Allí practican bombardeos «selectivos» contra combatientes o dirigentes de las milicias chiitas que califican de «extremistas», y no son pocas las víctimas entre la población civil como resultado de esos ataques.
Un muro de 12 pies de altura, de bloques de concreto de 6 000 libras de peso cada uno, también al mejor estilo del sionismo israelí, rodea el área sitiada; y hace unos pocos días, los soldados iraquíes han advertido a los residentes que abandonen sus casas «por razones de seguridad».
La UNICEF ha dicho que al menos 6 000 personas ya han sido forzadas al desplazamiento, la mayoría vecinos de la sección sudeste, donde los ocupantes han incrementado el patrullaje con blindados y la utilización de su poder aéreo contra el Ejército del Mahdi, los seguidores de Muqtada al-Sadr, el líder religioso que se opone a la presencia de Estados Unidos en Iraq. La declaración del organismo de la ONU añadía que en esa zona están aislados ya unos 150 000 residentes, de ellos 75 000 niños.
Simplemente, están repitiendo la historia del bestial ataque que en 2004 hicieron contra Fallujah, considerada con razón la Guernica iraquí, y todo en represalia porque las milicias de Sadr City se levantaron contra la ofensiva desatada por el gobierno de Nuri al-Maliki y el mando yanqui en la sureña ciudad de Basora, bajo el argumento de que los grupos opositores a la ocupación tenían vínculos con Irán.
La bestialidad de esas acciones de los ocupantes y su ejército nativo se enmascara en los medios estadounidenses, y occidentales en general, que prácticamente solo hacen mención a la violencia de la lucha intestina entre sunnitas y chiitas y al accionar de atentados suicidas, cuyos autores en realidad se desconocen, pero que son atribuidos a redes de Al-Qaeda.
Sin embargo, siempre hay un ojo que te ve, como se dice popularmente, o el visor de una cámara que capta la verdad, y con ello la impudicia de la guerra de George W. Bush.
De todas formas, también hay quienes quieren ser ciegos por puro fanatismo o por complicidad, y eso sucedió con las reacciones de unos 20 lectores a la foto de la agencia AP que publicó The Washington Post.
Ali Hussein, de dos años de edad, es sacado de los escombros de su casa en Sadr City bombardeada por Estados Unidos el 29 de abril de 2008. Foto: AP La terrible verdad los puso molestos: un niño críticamente herido es sacado de los escombros de su casa en Sadr City, destruida por un golpe aéreo de Estados Unidos. Alí Hussein, de dos años de edad, murió. Y como dice la sentencia, esa foto valía más que mil palabras: mostraba el verdadero rostro de la guerra.
Helen Thomas, en WESH.com, comentaba que algunas madres se habían sentido ofendidas porque sus hijos podían ver esa imagen, «pero no les preocupa que sus muchachos vean la televisión y jueguen con videos violentos en un mundo virtual». La periodista recuerda cómo también el gobierno de Bush intentó que los medios no publicaran fotografías de los ataúdes de sus soldados de regreso a casa; y lanzaba una dura pregunta: «¿Luego de cinco años de guerra, hay finalmente una foto que se supone lo diga todo?».
Mientras tanto, este lunes 12 de mayo, el periodista Patrick Cockburn publicaba en el diario británico The Independent que Mosul, al norte de Iraq, «luce como una ciudad de la muerte». Allí estadounidenses e iraquíes intentan aplastar «el último bastión de Al-Qaeda en Iraq» y han convertido a la capital norteña del país «en un pueblo fantasma».
Los soldados disparan a cualquier vehículo civil que se atreva a desafiar un estricto toque de queda, dice, y dos hombres —a los que presentaron como combatientes armados de Al-Qaeda, como era de suponer—, una mujer y un niño fueron tiroteados hasta morir.
Desde el sábado, también Mosul y su millón 400 000 habitantes están aislados del mundo exterior por cientos de policías y efectivos del ejército que rodean la ciudad junto al río Tigris desde decenas de puntos de control.
Un muro en Bagdad, un velo en los medios, no pueden ocultar la verdad que asoma desde la muerte y desde la resistencia.