Mientras Estados Unidos, ahora en la persona de la Jefa del Comando Sur, sigue despotricando contra China y la extensión de su intercambio con América Latina, Beijing no pierde tiempo en banales discusiones…
Su filosofía de ganar-ganar como preámbulo de los convenios comerciales a que invita continúa siendo la fórmula «mágica» que le abre puertas: una manera inteligente de responder a las presiones de Washington y extender los nexos más allá, incluso, de la región que «preocupa» tanto a Laura Richardson.
Según la Generala, China tiene convenios de intercambio con 21 países de Latinoamérica, por lo que acusa al país asiático de lo que, en verdad, persigue el suyo: saquear los recursos naturales de las naciones del hemisferio y preparar espacio para, supuestamente, potenciales enclaves militares.
Sin embargo, la estrategia de tender puentes y buscar beneficios mutuos sigue haciendo avanzar los lazos comerciales y diplomáticos de Beijing, mediante un quehacer que es la antípoda de la ley del embudo y el chantaje empleada hasta hoy por Washington.
En igual sentido se mueve la política de China hacia otras regiones, con una proyección que busca abonar los lazos existentes, fomentarlos donde no existen, y neutralizar la animadversión de quienes pudieran actuar como enemigos, bajo la influencia de Estados Unidos y su guerra comercial y tecnológica contra el gigante asiático.
Una muestra de ello la acaba de dar el presidente Xi Jinping la semana pasada, durante una gira europea que lo llevó a Francia, Serbia y Hungría y ratificó amistades, dejó convenios donde había terreno propicio, y mantuvo los caminos limpios en otros lugares.
Pocos pasaron por alto el momento estratégico del exitoso periplo en un momento en que los titulares de la Unión Europea, siguiendo las posiciones estadounidenses, continúan endureciéndole el tono a China.
A las acusaciones de competencia desleal que vertieron los dirigentes europeos sobre esa nación oriental en la cumbre bilateral de diciembre pasado, se suma ahora la «presunción» de que Beijing coopera con Rusia en el conflicto militar en Ucrania… Algo así como buscar la paja inexistente en el ojo ajeno ignorando, en el propio, la viga que constituye el cuantioso y a veces controvertido respaldo financiero y militar de la UE a Kiev, pues no siempre todos dentro del conglomerado han estado de acuerdo como lo demuestran, por ejemplo, las reticencias de Budapest.
Sobre todo ello transitó con éxito el periplo. Sin arriar banderas pero obviando los diretes, la gira de Xi fortaleció los vínculos con una Francia que pese a su entusiasta apoyo a Ucrania salvaguarda las buenas relaciones con Beijing —donde el presidente Enmanuel Macron estuvo hace un año— y, a pesar de trascendidos según los cuales al mandatario francés se le habría encargado usar sus buenos oficios para «trasladar» al visitante, las inquietudes de Bruselas.
En la parada serbia, la firma de una treintena de memorandos y acuerdos de cooperación tras el encuentro entre el mandatario chino y su homólogo, Aleksander Vucic, dio cuenta de la buena marcha de las relaciones, que desde 2016 han sido declaradas por ambos países como asociación estratégica.
Otro punto a favor para ambos Estados dejó la estancia de Xi Jinping en Hungría, que concluyó también con la suscripción de casi dos decenas de acuerdos y el reconocimiento por el presidente, Viktor Orban, de una condición internacional que muchos debieran tomar en cuenta: «Si miramos hacia la economía y el comercio mundiales de hace 20 años, no se parece en nada a lo que vivimos hoy. Entonces vivíamos en un mundo polar único, y ahora vivimos en un orden mundial multipolar; una de las columnas principales de este nuevo orden mundial es China».
No habría bastado solo para ello con productividad y eficiencia. La política exterior de Beijing demuestra otra parte de la fórmula para lograrlo. Cooperación, mejor que confrontación.