El monumento a los héroes de la guerra por la independencia de Namibia, dirigida por la SWAPO (South West African People’s Organization) resulta, además de imponente, una obra maestra y arquitectónica para preservar la memoria y el valor de sus hijos caídos en las luchas contra el colonialismo alemán y contra el régimen del apartheid sudafricano.
Namibia alcanzó la independencia el 21 de marzo de 1990 tras largos y sangrientos enfrentamientos, cuyo último episodio fue la batalla de Cuito Cuanavale, donde las fuerzas internacionalistas cubanas, junto a las de Angola y Namibia, infligieron una contundente derrota a las tropas sudafricanas, lo que llevó a Pretoria a aceptar la firma de la Resolución 435 de Naciones Unidas. Se abrieron, así, las puertas para la total liberación de esta nación del suroeste africano.
El memorial fue construido en 2002, a 15 kilómetros de Windhoek, la capital, en la carretera de Rehoboth.
A ambos lados de la entrada aparecen las efigies de dos mujeres con ramos de flores en sus manos que simbolizan la herencia por la libertad de la nación, transmitida de generación en generación.
A continuación se halla una gran explanada con asientos para 5 000 personas, en la que se realizan actos patrióticos y paradas militares, mientras una llama eterna se mantiene incólume durante las 24 horas del día.
Seis enormes pilares de granito negro (con varias coronas de bronce incrustadas), en referencia a una permanente Guardia de Honor, anteceden al sitio donde aparecen 174 tumbas, símbolo a los caídos durante las luchas contra las fuerzas coloniales alemanas en el siglo XIX y principios del XX y contra el régimen del apartheid que ocupó el país desde 1915. Con ocho metros de alto y cuatro toneladas se alza inmensa la Estatua al Soldado Desconocido, que representa a las personas que perecieron en la lucha, en lugares desconocidos o fueron enterradas en fosas comunes, como en las matanzas realizadas por tropas sudafricanas en Cassinga, Angola o en Oshatotwa, Zambia.
Detrás de la estatua se erige una torre de granito blanco de 36 metros de altura, que semeja la espada que blandió el pueblo namibio para levantarse contra los opresores.
Esta majestuosa obra culmina en una pared con diferentes figuras humanas empotradas en bronce, alegóricas a la unión de todo el pueblo en su lucha por derrocar al enemigo invasor.
Desde lo alto del monumento aparece una vista panorámica de la capital, rodeada de las grandes montañas de Avis-Eros por el este, Khomas-Hochland por el oeste y Avas por el sur, las que coronan este esfuerzo del pueblo namibio por mantener viva su larga historia de lucha contra la dominación extranjera.