Hace años atrás, pertenecía como socio a un club privado en Miami. Acudían allí dos adolecentes hijos de uno de los socios de apellido Cardozo. Los muchachos eran bastante inquietos y se pasaban todo el tiempo haciendo una que otra travesura. Claro está que no todas las que allí ocurrían eran hechas por la parejita. Otros hijos de otros socios también las hacían. El problema que tenían los chiquillos era que la Junta Directiva del club la tenía cogida con ellos y cada vez que algo travieso ocurría, automáticamente le echaban la culpa a los Cardozo y los suspendían del mismo por equis cantidad de tiempo. Se hizo famoso entre los socios, cada vez que ocurría una maldad, decir: seguro que eso lo hicieron los Cardozo. La verdad es que aquellos muchachos, que hoy deben ser unos hombres maduros, eran candela viva, pero también era cierto que no todo lo malo que sucedía en el club era producto de los inquietos muchachitos.
El cuento de los Cardozo me trae a la mente una similitud con lo que está pasando con Rusia, que en este caso se me asemeja a los Cardozo, y Occidente, a la Junta Directiva de aquel club. Pero hay una gran diferencia. Los muchachos eran solo unos malditos y Rusia es una potencia nuclear de primer orden, una nación con una larga historia, con una población de una bravura ejemplar, bravura que la ha demostrado una y otra vez a través de los tiempos, rechazando invasiones, derrocando gobiernos corruptos y levantándose de las cenizas en diferentes ocasiones.
La similitud solamente me viene a la cabeza por el hecho de que cada vez que algo sucede, más acá o más allá del Atlántico, inmediatamente le echan la culpa a Rusia, como a los famosos Cardozo, sin tan siquiera tomarse el trabajo de hacer una investigación imparcial. Si es derribado un avión comercial encima de Ucrania, dicen que lo derribaron los rusos o sus aliados; si hay intromisión en las elecciones presidenciales de Estados Unidos, sin duda fueron los rusos los que lo hicieron; si envenenan a un exespía ruso y a su hija en Inglaterra, fueron los servicios de inteligencia de Rusia los que perpetraron el envenenamiento. La gran prensa occidental, en especial la norteamericana, tiene enferma la mente de sus lectores en relación con Rusia. De manera constante la está demonizando. Hay que oír lo que diariamente se dice en las televisoras de noticias del país sobre el presidente Putin. Se refieren a él como un asesino y brutal dictador que está ayudando con armas y hombres a quien gobierna Siria. Por supuesto que, según esta prensa, las elecciones que eligieron a Al-Assad y a Putin fueron para ellos totalmente fraudulentas.
Los rusos están en Siria a pedido del Gobierno de aquella nación y están allí ayudando a destruir a los terroristas que, en su mayoría, fueron armados por el Gobierno de Estados Unidos. Eso es una verdad innegable.
Con la ayuda rusa, el Gobierno de Al-Assad ha logrado, poco a poco, desalojar a los terroristas de las zonas que antes habían ocupado. Sin esa ayuda, hoy en día, Siria fuera un Estado controlado por bandas de radicales terroristas. Eso lo sabe esa gran prensa, pero lo ocultan, ya que la verdadera misión es mentir sobre lo que allí está sucediendo.
Hace un año, ante la alegación de que el Gobierno de Siria había usado armas químicas contra la población civil, el presidente Trump ordenó que se bombardearan ciertas instalaciones militares en aquel territorio. El lanzamiento de cohetes se hizo, a pesar de que no se había hecho una investigación a fondo para comprobar si dichas alegaciones eran verdaderas. Ahora vuelve a ocurrir lo mismo y se lanzaron el doble de los cohetes que en la anterior ocasión. Estos ataques desenfrenados contra un país soberano corren el riesgo de una equivocación y que algunos de esos cohetes caigan en algún campamento militar de los rusos y eso bien podría dar comienzo a una escalada fatal. El Gobierno ruso no se va a quedar tranquilo y con los brazos cruzados ante un hecho de esa naturaleza. Bien se ha dicho que, si llegara a haber una tercera guerra mundial, la cuarta sería con piedras y palos.
Hay una gran diferencia entre atacar a Rusia con palabras y atacarla con bombas, ya que, si bombas van, bombas vendrán. Rusia no es los Cardozo. Qué Dios nos cuide de que algo así ocurra, ya que definitivamente, sería el fin de la humanidad.