Los marinos saludan tras encuentro con el presidente Ahmadinejad. Foto: AP Primero, Londres mostró discretamente el puño. Teherán advirtió que así no se llegaría a ninguna parte. Y más de una semana después, los humos fueron bajando.
Ya el pasado martes, el primer ministro Tony Blair aseguraba que las siguientes 48 horas serían «decisivas» para la liberación de 15 marinos británicos, capturados por fuerzas navales iraníes el 23 de marzo. Según el país europeo, la fragata que aquellos tripulaban, HMS Cornwall, se hallaba en aguas iraquíes, pero según las evidencias mostradas por Irán, se encontraba hasta medio kilómetro dentro de los límites del país persa.
Para resolver la cuestión, el gobierno británico apeló al Consejo de Seguridad de la ONU, que pidió una pronta solución del desacuerdo, pero no fue más allá en su tema estrella: las sanciones y los plazos. Ni lo uno ni lo otro.
También acudió a la Unión Europea, cuyo Alto Representante de Política Exterior, Javier Solana, le dio un claro espaldarazo, y plantó cara de «inaceptable» a Teherán.
¿Y qué pasó? Pues que solo después de contactos diplomáticos directos, serenos, el presidente iraní, Mahmud Ahmadinejad, personalmente, anunció este miércoles que se liberaba a los 15 militares «en un gesto hacia el pueblo británico», y a manera de pauta jubilosa por la conmemoración del natalicio del profeta Mahoma, la Semana Santa cristiana y la Pascua judía.
Una nota, no obstante, fue minimizada por los medios: el mandatario persa apuntó que Gran Bretaña había asegurado en una misiva que sucesos de tal índole no volverían a ocurrir. «El gobierno británico, en una carta, se comprometió a no reemprender este tipo de incidentes», precisó Ahmadinejad.
Algunas cuestiones hay aquí. Teherán había exigido del gobierno británico una disculpa por haber violado su espacio marítimo. Pero esta, al menos en la hipotética imagen de un Blair excusándose por entrar en patio ajeno, jamás llegó, y sería iluso quien la hubiera esperado.
El costo político que ello podría suponer para el gabinete laborista sería devastador: el Primer Ministro no sabe cómo salir de Iraq con el mentón en alto, pero le busca cuatro patas al gato en Irán, y después, lamenta el error en la TV. Oh, my God! ¿Qué quedaría de él, de su legado, ahora que está a punto de aparcar el carro y entregarle las llaves a uno de sus correligionarios?
Bien, descartemos que el gobernante de una potencia nuclear aparezca ante las cámaras pidiendo disculpas. Según Irán, Londres le dijo en una carta que no volverá a ocurrir. Pero lo que «no volverá a ocurrir», significa que ya sucedió al menos una vez. Entonces, ¿hubo un acto ilegal o no lo hubo?
Cabe la posibilidad, empero, de que el ejecutivo británico desmienta la existencia de esa carta, o de los términos en que la citó Ahmadinejad. Sin embargo, ¿por qué hasta ahora no lo ha hecho? Un refrán castellano recuerda que «quien calla, otorga». Ignoro si tiene un equivalente en inglés...
Habrá que seguir durante estos días el testimonio de los militares devueltos. En la TV iraní, admitieron varias veces haberse adentrado en aguas de la República Islámica. Y claro, en la capital británica se explicó que fueron forzados por las autoridades persas a decir algo así. De modo que el carácter, la integridad de 15 personas, estará bajo aguda observación por parte de la opinión pública.
Todavía falta un poco para el «the end»...