta primera parte del entuerto.

El sentimiento antimperialista está ahí, en la fibra honda de un país que ya sufrió la pérdida de un pedazo bien grande de su territorio en las garras del Águila imperial. Trump lo está reverdeciendo.

Las masas que acompañaron a Sheinbaum durante el acto que ella convocó el pasado domingo en el Zócalo, demostraron que el respaldo con que cuenta no se queda en el frío 80 por ciento de simpatías que revelan las encuestas, cifra que supera, incluso, los altos índices de seguidores con que contó en sus mejores momentos su antecesor y mentor, Andrés Manuel López Obrador. Hay un apoyo entusiasta tras ella que la vitorea, y hace que sus seguidores la mencionen, con orgullo, como «mi Presidenta».

En las semanas recientes, la de Claudia ha sido una labor de orfebre para asegurar, usando guantes de seda, los anhelos de estabilidad y respeto a la soberanía que atesora un corazón ardiente.

Ha sido la misma estrategia implementada antes por Obrador durante el primer mandato trumpista, cuando se le exigió detener el flujo de migrantes centro, sudamericanos y caribeños a quienes la pobreza empuja a Estados Unidos, con la misma amenaza de las tarifas arancelarias. México consiguió hacer disminuir esas cifras sin usar la fuerza, y desplegó una labor regional encaminada a que Washington reconociera su responsabilidad en las causas que originan el fenómeno migratorio.

Sin embargo, la avalancha del ataque del mandatario republicano sobre el Gobierno de México ha sido mucho más intensa ahora.

La declaración de terroristas a siete cárteles de la droga de los cuales cuatro son mexicanos, las deportaciones masivas, la militarización de las fronteras y el intento de imponer el cambio de nombre al Golfo de México que Trump quiere sea «de América», son parte de las presiones con que el estadounidense ha querido doblegar a su vecino para imponerle la resolución de problemas que no dependen —al menos no únicamente— de él.

Por ahora, pareciera que la amenaza arancelaria estaría salvada. Sheinbaum ha informado que durante la segunda charla telefónica sostenida con Trump a mediados de la semana pasada —y de donde emergió el nuevo plazo— se supo que, al vencer esa prórroga, el 2 de abril, Washington elevará los aranceles a los productos de todos los países que aplican ya la misma medida contra las producciones estadounidenses.

De tal modo, se supone que los mexicanos queden exentos. Al menos, la mayoría, porque el 70 por ciento del total de las exportaciones de México hacia Estados Unidos, están contempladas dentro del T-MEC: el tratado de libre comercio de América del Norte que quedaría destruido si la guerra comercial, finalmente, se desata. Por tanto, se comercian sin tarifas arancelarias.

Sin embargo, todavía debe esperarse qué pasa.

Canadá, que por carambola se ha beneficiado de la prórroga concedida a México —pues Trump la incluyó en la extensión del plazo—, ya dictó medidas de respuesta a Washington que han sido confirmadas por el líder laborista, Mark Carney, electo como cabeza del Partido, y nuevo primer ministro tras la dimisión de Jacques Trudeau.

Según Carney, los estadounidenses «quieren nuestros recursos: agua, nuestra tierra, nuestro país (…) «si tuvieran éxito, destruirían nuestro modo de vida».

Canadá nunca será parte de Estados Unidos, aseguró Carney. México, tampoco.

Comparte esta noticia

Enviar por E-mail

  • Los comentarios deben basarse en el respeto a los criterios.
  • No se admitirán ofensas, frases vulgares, ni palabras obscenas.
  • Nos reservamos el derecho de no publicar los que incumplan con las normas de este sitio.