Los dibujos y marcas pictográficas en la superficie del cuerpo humano tienen su origen hace más de cinco mil años. Las civilizaciones antiguas los empleaban con fines religiosos, médicos, culturales e incluso como método de defensa o caza.
Con el transcurso del tiempo, las formas de pensar y actuar de las sociedades han ido transformándose, al igual que las variantes, los significados, estereotipos y prejuicios alrededor de los tatuajes. Dicha práctica posee tanta influencia en el contexto actual que más del 38 por ciento de la población mundial lleva alguno en su cuerpo, con representación de personas de todos los grupos etarios, fundamentalmente en los jóvenes.
Sin embargo, existe un extenso debate en torno a su significado, definición y representación en la sociedad actual, así como su influencia a nivel personal en cada sujeto que decide marcar su cuerpo. La mayor disonancia recae en su valor positivo o negativo y en la aceptación de su empleo, cada vez más normalizado en el contexto cultural actual.
A pesar del alto nivel de normalización en el imaginario social sobre esta práctica y su incremento considerable, aún prevalecen opiniones divididas con respecto al tema.
Los prejuicios más comunes giran en torno al vínculo con actividades ilegales o su asociación identitaria con la violencia, como rasgo representativo de personas con actitudes negativas y malos comportamientos. Incluso se maneja el tabú de no poder acceder a donaciones de sangre a quienes llevan estas marcas en la piel.
Si bien el simbolismo del tatuaje puede no resultar positivo y atractivo para todas las personas, debido a criterios estéticos muy personales, no se justifica la discriminación hacia una amplia gama de individuos que sí los prefieren. Portar un dibujo, escrito o figura adherida a la piel no incide en la capacidad moral, humana, higiénica, intelectual o profesional de ese sujeto.
El respeto y la inclusión no deben obviarse por simples puntos de vista particulares, con la crítica subjetiva como razón. Cada cual transforma su cuerpo con la misma libertad con que maneja su vida, no debe olvidarse ese aspecto. El hecho de no estar de acuerdo o no asimilar como atractivo un tatuaje no da facultad para juzgar los valores de sus portadores, sin bases reales, solo por estar en desacuerdo con dicha práctica.
En la actualidad, ese asunto va mucho más allá de elaborar un simple dibujo. Incluso es considerado un arte, un oficio que demanda entrega, pasión y profesionalismo.
Por otra parte, para quien lo porta constituye un medio de expresión de gustos, emociones, vivencias, un homenaje a alguien o algo, la materialización de un mensaje, un proceso, una simple connotación estética e incluso un rasgo portador de cierto atractivo sexual.
La exhibición de tatuajes en un gran número de figuras representativas en los ámbitos artístico, deportivo y político constituyen prueba notable de su influencia en la sociedad, su capacidad de crear tendencias.
Hoy ha logrado convertirse en tema capaz de mover masas, de formar grupos culturales y sociales con la misma afinidad por esa tendencia; de ahí la magnitud de su impacto en las juventudes a lo largo de todo el mundo.
Además, muchas personas consideran el tatuaje como una vía para ser originales, mostrar características propias y generar diseños personalizados a su gusto. Si bien existen algunos que incursionan en ese mundo buscando más atención, rasgos más llamativos por sentirse invisibles, la mayoría poseen una gran autoestima y conformidad con ellos mismos.
Cabe destacar que en algunos empleos los tatuajes visibles tal vez no sean adecuados por la connotación de su mensaje. Sin embargo, con cubrirlos con prendas de vestir es suficiente.
¿Muchos? ¿Pocos? ¿Luce bien? ¿Se ve mal? ¿Es muy viejo o muy joven? Todas esas preguntas y prejuicios tienen mejor impacto en el interior de nuestra siquis, no es necesario vociferarlas sin razón. Cada persona es feliz con sus decisiones y su aspecto, y la belleza es tan relativa o variada como el universo mismo, así que nadie tiene la verdad absoluta en este asunto.