Fidel volvió a su etapa de universitario. Lo vi otra vez, ahora, en el 9no. Congreso de la Federación Estudiantil Universitaria (FEU). Sabía que no podía faltarle a ese debate por Cuba y su Revolución. Llegó el primer día, entrada la noche, porque lo hizo desde la heroica Santiago de Cuba, donde 65 años atrás asaltó el Moncada.
Apareció con su traje militar de tantas batallas y con paso seguro fue estrechando las manos de cientos de delegados que aguardaban ansiosos su llegada. Lo acompañaba la mirada penetrante y altiva, la sonrisa espontánea, el diálogo constante y el recuerdo de la conciencia ganada en los años 40 cuando ingresó en la Universidad.
Lo vi en cada comisión, inquieto, lúcido, con más energías y visión de futuro que nunca, conversando de sus años de estudiante, pensando en la FEU que queremos y necesitamos, hablando de la realidad del mundo de hoy y convocando a todos a preguntar sin pena alguna.
Dialogó de la responsabilidad de los jóvenes de acompañar desde cada una de sus carreras a la implementación de los Lineamientos, y de cómo hacer más con el propósito de asegurar la continuidad de nuestra obra y aportar a la construcción de un tiempo futuro para la nación y el mundo.
Y es que los estudiantes saben —oportunamente alertados por Fidel— que la Revolución puede destruirse desde adentro, si no somos capaces de vencer la indisciplina, la apatía y la desunión. Por eso los llamó a no dejarse arrebatar y, por el contrario, empujar hacia delante la Revolución con su energía de jóvenes.
Sentí escucharlo hablar de ese eterno compañero de aulas y de luchas que fue José Antonio, convencido de que sus ideas junto a las de Mella han de guiar el trabajo de la FEU en los años venideros, con una organización sin formalismos, con renovado dinamismo y alta credibilidad, capaz de influir en sus miembros y la sociedad.
Sentí los aplausos en ese momento. Aquella generación volvía junto a los universitarios para trazar el camino necesario. Los jóvenes hablaron con la voz entrecortada por la emoción y solo pidieron una cosa: mucha confianza y creer siempre en ellos.
Cuando tocó elegir al Secretariado Nacional de la organización, fue el primero en votar. Nadie pudo quitarle ese derecho ganado a fuerza de coraje, voluntad y patriotismo. Y aunque el voto fue secreto confesó que lo hizo por la unidad, por cultivar, rescatar y multiplicar el fruto de una FEU auténticamente creadora.
Sentí el gusto de verlo en la plenaria final, con su rostro de sabiduría y confianza, atento a cada joven, como tantas veces. Es como si hubiese pedido la palabra para decir que se sentía orgulloso de los estudiantes, de sus valores, de su estirpe, de su temple.
Anécdotas, jaranas, risas, aplausos... Ha sido una jornada intensa mezclada con júbilo, optimismo y compromiso. La lúcida orientación y la visión clara de Fidel ligadas a la energía, entusiasmo y exquisita sensibilidad de los delegados e invitados hacen de este un congreso ya histórico.
Como yo, son muchos los que vieron y sintieron que Fidel estuvo en el 9no. Congreso de la FEU. En cada intervención, consigna, gesto… Y es que seguirá siendo luz en la ruta de los universitarios, porque nadie sabe, mejor que él, que la Revolución es una fórmula de vencer y cumplir.