Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Masculino y responsable

Autor:

Laura Fajardo Mastache

Carlos es un trabajador incansable de los campos de tabaco en Pinar del Río, a quien desde joven se le enseñó que un verdadero varón no muestra debilidad ni se queja. Así que, al sentir el persistente dolor en su espalda, aguantó como el «toro» que le habían enseñado a ser.

El machismo arraigado en su cultura le instruyó que su valor como hombre estaba ligado a su capacidad de soportar y seguir adelante, así que calló e ignoró todo lo posible aquel inconveniente. No buscó ayuda médica ni compartió la dolencia con su familia. Como la roca inquebrantable que era, continuó trabajando, hasta que le fue insoportable.

Finalmente fue llevado al hospital. Allí descubrió la gravedad de su dolencia y estado que, de haberse descubierto en tiempo, lo llevarían por un camino muy distinto. Ahora reflexiona sobre su conducta y los patrones que lo llevaron a esconder su estado de salud, y se pregunta cuántos hombres más se encontrarán envueltos en un ciclo de dolor y orgullo que puede costarles la vida.

La historia refleja la realidad de muchos hombres que, debido a las expectativas culturales de masculinidad, retrasan la búsqueda de atención médica por mantener una fachada de fortaleza. Según la idea que prevalece, los «verdaderos machos», deben ser autosuficientes y reacios a expresar su decaimiento.

Cuba, con su perspectiva de igualdad, ha demostrado un compromiso sostenido con la salud de su población. El Primer Consenso Cubano sobre Salud Masculina y Masculinidades se alinea con las acciones que desde la prevención se realizan.

Nuestro país mantiene un enfoque integral en la salud y garantiza inmunizaciones y el control en enfermedades trasmisibles y no transmisibles. En términos de equidad, se implementan estrategias particulares para la pesquisa, diagnóstico y seguimiento de casos.

El consenso refleja estos esfuerzos, pone énfasis en la necesidad de abordar las construcciones masculinas hegemónicas, proporcionando una base para futuras políticas y programas de salud que continúen con la tradición de un sistema inclusivo, que atienda las necesidades específicas de los hombres.

La Semana Internacional de la Salud Masculina es una iniciativa para generar conciencia sobre las enfermedades y problemas prevenibles que afectan a niños y varones, desde la asistencia sanitaria, pero sin olvidar que las construcciones culturales de la masculinidad también juegan sucio en el asunto.

La masculinidad hegemónica, que promueve una imagen de fuerza y dominio, puede desalentar a los hombres de buscar atención médica o participar en comportamientos saludables. En Cuba y en todo el mundo se está trabajando para desafiar estas normas y promover una visión que incluya el cuidado de la salud como una responsabilidad personal y social.

La educación desempeña un papel crucial en el cambio de las percepciones. Que los hombres conozcan sobre la importancia de la salud preventiva y alentarlos a hablar sobre sus problemas de salud, puede romper barreras culturales latentes a nivel global.

En países como Estados Unidos, los hombres viven en promedio seis años menos que las mujeres, víctimas de enfermedades prevenibles o curables. En Europa Occidental, un estudio encontró diferencias significativas entre la salud de ambos géneros. En las Américas se destaca que los hombres deben ser proveedores y evitar discutir sus emociones o buscar ayuda sicológica.

A lo largo y ancho del mar, se pueden encontrar estas y una infinidad más de exigencias sociales si usted «quiere ser un hombre».

La historia de Carlos y los datos internacionales nos llevan a reflexionar hasta qué punto las normas de género tradicionales están perjudicando la salud de los hombres. Esa visión de la masculinidad perpetúa además un ciclo que puede ser emocionalmente devastador.

Es hora de promover una nueva definición de fortaleza, que incluya la valentía de ser vulnerable y la sabiduría de buscar ayuda cuando es necesario. Las normas culturales son poderosas, pero no inmutables, y es posible transformarlas reconociendo que la salud es un derecho humano fundamental, sin importar el género.

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