Cuando Fidel llegó la noche de aquel 17 de enero a Pinar del Río, Arnaldo Graupera tenía apenas 29 años. El joven periodista contó a varios colegas de la prensa mucho tiempo después que no había comido nada en todo el día y tampoco había tomado agua para no perder su ubicación en la tarima improvisada sobre una rastra en la que hablaría el Barbudo.
Serio, como fue siempre con su trabajo, incluso después de su jubilación, Graupera entendió que su misión allí era perpetuar en una revista Sol un saludo del puño y letra de Fidel para los pinareños. Y lo logró.
Ese era el encargo que tenía del director de la publicación. Justo antes de que se escuchara por el audio el «¿Se oye, se oye?», de Fidel, Graupera le extendió la revista que el líder revisó. Leyó en ella un reportaje sobre la captura de un esbirro y escribió: «Un saludo a los pinareños a través de la revista Sol».
Eran más de las ocho y media de la noche cuando el Comandante hizo su entrada a Pinar del Río. La carretera central era testigo de la caravana victoriosa que desde el día 8 había llegado a La Habana. En Guanajay y Artemisa hubo paradas obligatorias. ¡Hay sangre de Artemisa brillando en la Bandera!, dicen con justicia los versos del Indio Naborí.
En el antiguo Regimiento Rius Rivera, en ese momento Comandancia del Ejército Rebelde en la provincia, despachó con Dermidio Escalona, jefe militar del territorio, y siguió hasta donde lo esperaba una multitud de pueblo. Recuerdan quienes, ahora con muchas canas, presenciaron la histórica visita, que nunca las calles vueltabajeras estuvieron tan llenas, que nunca hubo tanto pueblo atento, entusiasmado, esperanzado.
«No había venido a Pinar del Río porque tuve necesidad de permanecer en La Habana durante varios días. Tal era el fervor revolucionario de esta provincia, tan grandes han sido sus méritos en esta lucha, que durante el trayecto entre Oriente y La Habana me llegaron las insinuaciones de numerosos compañeros, pidiéndome que antes de llegar a La Habana viniese a Pinar del Río.
«No era posible, sin embargo, detener la marcha de toda la columna para hacer un rodeo por la provincia de Pinar del Río, y yo les respondía a esos compañeros: “No se preocupen, que a Pinar del Río no lo tenemos olvidado, que a Pinar del Río iremos”», dijo a la multitud casi al inicio del discurso.
En medio de ovaciones, con un audio que no favorecía la escucha y un pueblo disciplinado que guardó silencio por horas para escuchar a su líder, expresó: «Yo no vengo a hacer demagogia aquí: yo lo que vengo es a decirle al pueblo la verdad. Yo no vengo a exaltar las pasiones, pero sí quiero mantener el temple del pueblo y el estado de ánimo necesario para afrontar cualquier vicisitud. (…) Sé que hay muchos hombres necesitados, muchos enfermos sin hospitales, muchos niños sin escuelas… pero no resolveremos el problema de uno ni de dos, resolveremos el problema de todos (…)».
El discurso marcó un antes y un después para los pinareños. En él se hablaba de la manipulación mediática contra Cuba, de los desafíos, de todo lo que se había hecho y, sobre todo, de lo que faltaba por hacer.
Graupera cumplirá en julio próximo 94 años. La vista siente ya los achaques de la edad y no anda solo por precaución. Mas guarda en la memoria la noche del 17 de enero de 1959 con total claridad. En sus años de trabajo, esa fue, quizá, su jornada más emocionante, el día que supo sería, para siempre, un periodista de la Revolución.