Voy a estampar unas líneas sobre lo que todos, sin excepción, cuestionan en la tribuna de la calle, infalible en su razonamiento porque resume el sentir de las mayorías. Entonces, sin más preámbulos, al grano, ni de los frijoles o el maíz, que están por las nubes, sino sobre cómo se venden los productos en la red minorista.
Dejemos claro que carecemos todavía de un mercado mayorista, capaz de cubrir todos los segmentos para abastecer los negocios por cuenta propia, que bienvenidos sean, pues confirman que se puede brindar un servicio de calidad, más allá de precios mayores o menores, además de asegurar empleos con buenos salarios.
Pero lógicamente los cuentapropistas están obligados a buscar sus recursos, es decir, los abastecimientos, en una gran parte, en la red estatal o por otras vías con el peso contante y sonante por delante.
No se trata entonces de eliminar la venta de determinadas cantidades de productos a los cuentapropistas o, mejor dicho, a las personas pagadas por ellos, otra fuente de empleo, para que los abastezcan de determinados insumos.
Aunque sí resulta una infracción mayor que lo hagan por detrás del mostrador, proceder este revelador de la componenda sobre la base de apetitosos pesos adicionales para el bolsillo del comerciante.
Lo observado en algunas ventas a la vista pública es lo que corresponde a las administraciones ponerles bridas. ¿Cómo resulta posible que si hay una cola para comprar un producto que se pierde en el horizonte de su establecimiento, se vaya a vender todo lo que pida un solo comprador?
¿Ejemplos? Pasa con los huevos, el pan, las salchichas, los pomos de refrescos… Y, por cierto, desvalijan también, al por mayor, los refrescos de diez pesos y la cerveza en no pocos centros de gastronomía.
Muchos empleados, cuando alguien les argumenta que no le vendan tantos productos a una sola persona, porque los demás se van a quedar sin ninguno, aducen, sin inmutarse, como un mazazo: esto es por la libre, está liberado.
Desconocen, olímpicamente, como si se tratara de marcianos, que muchos productos de alta demanda, aunque estén liberados, tampoco alcanzan para satisfacer la demanda. Y esta circunstancia debe imponer la sabia lógica de evitar vender en exceso para llegar a la mayoría de los consumidores, esos que no pueden darse el lujo de satisfacer sus necesidades con los revendedores. Lo que precisamos y el consumidor va a agradecer es vender no por la libre, sino con lógica. Esa de evitar que un grupo de clientes adquieran casi todo el producto, cuando hay una cola repleta de personas, inquietas y ansiosas, para adquirir lo que se oferta.