De acuerdo con Tucídides, historiador ateniense (460-395 a.C.), la historia es un incesante volver a empezar.
Esa sensación se detiene hoy en el contexto de la memoria histórica y me seduce a repasar la impronta de un pinero ilustre, cuyo ejemplo inspira a continuar la obra desde una manera diferente de pensar y vivir, pero acorde con los mismos principios éticos, humanos y patriotas de quienes en 1953 apostaron todo por el futuro de Cuba.
Entonces pienso en Jesús Montané Oropesa, o simplemente «Chucho», como cariñosamente le llamaban, y en el legado que dejó en esta pequeña isla al sur del archipiélago cubano.
Si viajar en el tiempo fuera una opción real, les aseguro que estaría a su lado cuando protestó incansablemente para que en el Colegio Americano de la entonces Isla de Pinos, se izara también la Bandera cubana y todos los viernes los alumnos pudieran entonar las notas del Himno Nacional.
Lo acompañaría a visitar la finca El Abra —como usualmente hacía en su adolescencia para ver allí los recuerdos que aún se conservan de José Martí— y solidificar el inmenso amor a la Patria y a los ideales martianos que marcaron sus pasos por la historia, pisadas que se ahondaron más cuando en la década del 40 conoció a Fidel.
En ese punto del recuerdo, donde los únicos ideales que vale la pena tener son los que puedes aplicar a la vida diaria, me vi también aportando mi pluma en las páginas del periódico clandestino Son los Mismos, más tarde llamado El Acusador, denunciando las infamias de un régimen que arrebató el poder el 10 de marzo de 1952.
Asimismo empuñé un arma a su lado aquella madrugada de la Santa Ana en Santiago de Cuba, para asaltar el cuartel Moncada y, después del fracaso de la acción militar, lo ayudé a subir las irregulares cuestas hacia la montaña hasta que Fidel decide que debía bajar a la ciudad por su mal estado de salud y es detenido por una delación.
Según el escritor francés Conde de Rivarol (1753-1811), las ideas son capitales que solo ganan intereses entre las manos del talento. Y fue esa inteligencia colectiva y voluntad de vencer de aquellos jóvenes revolucionarios entre los que estaba Chucho, la que durante 580 días en el Presidio Modelo de la otrora Isla de Pinos, encontró en los libros y la preparación ideológica, las armas para pensar el futuro.
En su hoja de servicios cuenta su participación como expedicionario del Granma. Después del revés de Alegría de Pío es capturado y condenado a seis años de cárcel; así retorna al Presidio Modelo en su ciudad natal hasta que el primero de enero de 1959 fue puesto en libertad.
Después de 1959, Montané fue alcalde de Isla de Pinos hasta 1960; director del Instituto Penal del Ministerio de Gobernación; ministro de Comunicaciones y ayudante del Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz, actividad que cumplió hasta el 7 de mayo de 1999, día de su muerte.
Como bien define Karl Marx, la historia que cuentan los hombres siempre está influida por el pasado, y hoy, a 60 años de la epopeya del Moncada, la impronta de Jesús Montané Oropesa se torna más real y comprometedora al calor de la urgencia de retomar su ejemplo e inspirarnos para mantener y perfeccionar el sueño que ellos hicieron realidad.