Semillas de mango, papeles, vasos desechables, cáscaras de huevo, huesos, borra de café… Todos los días ella barre los pasillos laterales y trasero de su casa y llena el recogedor varias veces con estos «hallazgos». ¿A quién reclamar, si su vivienda está rodeada de edificios? Imposible saber de cuál de sus apartamentos arrojan todos estos desechos.
Descubrió también hace unos días que la manguera del aire acondicionado de la casa vecina está orientada hacia su propiedad y allí vierte el agua de su uso. Como resultado, el piso de su pasillo y el muro de separación de ambas viviendas está verde, mohoso… sin necesidad.
¿Qué código ampara esas conductas? ¿Por qué alguien debe lanzar los residuos de su casa hacia otra? ¿Por qué una persona, conscientemente, debe afectar a otra mientras disfruta de un beneficio?
En repetidas ocasiones he abordado el asunto de la necesaria empatía y el sentido común para vivir, tranquilamente, en sociedad. Nadie debe molestar a otra persona y bien es sabido que si lo que hago para mi disfrute le ocasiona un problema a otro, debo resolverlo. Si fuera a la inversa, seguramente también lo exigiría.
Sin embargo, cuando ella toca las puertas de cada apartamento y pide comprensión y buen actuar de todos para no tener que encontrar tanta suciedad ajena en su casa, es recibida con improperios e insultos como «burguesa engreída», no sin antes convidarla a que viva en otro barrio o en un palacio alejada de la ciudad.
Faltar el respeto no puede ser la opción para no reconocer el error de lo que hacemos. Si fuera al revés… los que le atañen «rezagos de burguesía» a quien hoy reclama su derecho a un entorno limpio armarían la guerra.
No son pocos los conflictos que se generan por lo que algunos consideran innecesario crearlos. Pero, ciertamente, cada cual debe vivir y satisfacer sus necesidades en su área y no en la del otro. Si se comparte un espacio en común, con razón deben establecer pautas del comportamiento de cada cual, pero si, como en este caso, no hay espacios comunes y más bien lo que existe es una arbitrariedad, los caminos a transitar pueden ser, incluso, legales.
Convivamos en paz, respetemos para que nos respeten, ganemos confianza y entendimiento, evitemos discusiones… Pero si en algún momento no fluye el diálogo, acudamos a las leyes bien escritas y definidas. Tampoco la violencia sería la solución, aunque, a veces, la cordura se tambalea ante provocaciones impensables. Como dice la canción de Silvio Rodríguez: Seamos un tilín mejores y mucho menos egoístas…