A partir de 1959 se introdujo un vocablo nuevo en la praxis revolucionaria cubana: solidaridad. Aquellos jóvenes barbudos, que hace medio siglo hicieron Revolución, también enseñaron a los cubanos a compartir cada pequeño logro, a estar con quienes más lo necesitaron fuera de nuestras fronteras.
Creen los viejos capitalistas y los más recientes, que la presencia de los cubanos en la selva vietnamita, en las cuevas de Laos o Cambodia, en tierras africanas o más recientemente llevando salud y educación a no pocos pueblos del mundo, era y es una mala influencia para los beneficiarios. Sin embargo, que estuviésemos apoyando las causas más nobles a lo largo 50 años está ligado indisolublemente al nacimiento de la Revolución, a un modo de actuar que ya forma parte de nuestra identidad como cubanos y como nación.
Por todo, y especialmente por haber nacido y crecido con esa impronta, escuchar anécdotas de quienes fueron los protagonistas de la solidaridad cubana con los pueblos de Asia confirmó certidumbres. En aquel salón de la Casa de la Amistad se juntaron hombres y mujeres, cuyas vidas son parte de la historia. Héroes desconocidos, figuras dentro de esa tradición solidaria.
Sencillos, con fotografías a mano y especialmente, con sus recuerdos dieron testimonio de jornadas memorables tan lejos de nuestra patria. Se habló del modo en que Cuba acompañó a los vietnamitas en su lucha contra el imperialismo, de la brigada médica cubana en las cuevas subterráneas de Laos,y de aquella mujer que recibió más de diez litros de sangre del médico cubano, de la ayuda avícola a Corea del Norte y los éxitos de esa operación a escasos siete años del triunfo revolucionario, de aquel Comité de Solidaridad con Vietnam, Laos y Cambodia que explicó a los cubanos por qué apoyábamos esa lucha.
Constructores, marinos, especialistas de distintas ramas, médicos que sanaron heridas en el lejano continente asiático hace más de tres décadas y otros que estuvieron más recientemente en Paquistán y otras naciones, coincidieron en la impronta del magisterio de Fidel cuando se habla de la solidaridad.
A lo largo de estas cinco décadas y aun en los momentos más difíciles, Cuba nunca ha dejado de compartir lo poco que tiene. Por ello hemos contado con el apoyo incondicional de quienes reconocen el valor del pequeño archipiélago. Cada año el rechazo unánime al bloqueo en la ONU, ese mar de naciones a favor de la razón, confirma que no estamos solos por más que lo pretendan nuestros enemigos.
Mientras se reencuentran, conversan y comparten esas fotos añejas pareciera que brilla más la medalla entregada por el padre Miguel d´Escoto, presidente de la Asamblea General de las Naciones Unidas a nuestro Comandante en Jefe. El ga-lardón reconoce a Fidel como Héroe Mundial de la Solidaridad y cada uno se siente orgulloso de que esté allí, de que presida la jornada.
No hemos cambiado. Seguimos y seguiremos siendo solidarios con los pueblos del planeta. Para dar fe de esa certeza están las decenas de miles de médicos y maestros que laboran en Venezuela, Bolivia, y otros tantos pueblos. En Asia, las experiencias recientes en Indonesia, Timor Leste, China revelan la continuidad de la tradición a pesar de la distancia geográfica.
Fidel fue y es el mejor maestro; los cubanos de todas las generaciones, excepcionales alumnos, continúan demostrando el valor de la so-li-da-ri-dad.