Una fábula célebre cuenta cómo un día un becerro tuvo que atravesar un bosque virgen para volver a su pastura. Animal irracional al fin, abrió un sendero tortuoso, lleno de curvas, subiendo y bajando colinas.
El cuento, del brasileño Paulo Coelho, uno de los narradores actuales más leídos, relata que al día siguiente un perro que pasaba por allí usó ese mismo sendero para atravesar el bosque. Después fue el turno de un carnero, líder de un rebaño, que, viendo el espacio ya abierto, hizo a sus compañeros seguir por allí.
Más tarde —refiere la obra— los hombres comenzaron a usar ese sendero: entraban y salían, giraban a la derecha, a la izquierda, descendían, se desviaban de obstáculos, quejándose y maldiciendo, con toda razón. Pero no hacían nada para crear una nueva alternativa.
Después de tanto uso, el sendero acabó convertido en un amplio camino donde los pobres animales se cansaban bajo pesadas cargas, obligados a recorrer en tres horas una distancia que podría haber sido vencida en 30 minutos.
Pasaron muchos años y el camino se convirtió en la calle principal de un poblado y, posteriormente, en la avenida principal de una ciudad. Todos se quejaban del tránsito, porque el trayecto era el peor posible.
Mientras tanto —alecciona la obra— el viejo y sabio bosque se reía, al ver que los hombres tienen la tendencia a seguir el camino que ya está abierto, sin preguntarse si aquella es la mejor elección.
El relato acude a la memoria mientras se medita en los alcances de una frase de Gladys María Bejerano, Contralora General de la República, al compartir con la prensa los resultados preliminares de la V Comprobación Nacional de Control Interno.
Aunque la mencionó como una alternativa técnica en función del control económico, su meditación tiene profundas y esenciales dimensiones políticas en el debate de Cuba y de la izquierda mundial: «Esta comprobación demuestra que el Perfeccionamiento Empresarial es el camino», dijo. Y fundamentó su tesis con dos cifras relevantes: solo el 19 por ciento de las entidades involucradas en ese experimento fueron catalogadas con su control interno deficiente, mientras en el resto del sistema el amargo calificativo lo recibió el 41 por ciento.
Como puede apreciarse, si bien el ejercicio acaba de mostrar por un lado las falencias en el control económico de nuestro sistema institucional, por el otro parece ofrecer centellantes luces; sobre todo en el propósito, no menos «paulino», de «actualización del modelo económico» en el que está empeñada la sociedad cubana.
Recordemos que el Perfeccionamiento —aún con los tropiezos y desviaciones en su implementación— tiende a un mayor protagonismo de los trabajadores en el manejo de las decisiones y la repartición de las ganancias empresariales, entre otras características con esencias más «socialistas». Gladys Bejerano nos invita a recorrer el camino en 30 minutos.
Precisamente, uno de los arrastres de los socialismos construidos es la contradicción entre modelos que proclamaron políticamente a los trabajadores como los dueños de los medios de producción, mientras estos últimos se enajenaban cada vez más de esa condición en la práctica económica, política, social y productiva.
Para nada resulta insustancial o marginal el actual debate entre la propiedad privada, la estatal y la social, en los trazos hacia la construcción de un modelo que incentive más socialismo en vez de alentar lo que el Che llamaría «las armas melladas del capitalismo».
El mismo Che Guevara sostenía que sin «control no se puede construir el socialismo». Solo que a aquella apreciación guevariana puede agregarse que ello solo es posible donde prevalezca un transparente, democrático y real control obrero.
Para comprobarlo basta acudir a causas determinantes de la caída del socialismo este europeo y de la Unión Soviética, entre las cuales los estudiosos subrayan la forma en que la burocracia política usurpó y degradó el concepto leninista de la dictadura del proletariado.
El asunto es tan básico, que los teóricos del neoconservadurismo norteamericano sostienen que en el tema de la propiedad está el verdadero y crucial escenario de la decisiva guerra cultural que se escenifica a escala planetaria.
No por gusto sus tanques pensantes y su ajustada maquinaria publicitaria intentan fabricar el fantasma de un Obama «socialista», a lo cual sirvió de materia prima la discusión sobre la controvertida reforma de salud.
Por lo tanto, habría que evitar que tratando de ajustar lo tortuoso del sendero ocurra como a Juan, en otra fábula: «No quepa duda, duda no quepa, a Juan lo mató el camino, sí, lo mató el camino, lo afirmo y lo vuelvo a afirmar, aquel camino apergaminado que entre precipicios, misterios, leyendas, peñascos, sonidos de aves, riachuelos, cascadas, va somnolientamente perezoso con su forma de serpiente ambulante… el mismo que agarrando y agarrándose su cuerpo de 180 kilómetros, se niega a desaparecer, absolutamente a desaparecer, impolutamente a desaparecer».