Para que no me tilden de «politiquero barato», yo también he recordado por estos días a todos los dioses y hasta a la progenitora de mis días cada vez que llegan los «benditos apagones» y veo como, poco a poco, los no muchos alimentos que guardo en el refrigerador pierden sus colores y también, lo más jodido, varían sus olores.
Son días tensos, muy tensos, y no veo que sea ilógico que los cubanos estemos con el hígado casi a punto de perderse de tantos sufrimientos cotidianos. No podemos, desde luego, reírnos de tantas y tantas escaseces.
Por eso, no me autorrecrimino cuando exclamo palabras muy fuertes —demasiado fuertes, a veces— tras un apagón, una odisea en el Banco para extraer mi salario o ver horrorizado el precio de los alimentos, tanto en el comercio privado como el estatal.
Pero me jode, y bien que me jode, que compatriotas, desde lejos, sin sufrir la crisis que ahora afrontamos aquí, deseen, de manera pública, que las carencias y vicisitudes continúen, o aumenten.
Y aclaro. La inmensa mayoría de los cubanos que residen en el exterior no actúan de esa manera, pues ese pequeño grupúsculo lo encabezan los llamados influencer que han ganado mucha, pero mucha plata con eso de denigrar de Cuba.
No les reprocho que estén en desacuerdo con el sistema político de Cuba, que critiquen las decisiones políticas de quienes gobiernan la Isla y que blasfemen una y otra vez de la tierra que los vio nacer.
Lo que llama mi atención es que ninguno de ellos «toca, ni con el pétalo de una rosa,» a los causantes, en gran medida, de mantener el bloqueo, que no dejan, por ninguna razón, que a la Isla entre petróleo para impedir los apagones y hasta el dinero para comprarlo.
Son esos mismos que afirman que el bloqueo es un invento de Cuba para esconder la inoperancia del Gobierno, pero no levantan la mano, y menos exigen, que este se levante para «demostrar que no existe».
No harán nunca nada que contradiga al amo que los acoge y los alimenta de odio. Es más, no dejan de sugerirle aumentar la desesperanza de sus hermanos en la Isla.
A los dirigentes de la Casa Blanca no los acusan de querer exterminarnos poco a poco, con un callado genocidio contra nuestra gente, nuestros hijos, contra todo lo que huela a Revolución Cubana.
Callan, descaradamente, que un informe de Naciones Unidas y la Universidad de Oxford, en ocasión del Día Internacional para la Erradicación de la Pobreza, revela que al menos 1 100 millones de personas a nivel mundial se encuentran en situación de pobreza multidimensional.
Ese silencio intenta demostrar que el resto del mundo vive los mejores momentos, por lo que la situación actual de Cuba es algo anacrónico. Según ellos, el mundo está «color de rosas». Olvidan que la propia ONU confirmó que en 2024 suman 692 millones las personas en pobreza extrema.
Cuba, que no es ocioso recordar, vive ahora mismo uno de sus más complejos momentos desde el triunfo de la Revolución, al menos tiene un camino, por el que transitan personas cultas, valientes y solidarias.
Pero además, y sobre todo, tiene un pueblo que sabe a dónde mirar y que no aprendió, ni aprenderá, a bajar la cabeza ante el mayor enemigo de la humanidad. Tiene, para resumir, aquello que le ronca… Eso mismo que demostró Maceo en Mangos de Baraguá.