La falta de comida y agua provoca la muerte de miles de cabezas de ganado, un panorama sombrío que golpea año tras año a la ganadería cubana.
Ante esa realidad cabe despejar estas interrogantes: ¿Si se sabe de antemano que faltará alimento para toda la masa, por qué no proceder al sacrificio ordenado del número que sea necesario? ¿La solución es dejarlas depauperarse? ¿O acaso la única alternativa está en esperar por un milagro o que, como ocurre, terminen muriendo?
Vayamos por partes: tampoco resulta que se esté con los brazos cruzados. Hay también detrás de esas muertes, seamos justos, un denodado esfuerzo, incluida la inversión en recursos, para tratar de evitarlas o reducirlas, pero el resultado final sigue siendo negativo.
Tampoco vamos a descubrir ahora el Mediterráneo: archiconocido es que la única solución está en prepararse para la sequía y contar con agua y alimentos suficientes para los animales.
En Villa Clara, también en otras provincias, se prepararon mejor las condiciones para enfrentar el actual e inusual período de seca. De enero a marzo se sobrepasó el programa de alimentos planificado, pues se distribuyeron un 1 752 154 toneladas a la reses, 17 088 más que lo agendado.
Se destaca el aprovechamiento de los subproductos de la zafra, como hacía años no ocurría, que ascendieron a 144 713 toneladas provenientes de los residuos de centros de acopio, cachaza, miel-urea-bagacillo, miel, cogollo y caña de demolición.
Para mantener la vitalidad del ganado se recuperaron 1 090 hectáreas (ha) forrajeras que estaban dedicadas a otros fines, se produjeron 3 824 toneladas de heno, fueron construidos 3 644 cuartones para el pastoreo y se chapearon 19 031 ha destinadas a la alimentación.
Fue necesario también, ante el agotamiento de 720 fuentes de abasto, distribuir el agua en pipas a 37 011 animales y se montaron 81 bombas para extraer el líquido, que funcionan con paneles fotovoltaicos.
Cierto, gracias a ese resultado la mortalidad se contuvo en cierta medida. Sin embargo, fue imposible impedir la muerte de unos cuantos miles de cabezas en el sistema de la Agricultura, una situación que, por infortunio, no es exclusiva de este territorio.
Volvamos a las interrogantes. ¿Si de antemano se conoce la inexistencia de alimentos para toda la masa, qué impide ejecutar un ordenado sacrificio? No hacerlo implica que luego, cuando llega la hora de los mameyes, la poca comida y el agua haya que repartirlos entre más animales.
En consecuencia con esa circunstancia, viene la depauperación hasta que se consuma la muerte.
Resulta difícil digerir no solo cómo se desperdicia esa carne, que es mucho decir, sino los años invertidos en su crianza y los recursos empleados para tratar de evitar esa muerte anunciada, día a día, en la imagen esquelética del ganado deambulando por los potreros.
Me contaba un añejo ganadero cómo, hace muchos años, antes de la llegada de la sequía, a sabiendas de que iba a escasear la comida, planificaban el sacrificio de una determinada cantidad de reses. Retomar esa práctica podría cambiar el escenario actual.