No es poco frecuente escuchar en conversaciones de nuestra cotidianidad respuestas como «eres muy sensible», «estás exagerando» o «eso nunca pasó» a inquietudes serias del interlocutor. Mediante este tipo de interacciones se busca situar la atención en la percepción subjetiva de la persona vulnerada y no en el contenido de sus inquietudes.
¿Y para qué? Se me ocurren respuestas extremas, como entender mejor el mundo interno y preocupaciones del otro (un ejercicio social de empatía), o hacerlo dudar de sí mismo y evadir responsabilidades.
Este último es caldo de cultivo para el gaslighting, un método o patrón de abuso emocional sutil, que se reproduce de manera sistemática y tenaz en cada escenario de la vida en sociedad.
Por ejemplo, un jefe que minimiza el trabajo de sus empleados para hacerlos dudar de su valor, o padres que culpan a sus hijos de problemas y dinámicas propias de la pareja, entre muchos otros casos lamentables.
La revista Psicología y Mente publicó el 24 de enero de 2017 el artículo titulado «Gaslighting: el abuso emocional más sutil», en el que se describe que el perpetrador o gaslighter distorsiona la verdad y reinterpreta los eventos, a menudo mintiendo para ridiculizar o minimizar los sentimientos de la víctima y hacerla parecer irracional.
En un escenario más profundo del fenómeno (como puede ser el de una relación de pareja), el victimario intentará alejar a su objetivo de amigos y familiares para debilitar sus redes de apoyo y otras fuentes de contacto con la realidad, al punto de que la víctima terminará dudando de su propia cordura.
Quizá parezca exagerado subrayarlo como abuso, pero lo cierto es que tiene consecuencias serias en sus víctimas. Según el artículo «Gaslighting: qué es y por qué es tan peligroso este tipo de abuso sicológico», publicado el 7 de agosto de 2023 en la revista Marca, los posibles efectos giran en torno a sentimientos de ansiedad, angustia sicológica y confusión emocional.
Esta situación puede generar dudas sobre la capacidad de recordar bien sucesos de tu propia vida, o sobre el raciocinio y la salud mental propia, y todo eso llevará al decrecimiento de la autoestima. Aparejado a esto se perpetúan dinámicas tóxicas de dependencia de la opinión de otros.
¿Cómo saber que estamos sufriendo gaslighting? Revisa si de repente te encuentras cuestionando la validez o profundidad de tus emociones, constantemente ofreces disculpas y excusas por tu comportamiento, u ocultas información para no tener que excusarte y te cuesta tomar decisiones simples.
La duda es capaz de corroer la más férrea de las voluntades; por ello, la revista Psicología y Mente, en el artículo anteriormente referido, hace alusión a un grupo de acciones para enfrentar situaciones de este calibre, empezando con ser firmes en los criterios personales y establecer límites, y si alguien los excede, hacérselo saber y actuar en consecuencia.
No te disculpes por sentir. Confía en tu intuición y analiza por partes las vivencias propias para entender qué aspectos no encajan como adecuados.
Busca apoyo externo y haz florecer tu vida social relacionándote frecuentemente y de manera significativa con personas valiosas para ti.
Lo más importante a tener en cuenta es que cada persona es un mundo, con sentimientos, valores individuales y principios inalienables. No dejar paso al irrespeto y desconsideración de otros es el ejercicio más profundo de amor propio que debemos practicar cada día.