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El «pragmatismo» de Trump

Autor:

Marina Menéndez Quintero

MÉXICO todavía seguirá haciendo acopio de la «cabeza fría» que ha defendido la presidenta Claudia Sheinbaum y aguardará hasta el domingo para dar a conocer su respuesta a la nueva contienda desatada por Donald Trump.

Todo indica que el Presidente republicano ha forzado a Kiev a una negociación con Moscú para la cual él mismo había dicho que Volodímir Zelenski no estaba listo. Ahora el mandatario ucraniano ha dicho que quiere una tregua, y es comprensible: a la corta o a la larga, el corte total de la ayuda bélica de Washington a Ucrania —válido desde la madrugada del martes y contemplando, incluso, los alijos que ya viajaban hacia Europa— obliga a esta al alto el fuego que el dirigente europeo rechazó durante el reciente y encendido encuentro entre ambos.

Trump podrá anotarse, así, el punto de haber contribuido a detener una conflagración que pudiera convertirse en la 3ra. Guerra Mundial, como él mismo recordó durante la aciaga visita de Zelenski a la Casa Blanca.

Sin embargo, esos honores son opacados por horrores que pasan por la misma forma brutal en que, pese a todo, el Jefe de la Casa Blanca ha tratado a su homólogo ucraniano, incluyendo la amenaza de intervenirle a su país todas las llamadas «tierras raras», y por lo que es aún más terrible: seguir insuflándole dinero, armas y un respaldo amoral a Israel, cuando la precaria tregua con Hamás que debiera prorrogarse con una segunda etapa de negociaciones está haciendo aguas gracias a los incumplimientos y las violaciones de lo acordado por parte de Tel Aviv.

En ese ancho espectro de «contradicciones» se cuelan las guerras comerciales que Trump desata, pertenecientes a una época proteccionista que él está reviviendo.

Sea su estrategia amenazar para acorralar al adversario y presionarlo a hacer lo que él dicta —como dicen algunos «sicólogos» de su política— o no, lo cierto es que esa nueva conflagración ya está en marcha.

Al cumplirse el plazo de un mes otorgado a Canadá, China y México para hacer vigentes los aumentos arancelarios que Trump había anunciado a los productos elaborados en esos países y exportados a Estados Unidos, el mandatario del Norte no solo siguió en sus 13; además, elevó las tarifas para imponerle a las tres naciones —dos de ellas socias de
EE. UU. en el tratado de libre comercio de América del Norte— un elevadísimo 25 por ciento de incremento arancelario.

En un primer momento, el Presidente estadounidense dijo que la medida hacía pagar a esos países —en este caso, México y Canadá— lo que él ha considerado su responsabilidad, por la porosidad de las fronteras norte y sur de EE. UU., a lo que injustamente Trump achacó que siguieran entrando inmigrantes ilegales a territorio estadounidense.

A los tres —incluyendo a China— les culpa por que en su país pulule la droga conocida como fentanilo.

Sin embargo, al declarar vigente la medida, el magnate inmobiliario ha dejado ver otras inquietudes movidas por el sentimiento prepotente con que pretende recuperar el brillo de una potencia decadente.

Una vez más, Trump alega que su país ha sido «estafado» —la misma queja que enarbola contra la administración del Canal de Panamá— y sugiere que todos aquellos industriales que han levantado sus fábricas en esas naciones las lleven para Estados Unidos.

No está muy claro hacia dónde pudiera conducir esa postura de dictador mesiánico que pretende desgobernar al mundo. Con Europa, abandonada a la suerte de Ucrania, la hostilidad parece a muerte, porque el Viejo Continente quiere desvanecer el tufo a fracaso que la arropa dándole nuevos apoyos a Zelenski, aún a sabiendas de que será ya totalmente imposible golpear, como pretendía, a Rusia.

Esas mismas fricciones amenazan con dejar acéfala a la OTAN, lo que plantea también nuevos escenarios en cuanto a equilibrio mundial y estrategia de «defensa». Ello sin contar la posición común e inédita adoptada por Washington y Moscú en la votación de las dos resoluciones recientes debatidas en la Asamblea General de la ONU con respecto a Ucrania y Rusia.

Ahora, además, el republicano ha asestado un golpe mortal al antiguo TLCAN —hoy TecMec—, y reverdece y amplía la guerra no declarada con China, que hasta ahora solo era tecnológica.

A México, que se ha esforzado durante los 30 días transcurridos desde la amenaza de los aranceles, y ha hecho más visibles los esfuerzos desplegados desde el otro sexenio para atender a los desafíos que Trump le impuso a partir de su mandato anterior, no le queda más que aceptar la «parada subida» por Washington y decretar las medidas con que responderá a su chantaje.

Se dice que una entrevista entre ambos mandatarios está en agenda para antes de que concluya la semana. Pero no parece seguro que el pragmatismo puesto en práctica por Trump lo llevará a posturas comprensivas y de convivencia con su vecino del sur.

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