Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

El fuego en el corazón

Autor:

Joel Mayor Lorán

Cada época tiene sus héroes. Unos y otros igual de ilustres. A más humildes, más grandes. En ocasiones, armados de farol, de cartilla y manual; a veces de guantes, fajas de seguridad y varas de fibras de vidrio dieléctrico para la conexión y desconexión de líneas; o solo de su fuerza y habilidad.

Aquella mañana ella estaba en su centro de trabajo, cuando vio un molote y a Fidel bajarse del carro, para una visita a una entidad cercana.

Quiso acercarse, pero la escolta no la dejaba. La joven alfabetizadora, la muchacha que había distribuido bonos del Movimiento 26 de Julio envueltos en tabaco, no se iba a conformar con aquella negativa.

Le dijo: «¿Cómo qué no? Yo estoy de guardia, vestida de miliciana, y quiero darle la mano». En medio del revuelo, él la oyó y le extendió la mano. Y Juana Lorán apenas atinó a decirle: «Fidel, estoy de guardia al frente». La amparaba su uniforme, hasta con zambrán, y la admiración que le salía a la ariguanabense por encima de la ropa.

Su corazón se recargó para nuevas hazañas. Ya ni las bombas ni la metralla que amenazaban desde Playa Girón, la harían desistir de su deseo de enseñar a leer y escribir, primero a la gente de Zaza del Medio, en Sancti Spíritus, como parte de las brigadas piloto, y luego en Sagua de Tánamo, en la Brigada Conrado Benítez.

No siempre el mayor peligro son las balas o las bombas. Trabajar a diez metros de altura, y hasta a 42, atados por una faja, a merced del viento, la radiación solar o la oscuridad de la noche, es también una heroicidad.

Juan José Mujica y Yordan Álvarez sobresalen en ese equipo valeroso a quienes solo llamamos linieros. Pero son héroes. De los habituados a ir donde sea necesario, en el momento que los llamen, con el cielo como techo, en continuo desafío a la corriente eléctrica y su alto voltaje. A quienes permanecemos en tierra, nos asusta tanto valor.

¿Y acaso no hay verdadero heroísmo en quien transforma sueños en realidades? ¿Quién le negaría ese nuevo título al gigante Mijaín, o a la Omara de 11 coronas paralímpicas, 14 en mundiales y numerosos récords universales en los 100, 200 y 400 metros del paratletismo?

Sí, no pocos deportistas merecen que les llamen héroes. Se han erigido en modelos de coraje, disciplina y éxito. Algunos son capaces de derrotar imposibles, incluso de reinventar su cuerpo ante duros golpes de salud.

Tras el accidente que casi le cuesta la vida, La Gacela de Cuba, un milagro de la voluntad humana llamado Ana Fidelia, ya no sintió el fuego en su piel, sino en el corazón… y volvió a ser campeona mundial y medallista olímpica.

De la misma manera, Artemisa tiene a Yunier Fernández, ese a quien parecía que una piscina con bajo nivel de agua (a la cual se lanzó sin saber) ahogaría su futuro… y, en realidad, lo condujo a crecerse, en una prueba de talento y dedicación, que inspira a superar cualquier límite.

En la gala de premiación de los deportistas del año, el campeón paralímpico en París 2024 estuvo acompañado por otros grandes, como Haila González Collazo y Noslen Díaz Amaro, los ases del Béisbol5 y el voleibol de playa.

Y es que de nuestra tierra brotan héroes por doquier, cotidianos, sencillos… como Ernesto y La Niña, tan necesarios, tan «contagiadores» de energía para hacer un mejor periódico; o como el fotógrafo Otoniel, el todo en uno del colectivo. Son hombres y mujeres con iguales incertidumbres, carencias y miedos. El amor los hace valientes.

(Tomado de El Artemiseño)

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