Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Del lado del pueblo

Autor:

Liudmila Peña Herrera

Somos, esencialmente, pacíficos, aunque nos hierva en vena la sangre de nuestros indígenas, de nuestros mambises, de nuestros rebeldes, ante la injusticia. Pero esa sangre caliente —que no debe correr, por cierto— debería servir para solucionar, nunca para meterle «más presión a la caldera».

No confundamos las cosas: nos faltan medicinas, alimentos…, le hemos cazado la pelea a la corriente eléctrica en casi todos los territorios, en medio de una pandemia que nos ha trastocado los tiempos, las alegrías, los proyectos y hasta las esperanzas, en no pocos hogares.

De más está decir que nos sobran las insatisfacciones, las dudas, las preocupaciones. Todo eso es legítimo, aquí y en cualquier lugar donde exista un ser humano. Y habrá que discutir sobre cada tema que preocupe, que moleste, que duela, a pecho abierto, con disposición de escuchar, de volver a explicar y de revisar las soluciones propuestas. Construir juntos se llama. Construir, nunca lo contrario.

Pero el horror, no. El horror, la ingobernabilidad, el miedo de acostarse un día sin saber lo que va a pasar al otro, la preocupación constante por el destino de quien sale a la calle, las amenazas de muerte…, ¿eso es lo que queremos los que nos batimos a diario tratando de sernos útiles los unos a los otros?

Mucha gente me escribe por interno, o insta públicamente a que todos nos pongamos de parte del pueblo, porque aquel artista y este otro ya lo hizo. ¿Y de qué lado podemos estar sino del único lugar al que pertenecemos, al lado del pueblo? Volverá al pueblo, si lo decide, quien haya salido de él, quien no se sienta parte ya, por alguna u otra razón.

El problema es que el Pueblo, así en mayúsculas, como debe asumirse la palabra, no se resume o se limita a este o aquel con tal o más cual pensamiento; el quid está en que el Pueblo es diverso, y es tanto el que fue desarmado a manifestar su descontento, como el que llevó una piedra o un palo con toda la mala intención de darle a su blanco, el que pidió intervención militar y el que salió a defender la institucionalidad.

El Pueblo fue el que vociferó en contra del Gobierno y Pueblo es el que no está de acuerdo ni con violencia ni con anexionismo. Pueblo es el que intenta dilucidar dónde está la verdad entre tanto fake y manipulación, y Pueblo es también el que pugna por confundir y descontextualizar en redes sociales. Pueblo es quien se mantiene firme, haciendo lo suyo como siempre, en cada puesto de trabajo.

¿Será difícil entonces que se entienda que somos Pueblo también quienes no concordamos ni con el horror ni con la entrega de la Patria a la debacle? Habrá que cuidarse mucho de que la definición vaya a doblegar la balanza hacia unos, dejando fuera a otros, haciéndonos parecer ajenos e indiferentes a lo que ha sucedido en Cuba.

Romper con todo parece ser la solución más fácil; asirse a un gobierno extranjero que, seguramente, nos ha demostrado con cuánta delicadeza tratará a este país, de suceder una intervención. Es posible que a los defensores de tal salida les resulte obvio el respeto a sus reclamos, a sus hogares, a sus familias, a sus destinos. ¿Será?

Es posible que haya convencidos, que exista quien azuce de lejos y luego se siente a mirar para otro lugar, porque total, ya ellos cumplieron con ayudar a derrocar al socialismo. Todo, en este videojuego grotesco en el que parecemos metidos, es posible.

Yo sé que paz y amor, entendimiento y explicación, diálogo permanente, pueden resultar ahora retórica pasada de tiempo para algunos. Puede ser. Pero, ¿de qué otra manera lograr ponerle pausa a esta situación que ha herido la unidad de esa riqueza social para Cuba llamada Pueblo?

Mientras todo esto sucede, la mayor parte del Pueblo continúa trabajando, como siempre lo ha hecho, —no sin preocupación— y apostando por ponerle freno a la pandemia, en cada uno de los sitios vitales, donde también se necesita sangre hirviendo en las venas, porque esta es otra de nuestras peleas donde está en juego la vida actual y futura de la nación.

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