En pocas ocasiones hemos sido testigos de tanto revuelo en contra del reconocimiento a un músico como el otorgado al cantante puertorriqueño Bad Bunny, por ser Compositor del Año en la categoría de Música Latina en un certamen estadounidense. Tanto es así, que esa primera impresión de cuando estamos muy molestos, esa en que por lo habitual se nos nubla la mirada objetiva sobre un tema en cuestión, muchos la han sentido al entender que se le entregó el premio al mejor compositor del año en curso; pero en honor a la verdad, este no ha sido el caso. Ha sido una decisión de la directiva de la Sociedad Americana de Compositores, Autores y Editores (Ascap) para resaltar la cantidad de discos que ha vendido dicho músico, nada más.
Las generadas son contradicciones propias de los devaneos del mercado en su más pura expresión, como pasa en este caso con los premios Ascap, en los que los requisitos en competencia no tienen nada que ver con valoraciones acerca del rango artístico del premiado.
Aunque Bad Bunny parece tener muchos seguidores, preferimos llamar la atención sobre quienes se han sentido ofendidos por semejante noticia. Y no se trata necesariamente de una cuestión de detenernos en la mediocridad inherente a su pobre imaginación creativa, presente tanto en la concepción musical como en la pésima calidad de los textos. Tampoco se trata de sonrojarnos por la temática de sus canciones, pues nada humano nos es ajeno y, por lo tanto, disfrutamos como muchos de la lectura del Kamasutra. Pero una cosa es cantar a la poesía del erotismo y otra la pornografía hecha música, al grabar canciones con un lenguaje francamente soez que atenta contra la ética de quienes renegamos su exaltación pública.
No es tampoco una crítica superficial al empleo de determinadas palabras gruesas, sino a la seria implicación que encierra esta promoción de enajenantes patrones sociales de conducta. El desenvolvimiento coherente de cualquier sociedad funciona cuando es preservada esa línea invisible de respetabilidad que equilibra la convivencia colectiva
No obstante, desde hace rato, en la llamada industria del entretenimiento en Estados Unidos, hay quienes pretenden clonar en el individuo actitudes que consideramos violentas desde todo punto de vista, tanto en los videojuegos como en las películas y, por supuesto, en la música; para no abundar en otras tantas manifestaciones de nuestras vidas en las que se percibe esta tendencia. La agresividad que promueve la obra musical de Bad Bunny es otro intento de los tantos por desmontar valores éticos y morales de la civilización occidental, para ir conformando un modus vivendis en el que todo vale. Lo mismo se puede alcanzar la popularidad con canciones donde se denigra a la mujer a la vez que otros incitan a desentendernos de la urgente necesidad de tomar acciones para revertir el cambio climático o de que no debemos preocuparnos por el hecho de que millones de seres humanos en el mundo continúen viviendo en extrema pobreza. Apoyar semejante contexto es aprobar la presencia de un capitalismo salvaje en el que tanta indolencia, tanto egoísmo y tanta crueldad, por supuesto que no conduciría a otro final que el de acabar con la vida en el planeta. Por lo tanto, tenemos todo el derecho a estar indignados por este reconocimiento de la Ascap a Bad Bunny y no como una simple queja por preferencias musicales diferentes.
Alentar la creación de canciones como las de Bad Bunny constituye un atentado contra los altos valores espirituales del arte a lo largo de la historia de la Humanidad, motivado este por la avaricia desmedida de quienes se enriquecen a su costa.
Pero todavía estamos a tiempo. Si usted es de esas personas que disfruta compartir, con su familia y sus amigos, el esplendoroso regocijo que solo provoca el disfrute de una gran película, la lectura de un buen libro o la contemplación de una excelente pintura, se encuentra en plena disposición de enriquecer el hecho de vivir: por ejemplo, si gusta de escuchar música de calidad, sin importarle del género que sea ni en la época que fuese concebida. Si usted está consciente de que ese contacto emocional con el entorno sonoro de una manifestación musical auténtica le hace sentir como que crece en su interior, entonces tenga la seguridad de que usted es lo que escucha. En cambio, los que se sientan atraídos por el mensaje de las canciones de Bad Bunny, lamentablemente, también son lo que escuchan.
(Tomado de La Jiribilla)